jueves, 28 de agosto de 2008

Llamado a los fieles de la Arquidiócesis de México en defensa de la vida de los niños no nacidos



¡Queridos fieles, hermanos en Cristo Jesús!

Estamos viviendo con profundo dolor el hecho de que la Suprema Corte de Justicia de la nación avalará jurídicamente una ley inmoral que no sólo despenaliza el aborto, sino que lastima y vulnera los derechos primordiales del ser humano. Esta decisión podrá hacer legal lo criminal, pero nunca podrá hacer moral lo que, de suyo, es abominable como es el asesinato de seres inocentes en el vientre de sus madres. Ninguna corte pude contradecir la ley suprema de Dios que nos ordena: ¡No matarás!.

La Iglesia, que fue convocada por Jesucristo para defender la vida y ser esperanza de vida aún en las condiciones más adversas, tiene ante sí una nueva oportunidad de responder con acciones concretas frente a la cultura de la muerte que se ha impuesto en nuestra ciudad.

El futuro de esta nación -queridos hermanos- depende de ustedes, pues ante el temor generalizado por la violencia en las calles y la destrucción que deja tras de sí el narcotráfico, se suma ahora la violencia institucional, avalada por la justicia, que no detendrá la pérdida de la vida de millones de niños inocentes, y que será causa del consecuente daño físico, moral y espiritual de las mujeres que vivan este trágico suceso.

A ello se agrega también nuestra preocupación por las almas y por la conciencia cristiana que carga no sólo con el terrible peso del pecado, sino también con el riesgo de la indiferencia y el relativismo moral. La Arquidiócesis de México, conmovida por estas razones, se ha dirigido en diversas ocasiones a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, ante quienes ha manifestado de manera clara su postura, que no es otra que la del Evangelio de Jesucristo que venció a la muerte y vino a dar vida en abundancia.

La Iglesia Católica ha defendido y defenderá siempre el respeto a la vida desde su concepción hasta su fin natural. Defiende a cada niño concebido, pues su existencia es un don de Dios que estamos obligados a proteger.

Pero tampoco nos son ajenas las mujeres que sufren la violencia, la marginación, el abandono, la ignorancia o se ven obligadas, por su pareja o familia, a ejecutar el terrible acto del aborto. Por esta razón, y para prevenir la tragedia del infanticidio, hago un llamado a los católicos a ofrecer ayuda inmediata a aquellos que se encuentran en esta difícil situación.

Las complicaciones de índole material o de salud no debieran inducir nunca a ninguna madre a asesinar la vida concebida. “¡Salvemos a cada niño concebido!”, como clamó nuestro amado Juan Pablo II.

Un servidor, como cabeza de esta Iglesia particular en unión con mis obispos auxiliares, convocamos a todos los sacerdotes y religiosos de esta Iglesia que peregrina en la ciudad de México a atender de forma desinteresada, decidida y sacrificada a todo aquel que tenga en mente acabar con la vida del concebido. Les suplicamos, escuchen y orienten principalmente a las madres que experimentan en su vientre el milagro de la vida. De igual modo, hermanos en el ministerio sacerdotal, estén prestos y diligentes para administrar el sacramento de la Reconciliación y orientar a quienes por desgracia han participado del execrable crimen del aborto.

Nos dirigimos también, en el nombre de Dios, a los médicos y enfermeras, principalmente a aquellos que han sido bautizados en la fe católica, para que protejan a toda costa la vida de los niños concebidos y sean fieles a su vocación y conciencia cristiana. Les conmino a ejercer su derecho de objeción de conciencia y repudiar en sus espacios laborales este acto de lesa humanidad. Así mismo, llamamos a las autoridades sanitarias a que, acatando la ley, respeten la conciencia de los médicos que se rehúsen a practicar estos espantosos asesinatos.

Hacemos un llamado también a todas las religiosas y responsables de casas conventuales para que -según su carisma y apostolado- acojan a las madres embarazadas en situación de desamparo, o a los hijos de éstas, para que el amor de su comunidad sea signo sensible de hermandad cristiana y del amor de Dios entre los más necesitados. Tengan siempre presentes las palabras de Cristo: "Quien recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, a mí me recibe” (Mc 9, 37)

Llamamos también a todos aquellos laicos que se desempeñan en el ámbito gubernamental o empresarial, y en cuyas manos se encuentra la posibilidad de procurar beneficios a las mujeres en situación de embarazo, a participar activamente en la tarea de salvar a los niños concebidos, procurando leyes que ayuden a las mujeres y promoviendo empleos dignos que permitan el sano desarrollo de la familia. Pedimos a las autoridades no negar la oportunidad de una ayuda económica digna a mujeres embarazadas, portadoras de la vida y del futuro de nuestra sociedad.

Por último, hacemos un llamado a todas las familias a actuar con bondad y cariño para que toda mujer viva su embarazo con la mayor protección y cuidado de sus parejas, padres, parientes y amigos, porque no hay mayor dolor que ser rechazado o señalado por la propia familia o la sociedad.

¡Que reine Jesús por siempre, que reine su corazón lleno de amor, perdón y misericordia!, y que nos dé el coraje para enfrentar los retos a los que este doloroso momento nos obliga. Que Santa María de Guadalupe, madre de todos los mexicanos y a quien pertenece nuestra nación, nos ampare en su amoroso regazo y nos cuide en esta difícil situación por la que atraviesa nuestra amada patria.


Emmo. Sr. Card. Norberto Rivera Carrera
Arzobispo Primado de México

+ Mons. Carlos Briseño Arch
I Vicaría “Santa María de Guadalupe”

Mons. Nicolás Gómez Sánchez
II Vicaría “Cristo Rey”

+ Mons. Felipe Tejeda García
III Vicaría “San Felipe de Jesús”

+ Mons. Antonio Ortega Franco
IV Vicaría “San Miguel Arcángel”

+ Mons. Francisco Clavel Gil
V Vicaría “San Pedro Apóstol”

+ Mons. Jonás Guerrero Corona
VI Vicaría “San José”

+ Mons. Víctor Sánchez Espinosa
VII Vicaría “San Pablo Apóstol”

+ Mons. Rogelio Esquivel Medina
VIII Vicaría “San Juan Bautista”

Luto por refrendo de ley criminal del aborto


La irrenunciable misión encomendada por Nuestro Señor Jesucristo a esta Iglesia particular nos obliga a manifestar nuestro dolor y luto ante el refrendo de la ley criminal del aborto en nuestra ciudad.

La Arquidiócesis de México -con profundo desconsuelo- hará doblar las campanas de la Sacra Iglesia Catedral Metropolitana con tañido de luto por los millones de niños que serán sacrificados ante el ‘amparo’ de la inicua ley de los hombres una vez que la Suprema Corte de Justicia de la Nación emita su voto resolutivo en torno a la ‘legalidad’ del aborto.

Ley que hace legal lo que nunca podrá ser moral, como es el asesinato de niños inocentes e indefensos en el vientre de su madre y para lo cual el Estado prestará su aparato de salud para estos execrables crímenes, instituciones que en otros tiempos buscaron defender el principio de la vida.

Contemplamos con pesar el egoísmo y mezquindad humana que defiende la muerte antes de la vida y por ello elevamos nuestras súplicas a través de la oración y del sonido de las campanas para que, en señal de dolor, luto y penitencia por la matanza indiscriminada de infantes, pidamos perdón a Dios por quienes han promovido, votado y ratificado esta ley asesina.

Oficina de Comunicación Social

Arzobispado de México.

martes, 26 de agosto de 2008

miércoles, 20 de agosto de 2008

Novena a Nuestra Señora de Las Lágrimas

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

Oh María Inmaculada, Madre y consoladora nuestra, me refugio en tu amabilísimo Corazón con toda la confianza de que soy capaz; tu serás el objeto más querido de mi amor y veneración.

A ti, que sois la dispensadora de los tesoros celestiales, recurriré siempre en mis penas para tener paz, en mis dudas para tener luz, en mis peligros para ser defendido, en todas mis necesidades para obtener vuestro socorro. Se, pues, mi refugio, mi fortaleza, mi consolación, oh María consoladora. Por piedad, a la hora de mi muerte, recibe los últimos suspiros de mi corazón y obtenenme un lugar en la mansión celestial, donde todos los corazones unidos alabarán eternamente el Corazón adorable de Jesús, al mismo tiempo que a tu Corazón siempre amable, oh María. Tierna Madre nuestra, consoladora de los afligidos, ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Rezar a continuación la oración del día que corresponda:

DÍAS
1 2 3 4 5 6 7 8 9



ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh María, Virgen poderosa y Madre de misericordia, Reina del Cielo y Refugio de los pecadores! Nos consagramos a tu Inmaculado Corazón. Te consagramos nuestro ser y toda nuestra vida, todo lo que tenemos, lo que amamos, lo que somos. Tuyos sean nuestros cuerpos, nuestros corazones, nuestras almas, nuestros hogares, nuestras familias, nuestra patria. Queremos que todo lo que hay en nosotros y en derredor te pertenezca y participe de tus maternales bendiciones. Y para que esta consagración sea verdaderamente eficaz y duradera, renovamos hoy a tus pies, oh María, las promesas del bautismo y de la primera Comunión.




Nos obligamos a profesar siempre con valor las verdades de la fe, a vivir como verdaderos católicos, enteramente sumisos a las disposiciones del Papa y de los Obispos unidos a él. Nos obligamos a observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia y señaladamente la santificación de las fiestas. Nos obligamos a introducir en nuestra vida, en cuanto nos sea posible las prácticas consoladoras de la Religión cristiana, y, sobre todo, la santa Comunión.




Te prometemos finalmente, oh gloriosa Madre de Dios y tierna Madre de los hombres, consagrar todo nuestro corazón al servicio de tu culto bendito, para pedir y asegurar, mediante el reinado de tu Inmaculado Corazón, el reinado del Corazón adorable de tu Hijo en nuestras almas y en las de todos los hombres, en nuestra querida patria y en todo el mundo, así en la tierra como en el Cielo. Amén.

Jaculatoria
¡Corazón Inmaculado y Dolorido de María, tened piedad de nosotros!

DÍA PRIMERO
Por la señal...



Señor mío Jesucristo...



Oración preparatoria.

Oh Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad, y digno de toda la veneración y ternura de los ángeles y de los hombres; Corazón el más semejante al de Jesús, del que eres la más perfecta imagen; Corazón lleno de bondad y tan compasivo de nuestras miserias, dignate derretir el hielo de nuestros corazones, y haz que estén enteramente encaminados hacia el del divino Salvador. Infunde en ellos el amor de tus virtudes, inflamalos con aquel feliz fuego en que el tuyo arde de continuo. Guarda en tu Corazón a la santa Iglesia, custodiala y se siempre su dulce asilo y su torre inexpugnable contra todo asalto de sus enemigos. Se nuestro camino para ir a Jesús y el canal por donde nos vengan todas las gracias necesarias para salvarnos. Se nuestro socorro en las necesidades, nuestro alivio en las aflicciones, nuestro sostén en las tentaciones, nuestro refugio en las persecuciones, nuestra ayuda en todos los peligros, pero especialmente en los últimos combates de nuestra vida, en el momento de nuestra muerte, cuando todo el infierno se desencadene contra nosotros para arrebatar nuestras almas, en aquel terrible momento, en aquel formidable instante del que depende nuestra eternidad. Ah, sí, oh Virgen piadosísima, haz que entonces sintamos la ternura de tu maternal Corazón y la fuerza de tu influencia para con Jesús abriéndonos en la fuente misma de la misericordia un seguro refugio, para que podamos llegar a bendecirle contigo en el paraíso por los siglos de los siglos. Así sea.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.
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DÍA SEGUNDO

Por la señal...



Señor mío Jesucristo...



Oración preparatoria.

Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra piadosísima, humildemente nos postramos ante tupresencia y solicitamos con toda confianza tu maternal patrocinio. La santa Iglesia tellama la consoladora de los afligidos y a ti continuamente recurren los atribulados en sus aflicciones, los enfermos en sus enfermedades, los moribundos en su agonía, los pobres en sus necesidades, y toda clase de necesitados en sus públicas y privadas calamidades, y todos reciben de ti consuelo y ayuda.

Dulcísima Madre nuestra, vuelve también a nosotros, míseros pecadores, tus amables ojos, y acoge benignamente las plegarias que te dirigimos con humildad y confianza. Socorrenos en todas las necesidades espirituales y temporales, libranos de todos los males y especialmente del mayor de todos, cual es el pecado y de todo peligro de caer; obtén de tu Hijo Jesús todos los bienes, y particularmente el más excelente de todos, la divina gracia. Consuela nuestra alma, tan angustiada y afligida en medio de tantos peligros como nos amenazan, entre tantas miserias y desgracias que nos cercan por todas partes. Te lo pedimos por aquel inmenso júbilo que experimentó tu purísima alma en la gloriosa resurrección de vuestro divino Hijo.

Alcanza tranquilidad a la santa Iglesia, ayuda y sostén a su Jefe visible, el Romano Pontífice, paz a los príncipes cristianos, a las almas del Purgatorio refrigerio en sus penas, a los pecadores el perdón de sus culpas y a los justos la perseverancia en el bien. Acogenos a todos, tiernísima Madre nuestra, bajo tu compasiva y poderosa protección, a fin de que podamos virtuosamente vivir, piadosamente morir y lograr la eterna bienaventuranza del Cielo. Así sea.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.
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DÍA TERCERO

Por la señal...



Señor mío Jesucristo...



Oración preparatoria.

Virgen bendita, Madre de Dios, desde el Cielo, donde estás sentada, como Reina, vuelve benigna tu mirada hacia este miserable pecador, tu siervo; quien, aunque penetrado de su indignidad, te bendice y ensalza desde lo íntimo de su corazón, como a la más pura, la más bella y la más santa de todas las criaturas, en reparación de las ofensas que te hacen las lenguas impías y blasfemas; bendice tu nombre, bendice tus sublimes prerrogativas de verdadera Madre de Dios, siempre Virgen, concebida sin mancha de pecado, de corredentora del género humano; bendice al Eterno Padre que te escogió de un modo particular por Hija; bendice al Verbo encarnado que, vistiéndose de la humana naturaleza en tu purísimo seno, te hizo Madre; bendice al Espíritu divino que te quiso por esposa suya; bendice y ensalza a la augusta Trinidad que te escogió y amó con tanta predilección, que te exaltó sobre todas las criaturas a la más sublime alteza.

¡Oh Virgen santa y misericordiosa! Alcanza el arrepentimiento a los que te ofenden, y dignate aceptar este pequeño obsequio de tu siervo, obteniéndome de tu divino Hijo el perdón de mis propios pecados. Así sea.


Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.
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DÍA CUARTO

Por la señal...



Señor mío Jesucristo...



Oración preparatoria.

¡Oh Virgen Santísima y Reina de los Mártires, María, quién me diera estar en el Cielo para contemplar los honores que recibíste de la Trinidad beatísima y de toda la Corte celestial! Pero como todavía voy peregrinando por este valle de lágrimas, dignate aceptar también en mí, pecador e indigno siervo tuyo, el homenaje más sincero y el acto más perfecto de sumisión que puede ofrecerte una humana criatura. A tu Corazón, traspasado con tantas espadas de dolor, confío desde hoy para siempre mi pobre alma. Asociame a tus dolores y no permitás que huya jamás de la Cruz en la que murió por mi salvación tu unigénito Hijo. Contigo, oh María sufriré todas las tribulaciones, contradicciones y enfermedades que agrade a tu divino Hijo enviarme en esta vida. Todo lo ofrezco a Dios en memoria de los dolores que sufriste durante tu vida mortal, de modo que cada pensamiento de mi mente, cada latido de mi corazón, sean de aquí en adelante un acto de compasión de tus dolores y de complacencia por la gloria que gozas ahora en el Cielo. Sí, amada Madre, como yo me compadezco ahora de tí y me gozo de verte tan glorificada, ten compasión de mí reconciliándome con tuHijo Jesús, a fin de que torne a ser tu fiel y verdadero hijo. Cuando llegue el fin de mi vida, ven a asistirme en mi agonía, como asististe a la de tu divino Hijo, para que, al salir de este penoso destierro, pueda ir a participar de tu gloria en el Paraíso. Así sea.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.
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DÍA QUINTO

Por la señal...


Señor mío Jesucristo...


Oración preparatoria.

Oh excelentísima, gloriosísima y santísima María, siempre Virgen inmaculada, Madre de nuestro Señor Jesucristo, reina del mundo y señora de todas las criaturas, que a nadie abandonas, a nadie desprecias, a nadie que a ti recurra con un corazón puro y humilde despachas desolado, no me deseches a mí por mis innumerables y gravísimos pecados, no me abandones por mis excesivas iniquidades, ni tampoco por la dureza e inmundicia de mi corazón: no apartes a este tu siervo de tu gracia y de tu amor. Escucha a este miserable pecador que confía en tu piedad y misericordia; socórreme, oh piadosísima Virgen María, en todas mis tribulaciones, angustias y necesidades, y alcánzame de tu amado Hijo, Dios omnipotente y Señor nuestro Jesucristo, el perdón y remisión de todos mis pecados y la gracia de tu temor y amor, juntamente con la salud y castidad del cuerpo y la inmunidad de todos los males y peligros de alma y cuerpo. En mi postrer momento sé mi piadoso auxilio, y libra mi alma y las almas de mis padres, hermanos, hermanas y amigos, consanguíneos y bienhechores y de todos los fieles vivos y difuntos de las eternas tinieblas y de todo mal, por Aquél a quien llevaste nueve meses en tu sacratísimo seno y con tus santas manos reclinaste en un pesebre, nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que sea bendito por los siglos de los siglos. Amén.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.
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DÍA SEXTO

Por la señal...


Señor mío Jesucristo...


Oración preparatoria.

Inmaculada Virgen, refugio de los pecadores, tu que, para reparar las injurias hechas a Dios y el mal causado al hombre por el pecado, has consentido que muriera tu divino Hijo, se siempre propicia, y desde el Cielo, donde reinas gloriosa, prosegue en favor nuestro tu obra de celo y de amor. Nosotros queremos ser tus hijos, muestrate también como Madre nuestra. Suplica a Jesús, el divino Reparador, que, aplicando a nuestras almas el fruto de su pasión y muerte, nos libre de las ligaduras de nuestras iniquidades. Sea El nuestra luz en las tinieblas, nuestra fuerza en las debilidades, nuestro socorro en los peligros; y, después de habernos confortado con su gracia y con su amor en el tiempo, nos conceda que lo amemos y veamos y poseamos en la eternidad. Amén.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.
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DÍA SÉPTIMO

Por la señal...


Señor mío Jesucristo...


Oración preparatoria.

Santísima Virgen inmaculada, Madre mía María, a ti que eres la Madre de mi Señor, la reina del mundo, la abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores, recurro hoy yo, que soy el más miserable de todos. Te venero, oh gran reina, y os doy gracias por cuantos favores hasta el presente me has hecho: especialmente por haberme librado del infierno tantas veces por mí merecido. Te amo, Señora amabilísima; y, por el amor que te profeso, prometo querer siempre servirte y hacer cuanto pueda para que también de los demás seas amada. En ti pongo todas mis esperanzas, toda mi salvación; aceptame por siervo tu y acogeme bajo tu manto, oh Madre de misericordia. Y ya que eres tan poderosa para con Dios, librame de todas las tentaciones, o bien, alcanzame la gracia de vencerlas hasta la muerte. Te pido el verdadero amor a Jesucristo. Espero de ti el tener una buena muerte. Madre mía, por el amor que a Dios tienes, te suplico que me ayudes siempre, pero sobre todo en el último momento de mi vida. No me dejes hasta que me veas ya salvo en el cielo para bendecirte y cantar tus misericordias por toda la eternidad. Así lo espero, así sea.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.
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DÍA OCTAVO

Por la señal...


Señor mío Jesucristo...


Oración preparatoria.

¡Oh María, mi dulce Madre y poderosa Reina! Toma y recibe mi pobre corazón con toda su libertad y su querer, con todo su amor y sus afectos y con todas las virtudes y gracias de que pueda estar adornado. Todo cuanto soy y valgo, Reina y Señora mía, cuanto tengo y poseo en el orden natural y de la gracia, de Dios lo he recibido por tu mediación y amor; en tus soberanas manos lo deposito, para que vuelva a su nobilísimo origen; porque si confesamos que eres el canal por donde nos bajan las gracias del Cielo, también decimos que eres el acueducto por donde vuelven a su manantial, eres el hilo conductor que nos pone en comunicación directa con nuestro Padre celestial, eres el camino inmaculado que nos lleva seguros al corazón del mismo Dios. Toma, pues, y recibe todo mi ser, oh María, Reina de los corazones, y esclavizame con cadenas de amor, para que yo siempre sea tuyo y pueda repetir con verdad: «Yo soy todo de Jesús por María». A ti sólo quiero amar, Madre mía purísima, prestame vuestrotu, en muerte y por toda la eternidad. Amén.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.
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DÍA NOVENO

Por la señal...


Señor mío Jesucristo...


Oración preparatoria.

Gloriosísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra María, dirige una mirada de compasión hacia nosotros pobres pecadores, que apenados por tantos males como en esta vida nos rodean, sentimos rasgársenos el corazón ante tan atroces injurias y blasfemias contra ti, Virgen Inmaculada, que tan frecuentemente nos vemos forzados a oir. !Oh cuánto ofenden a la Majestad infinita de Dios y de su Unigénito Hijo Jesucristo estas impías palabras! !Cómo provocan su enojo y cuánto nos hacen temer los efectos terribles de su venganza! Si con el sacrificio de nuestra vida pudiésemos impedir tantos ultrajes y blasfemias, muy gustosos lo haríamos, porque, Madre nuestra santísima, deseamos amarte y honrarte con todo el corazón, por ser ésta la voluntad de Dios. Y precisamente porque te amamos, haremos cuanto está de nuestra parte, para que seas de todos honrada y amada. Tu mientras tanto, oh Madre de piedad, soberana consoladora de los afligidos, acepta este acto de reparación que te ofrecemos en nombre nuestro y en el de todas nuestras familias, aun por los que, no sabiendo lo que dicen, blasfeman impíamente de ti, a fin de que, alcanzando de Dios su conversión, hagas más manifiesta y gloriosa tu piedad, tu poder, tu gran misericordia; y también ellos se unan a nosotros para proclamarte la bendita entre todas las mujeres, la Virgen Inmaculada, la piadosísima Madre Dios.

Para más obligar a la Stma. Virgen, récense tres Avemarías con la siguiente jaculatoria: ¡Nuestra Señora de las Lágrimas, rogad por nosotros!. Terminar con la oración final.

El autor de esta novena es el padre Antonio Corredor García, O.F.M.

martes, 12 de agosto de 2008

Bendición de Santa Clara de Asís



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El Señor os bendiga y os guarde. Os muestre su faz y tenga misericordia de vosotras. Vuelva su rostro a vosotras y os dé la paz, a vosotras, hermanas e hijas mías, y a todas las otras que han de venir y permanecer en vuestra comunidad, y a todas las demás, tanto presentes como futuras, que perseveren hasta el fin en todos los otros monasterios de Damas Pobres.

Yo, Clara, sierva de Cristo, plantita de nuestro muy bienaventurado padre san Francisco, hermana y madre vuestra y de las demás hermanas pobres, aunque indigna, ruego a nuestro Señor Jesucristo, por su misericordia y por la intercesión de su santísima Madre santa María, y del bienaventurado Miguel arcángel y de todos los santos ángeles de Dios, de nuestro bienaventurado padre Francisco y de todos los santos y santas, que el mismo Padre celestial os dé y os confirme ésta su santísima bendición en el cielo y en la tierra:

en la tierra, multiplicándoos en su gracia y en sus virtudes entre sus siervos y siervas en su Iglesia militante; y en el cielo, exaltándoos y glorificándoos en la Iglesia triunfante entre sus santos y santas.

Os bendigo en vida mía y después de mi muerte, como puedo y más de lo que puedo, con todas las bendiciones con las que el Padre de las misericordias ha bendecido y bendecirá a sus hijos e hijas en el cielo y en la tierra, y con las que el padre y la madre espiritual ha bendecido y bendecirá a sus hijos e hijas espirituales.

Amén.

Sed siempre amantes de Dios y de vuestras almas y de todas vuestras hermanas, y sed siempre solícitas en observar lo que habéis prometido al Señor.

El Señor esté siempre con vosotras, y ojalá que vosotras estéis siempre con Él.

Quédate conmigo Señor... Oración del Padre Pío

Quédate conmigo, Señor, porque es necesario tenerte presente para que Yo no te pueda olvidar. Tu sabes que tan fácilmente te abandono.

Quédate conmigo, Señor, porque Yo soy débil y necesito de tu fortaleza, para que no caiga tan frecuentemente.


Quédate conmigo, Señor, porque tu eres mi vida y sin Ti Yo estoy sin fervor.

Quédate conmigo, Señor, porque tu eres mi luz y sin ti yo estoy en la oscuridad.

Quédate conmigo, Señor, para mostrarme tu voluntad.

Quédate conmigo, Señor, para que Yo pueda escuchar tu voz y seguirte.

Quédate conmigo, Señor, porque Yo deseo amarte mucho y siempre estar en tu compañía. Quédate conmigo, Señor, si tu deseas que Yo sea fiel a ti.

Quédate conmigo, Señor, pobre como mi alma es, Yo deseo que sea un lugar de consolación para Ti, un nido de amor.

Quédate conmigo, Señor, porque se hace tarde y el día se está terminando, y la vida pasa. La muerte, el juicio y la eternidad se acercan. Es necesario renovar mi fortaleza, para que Yo no pare en el camino y por eso Yo te necesito. Se está haciendo tarde y la muerte se aproxima, tengo miedo de la oscuridad, las tentaciones, la aridez, la cruz, los sufrimientos. O como te necesito, mi Jesús, en esta noche de exilio.

Quédate conmigo, esta noche, Jesús, en la vida con todos los peligros, Yo te necesito.

Déjame reconocerte como lo hicieron tus discípulos en la partición del pan, para que la Comunión Eucarística sea la luz que dispersa la oscuridad, la fuerza que me sostiene, el único gozo de mi corazón.

Quédate conmigo, Señor, porque a la hora de mi muerte, Yo quiero permanecer unido contigo, sino por la Comunión, por lo menos por la gracia y el amor.

Quédate conmigo, Señor, por que solamente eres tu a quien Yo busco, tu amor, tu gracia, tu voluntad, tu corazón, tu espíritu, porque Yo te amo y te pido no otra recompensa que amarte mas y mas.

Con un amor firme, Yo te amaré con todo mi corazón mientras aquí en la tierra y continuaré amándote perfectamente durante toda la eternidad.

Amén.


lunes, 11 de agosto de 2008

LOS NUEVE MODOS DE ORAR DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

ORACION CON LOS NUEVE MODOS DE ORAR
DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN




INTRODUCCIÓN

Vamos a orar siguiendo a Santo Domingo. Nuestra oración será lenta, pero personal e interior.

Tenemos en nuestras manos los "modos de orar de Santo Domingo". Iremos contemplándolos uno a uno. Son como "cuadros o escenas de la vida de un orante", aunque, en la realidad de la vida de oración, los deberíamos vivir en continuidad, sin interrupción en "cada modo".

Al final del día Domingo oraba después de predicar, enseñar, caminar... Estaba cansado, como quizás lo estamos hoy nosotros por otros motivos. Y oraba en diferentes posturas para mantenerse vigilante.

Orar unas veces es escuchar, otras hablar, otras pedir, otras... "dormir" (es decir que hasta nos podemos quedar dormidos reposando en los brazos de Dios...) porque simplemente es "estar en la presencia de Dios teniéndole como amigo".

Domingo ora ante Cristo crucificado, pero fijémonos que en casi todas las imágenes, María está presente.

PRIMER MODO DE ORAR

Nuestro Padre, manteniendo el cuerpo erguido, inclinaba la cabeza y, mirando humildemente a Cristo, le reverenciaba con todo su ser. Se inclinaba ante el altar como si Cristo, representado en él, estuviera allí real y personalmente.

Se comportaba así en conformidad con este fragmento del libro de Judit: "Te ha agradado siempre la oración de los mansos y humildes" (Jdt 9, 16)...También se inspiraba en estas palabras: "Yo no soy digno de que entres en mi casa" (Mt 8, 8); "Señor, ante ti me he humillado siempre"(Sal 146, 6).

Enseñaba a hacerlo así a los frailes cuando pasaban delante del crucifijo, para que Cristo, humillado por nosotros hasta el extremo, nos viera humillados ante su majestad.

Jesús es el único Señor de la historia: un crucificado se erige como salvador de todos los hombres y mujeres.

Inclinamos unos instantes nuestras cabezas ante Jesús crucificado porque es el único Señor de nuestras vidas.

Ante Él recordamos a tantos jóvenes envueltos en historias oscuras: drogas, problemas familiares, sin ilusiones y esperanzas de futuro, parados, sin techo...

Ante Él oramos por tantos jóvenes que trabajan como voluntarios sociales, en hospitales, albergues, asilos, campos de trabajo, misiones... por todos los que trabajan en favor de los marginados.

SEGUNDO MODO DE ORAR

Oraba con frecuencia Santo Domingo postrado completamente, rostro en tierra. Se dolía en su interior y se decía a sí mismo, y lo hacía a veces en tono tan alto, que en ocasiones le oían recitar aquel versículo del Evangelio: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador" (Lc 18, 13). Con piedad y reverencia, recordaba frecuentemente aquellas palabras de David: "Yo soy el que ha pecado y obrado inicuamente" (Sal 50, 5).

Del salmo que comienza, "Con nuestros oídos ¡oh Dios! hemos oído", recitaba con vigor y devoción el versículo que dice: "Porque mi alma ha sido humillada hasta el polvo, y mi cuerpo pegado a la tierra" (Sal 43, 26). En alguna ocasión, queriendo exhortar a los frailes con cuanta reverencia debían orar, les decía: "Los Reyes Magos entraron..., y cayendo de rodillas, lo adoraron" (Mt 2, 11)...

Nosotros pedimos perdón por nuestros pecados y decimos: ¡Señor, ten piedad!

Hacemos memoria en nuestro interior de los niños y niñas que en el mundo están sometidos a todo tipo de explotación, trabajo o delincuencia.

Recordamos a emigrantes humillados por nuestras maneras de vivir que justificamos hasta con leyes.

TERCER MODO DE ORAR

Motivado Santo Domingo por todo cuanto precede, se alzaba del suelo y se disciplinaba diciendo: "Tu disciplina me adiestró para el combate" (Sal 17, 35), "Misericordia, Dios mío," (Sal 50), o también: "Desde lo hondo a ti grito, Señor" (Sal 129). Nadie, por inocente que sea, se debe apartar de este ejemplo.

Sufre y ora por todos los que sufren, prolongando en su cuerpo la Pasión de Jesús.

Nosotros hacemos memoria en nuestro interior por los que sufren, en el cuerpo o en el espíritu, quizás conocidos o familiares nuestros.
Pero recordamos, de manera especial a los enfermos incurables, a los de SIDA, a tantas personas, cuyas imágenes nos llegan por los medios de comunicación, que son víctimas de guerras, violencia y terrorismo

CUARTO MODO DE ORAR

Después de esto, Santo Domingo, se volvía hacia el crucifijo, le miraba con suma atención. A veces, tras el rezo de la oración de Completas y hasta la media noche, y decía, como el leproso del Evangelio: "Señor, si quieres, puedes curarme" (Mt. 8, 2); o como Esteban, que clamaba: "No les tengas en cuenta este pecado" (Hc 7, 60).

Tenía una gran confianza en la misericordia de Dios, en favor suyo, en bien de todos los pecadores y en el amparo de los frailes jóvenes que enviaba a predicar. En ocasiones no podía contener su voz y los frailes le escuchaban decir: "A ti, Señor, te invoco, no seas sordo a mi voz, no te calles" (Sal 27, 1); así como otras palabras de la Sagrada Escritura.

Domingo ora ante Cristo presentándole la obra de sus manos, unas manos que son también las nuestras ¿qué le podemos presentar de nuestras vidas?

Levantemos nuestras manos ante Él, no buscamos méritos ni alabanzas, pero deseamos tener un corazón lleno de nombres, de rostros concretos a los que amamos y deseamos amar más.

Por eso recordamos a nuestras familias, que nos han transmitido una vida, o que les hemos dado una vida, el amor, la educación... o que nos han posibilitado el estar aquí.

Por eso recordamos a nuestras comunidades, fraternidades, grupos, movimientos, nuestros superiores, líderes...

Por eso recordamos a nuestros amigos, amigas, vecinos, gente que comparte nuestra vida, compañeros de trabajo, alumnos...

Pero no podemos olvidar a los que aún no queremos, a aquellos con los que mantenemos relaciones tensas...

QUINTO MODO DE ORAR

Algunas veces el Padre Domingo, estando en el convento, permanecía ante el altar; mantenía su cuerpo derecho, sin apoyarse ni ayudarse de cosa alguna. A veces tenía las manos extendidas ante el pecho, a modo de libro abierto; así se mantenía con mucha reverencia y devoción, como si leyera ante el Señor.
En la oración se le veía meditar la Palabra de Dios, y cómo se la recitara dulcemente para sí mismo. Le servía de ejemplo aquel gesto del Señor: "Que entró Jesús según su costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura" (Lc 4, 16).

A veces juntaba las manos a la altura de los ojos, entrelazándolas fuertemente y dando una con otra, como urgiéndose a sí mismo. Elevaba también las manos hasta los hombros, tal como hace el sacerdote cuando celebra la misa, como si quisiera fijar el oído para percibir con más atención algo que se diría desde el altar.

Domingo ora en actitud de ofrenda, ora por toda la creación, ora con toda la naturaleza. Es el universo hecho oración en la mente y corazón de Domingo.

Nosotros también oramos con nuestras manos y oramos por los que se preocupan de la naturaleza, aunque con frecuencia no lo damos importancia. Pedimos que Dios ponga en nuestro corazón sentimientos llenos de esperanza para cuidar la creación, pero sobre todo para cuidar a la humanidad y que la humanidad no destruya la obra que Dios le entregó, recordando ese Cántico del Profeta Daniel: "Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor... Hijos de los hombres, bendecid al Señor...bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos" (Dan 3, 57ss)

SEXTO MODO DE ORAR

A veces se veía también orar al Padre Santo Domingo con las manos y brazos abiertos y muy extendidos, a semejanza de la cruz, permaneciendo derecho en la medida en que le era posible. De este modo oró el Señor mientras pendía en la cruz y "con el gran clamor y lágrimas fue escuchado por su reverencial temor" (Hb 5, 7).

Pero Santo Domingo no utiliza este modo de orar sino cuando, inspirado por Dios, sabía que se iba a obrar algo grande y maravilloso en virtud de la oración, o que Dios le movía con especial fuerza a una gracia singular.

Pronunciaba con ponderación, gravedad y oportunamente las palabras del Salterio que hacen referencia a este modo de orar; decía atentamente: "Señor, Dios de mi salvación, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia;...Todo el día te estoy invocando, Señor, tendiendo las manos hacia ti" (Sal 87, 2-10)

Se identifica con Cristo y abraza a todos los hombres y mujeres con su oración.

Nosotros podemos elevar nuestros brazos y formar una gran cruz de humanidad.

Unidos hacemos memoria de los hombres y mujeres que no son cristianos pero creen en Dios y lo buscan con sincero corazón, oramos por todos los buscadores de Dios.

Oramos por los que desde su fe buscan la paz y lo hacen desde la justicia. Pedimos a Jesús que murió por todos que seamos capaces de superar actitudes racistas o de marginación por cuestiones religiosas o de cultura.

Recordamos a quienes llevan su cruz de cada día, a quienes les cuesta aceptarla, a quienes la rechazan, a quienes se la cargan a otros...

SÉPTIMO MODO DE ORAR

Se le hallaba con frecuencia orando, dirigido por completo hacia el cielo. Oraba con las manos elevadas sobre su cabeza, muy levantadas y unidas entre sí, o bien un poco separadas, como para recibir algo del cielo.

Pedía a Dios para la Orden los dones del Espíritu Santo y la práctica de las bienaventuranzas. Pedía mantenerse en la pobreza, en el hambre y sed de justicia, en el ansia de misericordia, hasta ser proclamados bienaventurados; pedía mantenerse devotos y alegres en la guarda de los mandamientos y en el cumplimiento de los consejos evangélicos. A veces decía "Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario" (Sal 27, 2).

Domingo se deja llevar por sus pensamientos, por sus deseos, por sus dudas, por sus proyectos y se los expone a Jesús con sinceridad de corazón.

Nosotros también podemos situarnos ante Jesús sin engaños, abrirle nuestro corazón y decirle lo que nos preocupa, los proyectos, los anhelos... Jesús escucha.

OCTAVO MODO DE ORAR

Nuestro Padre Santo Domingo tenía otro modo de orar, hermoso, devoto y grato para él. Se iba pronto a estar solo en algún lugar, para leer u orar, permaneciendo consigo y con Dios. Se sentaba tranquilamente y, hecha la señal protectora de la cruz, abría ante sí algún libro; leía y se llenaba su mente de dulzura, como si escuchara al Señor que le hablaba, según lo que se dice en el salmo: "Voy a escuchar lo que dice el Señor" (Sal 84, 9). A lo largo de esta lectura hecha en soledad, veneraba el libro, se inclinaba hacia él, y también lo besaba, en especial el Evangelio.

Sería interesante que orásemos como hoy nos enseña Nuestro Padre: con la lectura de la Palabra de Dios, sólo así de nuestros labios saldrán de aquello que abunda el corazón: amor, porque Dios es amor.

NOVENO MODO DE ORAR

Observaba este modo de orar al trasladarse de una región a otra, especialmente cuando se encontraba en lugares solitarios. Decía a veces a su compañero de camino: Está escrito en el libro de Oseas: "La llevaré al desierto y le hablaré al corazón" (Os 2, 14). En ocasiones se apartaba de su compañero y se le adelantaba y oraba.

Y es que siempre "hablaba de Dios o con Dios".

Domingo ora mientras va de un lugar a otro como testigo, como predicador. Oración de súplica, de alabanza, de acción de gracias, de petición, de contemplación.

Es la oración de toda la Familia Dominicana: monjas contemplativas, frailes, religiosas, seglares, movimientos juveniles... todos en camino con Santo Domingo para hacer realidad aquellas palabras del Maestro: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a todas las gentes"

Y es que Santo Domingo para nosotros es aquel de quien proclamamos: "Luz de la Iglesia, Doctor de la Verdad, ejemplo de paciencia, fulgor de castidad, predicador de la gracia, nos regalaste la fuente de la sabiduría, únenos un día a los santos".

FINAL

Santo Domingo, según la tradición que ha llegado hasta nosotros, terminaba cada jornada con la rezo de la SALVE a María, madre y protectora de la Familia Dominicana.

V/ Santo Domingo de Guzmán
R/ Ruega por nosotros.

viernes, 8 de agosto de 2008

La Devocion a las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo

Al estar de rodillas ante Vuestra imagen sagrada, oh Salvador mío, mi conciencia me dice que yo he sido él que os ha clavado en la cruz, con estas mis manos, todas las veces que he osado cometer un pecado mortal.

Dios mío, mi amor y mi todo, digno de toda alabanza y amor, viendo como tantas veces me habéis colmado de bendiciones, me echo de rodillas, convencido de que aún puedo reparar las injurias con que os he inferido. Al menos os puedo compadecer, puedo daros gracias por todo lo que habéis hecho por mí. Perdonadme, Señor mío. Por eso con el corazón y con los labios digo:.


A LA LLAGA DEL PIE IZQUIERDO

Santísima llaga del pie izquierdo de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir aquella pena dolorosa. Os doy gracias, oh Jesús de mi alma, porque habéis sufrido tan atroces dolores para detenerme en mi carrera al precipicio, desangrándoos a causa de las punzantes espinas de mis pecados.

Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad para resarcir mis pecados, que detesto con sincera contrición.




A LA LLAGA DEL PIE DERECHO

Santísima llaga del pie derecho de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir tan dolorosa pena.

Os doy gracias, oh Jesús de mi vida, por aquel amor que sufrió tan atroces dolores, derramando sangre para castigar mis deseos pecaminosos y andadas en pos del placer. Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad, y le pido la gracia de llorar mis transgresiones y de perseverar en el camino del bien, cumpliendo fidelísimamente los mandamientos de Dios.


A LA LLAGA DE LA MANO IZQUIERDA

Santísima llaga de la mano izquierda de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir tan dolorosa pena. Os doy gracias, oh Jesús de mi vida, porque por vuestro amor me habéis librado a mi de sufrir la flagelación y la eterna condenación, que he merecido a causa de mis pecados.

Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad y le suplico me ayude a hacer buen uso de mis fuerzas y de mi vida, para producir frutos dignos de la gloria y vida eterna y así desarmar la justa ira de Dios.


A LA LLAGA DE LA MANO DERECHA
Santísima llaga de la mano derecha de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir tan dolorosa pena. Os doy gracias, oh Jesús de mi vida, por haberme abrumado de beneficios y gracias, y eso a pesar de mi obstinación en el pecado.

Ofrezco al Eterno Padre la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad y le suplico me ayude para hacer todo para mayor honra y gloria de Dios.


A LA LLAGA DEL SACRATÍSIMO COSTADO

Santísima llaga del Sacratísimo costado de mi Jesús, os adoro. Me duele, Jesús de mi vida, ver como sufristeis tan gran injuria. Os doy gracias, oh buen Jesús, por el amor que me tenéis, al permitir que os abrieran el costado, con una lanzada y así derramar la última gota de sangre, para redimirme.

Ofrezco al Eterno Padre esta afrenta y el amor de vuestra santísima Humanidad, para que mi alma pueda encontrar en vuestro Corazón traspasado un seguro refugio. Así sea.

martes, 5 de agosto de 2008

Las Tres Ave María


Ganarse que la Reina del Cielo Madre de Dios nos visite a la hora de nuestra muerte con el rezo de tres avemarías


LA VIRGEN PROMETIÓ A SANTA MATILDE Y A OTROS SANTOS QUE QUIEN REZARA DIARIAMENTE TRES AVEMARÍAS, TENDRÍA SU AUXILIO DURANTE LA VIDA Y SU ESPECIAL ASISTENCIA A LA HORA DE LA MUERTE, PRESENTÁNDOSE A ESA PERSONA EN SU HORA FINAL CON EL BRILLO DE UNA BELLEZA TAL QUE EL SOLO VERLA LO CONSOLARÍA Y LE COMUNICARÍA LAS ALEGRÍAS DEL CIELO..


MODO DE PRACTICAR TODOS LOS DIAS, REZAR ASI:

“Maria Madre Mía; Líbrame De Caer En Pecado Mortal”


Por El Poder Que Te Concedió El Padre Eterno.


1.-) ¡AVEMARIA! …Por La Sabiduría Que Te Concedió El Hijo.

2.-) ¡AVEMARIA! …Por El Amor Que Te Concedió El Espíritu Santo.

3.-) ¡AVEMARIA! … Finalizamos con un ¡GLORIA PATRI!… (Gloria Al Padre Y Al Hijo Y Al Espíritu Santo Como Era En Un Principio Ahora Y Siempre Por Los Siglos De Los Siglos Amen.)


La siguiente Jaculatoria fue indulgenciada por San Pío X, y la recomendó rezar junto con esta devoción: ¡Oh María, por tu Inmaculada Concepción, purifica mi cuerpo y santifica mi alma!



Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén..

ORACION A SAN JUAN DIEGO


ORACIÓN A SAN JUAN DIEGO



¡Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad, impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico. Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los desvelos de los padres por educar cristianamente a sus hijos.

Mira propicio el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y súbditos, actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de la dignidad de cada hombre, para que así se consolide la paz.

¡Amado Juan Diego, «el águila que habla»! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo íntimo de su corazón, pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios. Amén.


S.S. Juan Pablo II
Oración pronunciada en la Ceremonia de
Canonización de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin
31 de julio del Año del Señor 2002