martes, 1 de septiembre de 2009

Mensaje del Obispo de Córdoba, Mons. Eduardo P. Patiño Leal, en la misa por la Patria

Mensaje del Obispo de Córdoba, Mons. Eduardo P. Patiño Leal, en la misa por la Patria, celebrada en la Catedral de la Inmaculada, con ocasión del 188 Aniversario de los “Tratados de Córdoba”
Viernes, 28 de Agosto de 2009
Hermanos y hermanas en el Señor:

Hoy en nuestra heroica ciudad de Córdoba y en todo nuestro Estado de Veracruz, estamos celebrando un acontecimiento que significó para toda la nación mexicana, un hito trascendental en su historia: el triunfo de los anhelos por tener una nación independiente, libre y soberana, al tiempo que se superaban once años de lucha fratricida. Por la firma de los Tratados de Córdoba, la razón y la buena voluntad, la búsqueda de la conciliación y la paz, vencieron a la fuerza de las armas y a la inercia de las pasiones, al resentimiento o las ansias de venganza.

¡Cuánto podemos y debemos aprender de nuestra historia! Recordamos que la Historia es “magistra vitae” – maestra de la vida. Claro que eso supone que los mexicanos seamos humildes y nos dejemos auxiliar del indispensable servicio de los historiadores e investigadores que nos puedan brindar una revisión y presentación veraz, bien informada, objetiva y serena de nuestra historia. Una relación de los hechos que supere las visiones parciales o maniqueas, en las que sólo existen héroes y villanos.

Sabemos que en los procesos humanos y en la historia real, se dan también villanos que tuvieron sus aciertos, así como héroes que tuvieron sus defectos. Ayudará mucho a las nuevas generaciones de niños y jóvenes mexicanos, ofrecer una visión más cercana a la verdad histórica, que nos invite a reconocer y evitar los errores, y a identificar e imitar lo bueno y laudable de cada uno de los protagonistas, independientemente de las corrientes ideológicas que estaban en boga en el México de hace 200 años, o las que hoy conocemos en el pluralismo del México actual. A todos nos ayudaría grandemente el podernos reconciliar con nuestra historia pasada, purificar nuestra memoria y construir una sociedad armónica, más respetuosa y tolerante.


Desde que llegué como Obispo de Córdoba en el año 2000, me cautivó el relato inscrito en el Portal de Zeballos, en el que se nos refiere cómo el 24 de agosto de 1821, “después de oír misa” los delegados de la antigua España y del México por nacer se encaminaron a aquel histórico portal, mientras comentaba el comandante del ejército trigarante: “Supuesta la buena fe y armonía con que nos conducimos en este negocio; creo que será muy fácil cosa que desatemos el nudo sin romperlo”.


Esta hermosa metáfora se retoma en la parte introductoria de Los Tratados de Córdoba, donde se menciona la finalidad de esa reunión o conferencia para discutir “el gran negocio de la independencia, desatando sin romper los vínculos que unieron a los dos continentes.”


Al cumplirse hoy el 188 Aniversario de este gran paso en la Consumación de la Independencia de nuestra Patria, acepté con gusto la propuesta de celebrar esta MISA POR LA PATRIA. Todos sabemos que nuestra patria tiene todavía mucho por superar y crecer en el camino de una más perfecta libertad, soberanía, bienestar, progreso y paz para todas las familias mexicanas. En este sentido la “consumación” de la independencia es un proceso que no ha terminado, es una tarea siempre abierta. Podríamos decir: hay muchos nuevos nudos que debemos desatar sin romper.


Para quienes creemos en Cristo, la fe tiene mucho que aportarnos en esta construcción de la civilización del amor.


El Apóstol Santiago hoy nos ha invitado en su Carta a tener la sencillez propia de los sabios: a no dejarnos dominar por la rivalidad o por el espíritu de discordia, ya que la vanagloria y la rivalidad sólo conduce al desorden y a la maldad. Más bien nos invita a pedir de Dios la sabiduría que es pacífica, benévola y conciliadora. Como lo hacemos especialmente los domingos, pediremos hoy por todas nuestras autoridades civiles de los poderes ejecutivos, judiciales y legislativos de todos los niveles, para que encuentren siempre los consensos que favorezcan el bien de todos los mexicanos. De ese modo será realidad lo que nos dice el Apóstol: “los pacíficos siembran la paz, y cosechan frutos de justicia”. (Cf. Santiago 3, 13ss).


Los cristianos podemos cosechar más fácilmente estos frutos de justicia, haciendo nuestro el espíritu de las Bienaventuranzas que hoy también hemos escuchado en el Evangelio de San Mateo: Jesús nos invita a ser hombres “pobres de espíritu” que saben siempre reconocer la valía y el pensamiento del que piensa distinto; nos invita a no conformarnos con estructuras que corrompen, sino a “tener hambre y sed de justicia” y a llenarnos de solidaridad a través de la “misericordia” sincera con los más vulnerables; nos exhorta a tener la pureza de intención en todos nuestros actos, haciendo a un lado nuestros intereses particulares o de grupo; el Señor nos invita a trabajar en la construcción de la paz para poder ser llamados hijos de Dios. Nos invita a no temer a los que pueden perseguirnos por buscar esos valores, más bien nos llama a ser coherentes y no renunciar a nuestras convicciones por esa civilización del amor, que es anticipo del Reino de su Padre Dios. (cf. Mateo 5, 1-12).


Sí hermanos: Anhelamos una sociedad cada vez más justa, democrática y participativa, donde todos puedan gozar de las condiciones que garanticen una vida digna y decorosa, una vida familiar en unidad y armonía, un trabajo apreciado y creativo que redunde en bien de la comunidad, una vida social y política donde los derechos humanos, la libertad y los valores solidarios sean algo cotidiano y ordinario.


Sabemos que nos falta mucho para gozar de un México seguro, sano y fuerte en todos los sentidos. Por ello elevamos hoy nuestra súplica a Dios. El mundo de hoy, quiere con frecuencia prescindir de Dios o incluso sacar a Dios de todos nuestro espacios de vida. Pero es precisamente Dios, nuestro Creador, el primer interesado por nuestro bien, y es apoyándonos en El que podremos trabajar sin desfallecer por una patria más justa, hermosa y acogedora para todos. Para eso estamos aquí esta mañana. Pidámoselo con humildad y confianza.