Santiago de Cuba, con sano
orgullo y gratitud, con su proverbial alegría y hospitalidad le da la
bienvenida como padre y pastor de la Iglesia Universal, que viene a anunciarnos
el evangelio de Jesucristo, dirigido a los hombres y mujeres de todos los tiempos.
En esta histórica Plaza dedicada
a un héroe, hijo ilustre de esta ciudad, el Lugarteniente General Antonio de la
Caridad Maceo y Grajales, están presentes miles de hermanos procedentes de
todas las provincias del país y de fuera de Cuba que han venido a encontrase
con Ud., a mostrarle nuestro afecto, a celebrar juntos la fe, a escuchar la
Palabra de Dios y su mensaje con la seguridad de que iluminará la razón y
llegará al corazón sembrando esperanza.
Esta
Arquidiócesis Primada, donde fue arzobispo San Antonio María Claret y
ejercieron su ministerio sacerdotal el beato Cardenal Ciriaco Sancha y el
Siervo de Dios P. Gerónimo Usera, en nombre de la Iglesia que está en Cuba y de
todos los cubanos de buena voluntad, le da las gracias porque ha querido venir
hasta el Santuario Nacional del Cobre como "Peregrino de la Caridad",
a venerar la bendita imagen de nuestra querida Patrona, la Virgen de la
Caridad, en la celebración jubilar por los cuatrocientos años de su hallazgo y
presencia maternal en la historia de nuestro pueblo y en la de cada cubano en
particular.
Santo
Padre, cuando ya la mayoría de los pueblos de la América Hispana habían
alcanzado su independencia, los cubanos estábamos iniciando el proceso de tomar
conciencia como nación.
Somos un
pueblo mestizo, de culturas y orígenes diversos que se mezcló racial, social y
culturalmente en esta isla hermosa, acogedora, bendecida por Dios y difícil de
olvidar, de tal manera que hoy, donde quiera que estemos, llevamos con orgullo
el nombre de "cubano", recelamos de toda injerencia foránea en
nuestros asuntos y nos sentimos comprometidos en lograr, con esperanza y
decisión, una república próspera, incluyente y participativa, "con todos y
para el bien de todos". (1)
El proceso
de alcanzar estos ideales nunca termina, también hoy estamos empeñados en
conseguir que el bienestar y la justicia lleguen a todos. Somos un solo pueblo
pero con diferentes criterios en cuanto al camino a seguir para buscar un
futuro mejor. A lo largo de nuestra corta historia, este hermoso empeño común
se ha visto oscurecido por los egoísmos, la incapacidad de diálogo y de respeto
al otro, la presencia de intereses ajenos a los nuestros, la exclusión y la
intolerancia, el acentuar las diferencias, hasta llegar a ser irreconciliables,
en vez de buscar las coincidencias que nos animan a caminar juntos. Hemos
llegado a la violencia entre cubanos que hace sufrir a todos y no beneficia a
nadie, hiere la dignidad y dificulta el verdadero desarrollo material y
espiritual de nuestro pueblo. Es necesario superar todas las barreras que
separan a los cubanos entre sí. Este es un deseo querido por todos y que escuchábamos
diariamente en forma de súplica cantada durante la misión con la Virgen en
preparación a este Año Jubilar: "Todos tus hijos, a ti clamamos,
Virgen Mambisa, que seamos hermanos".
Esta
pequeña imagen ante la que Ud. ha venido en peregrinación nos ha acompañado a
lo largo de 400 años. Acudimos hasta su Santuario católicos y no católicos,
creyentes y no creyentes porque en Ella descubrimos el amor de Dios para con
nosotros, o porque la descubrimos presente desde los orígenes de nuestra
nación, símbolo de la misma y de los mejores anhelos e ideales patrios.
Ud. ha escogido para celebrar
esta Eucaristía el hermoso día de la Anunciación, el día en que Jesucristo,
autor de la Vida, se hizo carne en el seno de la Virgen María. Nuestro pueblo
acude al Santuario del Cobre, ante la Virgen de la Caridad, buscando la vida,
la paz y la esperanza que sólo Dios es capaz de dar. Ella constituye un camino
seguro para encontrarnos con Jesús, su Hijo, nuestro único Salvador. Él es
"el Camino la Verdad y la Vida"
Ayúdenos, Santo Padre, a que
nuestro pueblo no tenga miedo de encontrarse con Jesús a través de María de la
Caridad a quien tanto ama. "A Jesús por María". Que no tenga miedo en
hacer realidad el deseo de todos de buscar la solución a nuestros problemas
nacionales procurando la participación de todos en un espíritu de misericordia,
de diálogo, de respeto mutuo y de reconciliación. Con la certeza mariana de
que "sólo el amor construye" (2).
Santidad, preparar su visita a
nuestra ciudad ha significado un gran esfuerzo. Hemos querido recibirlo
presentándole, a pesar de nuestra pobreza, una ciudad más linda y acogedora. En
este empeño hemos participado todos: técnicos, obreros y artistas, que han
trabajado incansablemente, las autoridades, la arquidiócesis, iglesias hermanas
y todo el pueblo que le está recibiendo con alegría. Esta actitud ha hecho
posible que estemos hoy en esta Plaza y en este hermoso y digno altar,
celebrando la Eucaristía. Es una muestra de que cuando las voluntades se unen
para hacer un bien se puede lograr la obra buena. Pido a Dios que esto sea como
una parábola que nos lleve a buscar el bien de todos, con la participación de
todos...éste es el único camino y eso, Santo Padre, es posible.
Quisiera terminar con las
palabras finales que Mons. Pedro Meurice Estiú, mi querido y digno predecesor,
le dirigió en esta misma plaza al actual beato Juan Pablo II: "Los cubanos
suplicamos humildemente a Su Santidad que ofrezca sobre el altar, junto al
Cordero inmaculado que se hace para nosotros pan de vida, todas las luchas y
azares del pueblo cubano".
Bienvenido Benedicto XVI.
"Bendito el que viene en nombre del Señor"
(1) José Martí. Discurso
"Los Pinos nuevos"
(2) José Martí.