jueves, 9 de abril de 2009

Viernes Santo - Entre la Locura y el Escándalo. La Cruz de Cristo


Entre la Locura y el Escándalo

La Cruz de Cristo

La Cruz de Cristo se ha convertido en el emblema universalmente conocido del cristianismo, pero, ¿porqué los cristianos adoramos el instrumento de tortura en donde falleció nuestro Salvador?, ¿Hasta donde es válido este cuestionamiento tan contradictorio para las culturas y para los hombres?

Haciendo un poco de historia podemos decir que la práctica antigua de la crucifixión es sin duda de origen persa; la utilizaron en primer lugar los "bárbaros" como castigo político y militar para las personas de alto rango. Más tarde la adoptaron los griegos y los romanos. Estos últimos la aplicaban sólo para las clases bajas y los esclavos como medio de persuasión. También se aplicaba a los extranjeros sediciosos, a los criminales y a los bandidos, por ejemplo, en Judea en las diferentes agitaciones políticas.

A la crueldad propia del suplicio de la crucifixión - que daba libre curso a muchos gestos sádicos- correspondía su carácter infamante, escandaloso y hasta "obsceno". El crucificado se veía privado de sepultura y era abandonado a las bestias de rapiña. A nadie se le ocurriría encontrar alguna dignidad en el que padecía sus sufrimientos con valentía. Dado lo anterior podemos comprender la fuerza de la "locura" y del "escándalo" de la cruz que los primeros cristianos presentaban como un mensaje de salvación.

La crucifixión de Jesús nos es bien conocida por los relatos evangélicos; así mismo en el plano de la historia es atestiguada tanto por paganos (Tácito) como por judíos (Flavio Josefo).

Pablo es quien con mayor efusión trata el tema de la cruz desde un movimiento que va del horror escandaloso a la comprensión de su ministerio salvífico, entre los diversos textos podemos mencionar: Hebreos 2,36; 2, 23; 4, 10; 10, 39, 13, 29. Estos textos pertenecen a la confesión primitiva de la fe en donde ya los primeros mártires trataban de imitar a Cristo en su pasión. Entre los himnos litúrgicos primitivos que celebran en la alabanza el acontecimiento de Jesús están: Filipenses 2, 6-11 y Colosenses 1, 12-20. Esta predicación provocó tal reacción de la oposición tanto de los judíos como de los paganos hasta el punto que Pablo proclamara que "la locura" a los ojos de los hombres expresa la más alta sabiduría y el más inmenso poder de Dios: " los judíos piden milagros y los griegos buscan la sabiduría; pero nosotros predicamos un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos; en cambio, para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Mesías que es portento de Dios y sabiduría de Dios, porque la locura de Dios es más sabia que los hombres y la debilidad de Dios más potente que los hombres" (1 Corintios 1, 18-25).

Sin embargo, los cristianos tardaron algún tiempo en representar la cruz y sobre todo al crucificado. La causa de ello es sin duda el horror vinculado a este tipo de suplicio. La victoria de Constantino, ligada a la visión que tuvo el emperador de la insignia de la cruz, llevó a la difusión en los escudos y en las monedas del monograma de Cristo compuesto por las dos primeras letras de esta palabra; lo anterior sumado al descubrimiento de la "vera cruz" atribuido tradicionalmente a Santa Elena alrededor del siglo IV contribuyó al desarrollo de su culto en la Iglesia, al mismo tiempo de la devoción a los santos lugares por la construcción de basílicas ( en Jerusalén la Basílica del Santo Sepulcro y en Roma la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén) y en la liturgia en la adoración de la Santa Cruz, que precisamente inició en Jerusalén con la adoración a la reliquia de la Santa Cruz, dando origen con el paso del tiempo a congregaciones y órdenes religiosas que se consagrarán al misterio de la cruz (cruceros, pasionistas, etc.) El signo de la cruz ha seguido siendo hasta hoy el signo que todos los días traza sobre sí mismo el cristiano, invocando a la Trinidad.

Así mismo, la cruz de Cristo es la única respuesta definitiva al sufrimiento de los hombres. La cruz no es un discurso ni mucho menos una teoría. Es un acontecimiento: el encuentro de Dios mismo con el sufrimiento. Es un acto de libertad divina que mantiene juntos los dos rostros del sufrimiento, su horror y su belleza. Su horror porque se trata del sufrimiento del justo y del inocente en el más escandaloso suplicio que pueda existir, ya que para los judíos un cadaver era impuro y el colgar del árbol significaba el signo de la maldición de Dios. De belleza, porque la manera de sufrir de Jesús es ya su transfiguración y una victoria. Jesús ama sufriendo y sufre amando. Es nuestra salvación la que cuelga del árbol de la cruz. Después de la cruz el sufrimiento mismo toma una nueva dirección a los ojos del cristiano.

Por tanto si al cristiano se le invita a sufrir con Cristo, a tomar su cruz y a seguirle, se trata ante todo de una invitación a amar con Cristo.

Viernes Santo - Adoración de la Cruz


Como la liturgia de ramos, la adoración de la santa cruz tiene su origen en Jerusalén donde se realizaba ya en el siglo IV en el Gólgota mismo El orden de la celebración corresponde a un estado antiquísimo de la celebración de la celebración eucarística romana en que no había Kirie ni Gloria. Descripciones de ella las podemos encontrar en los escritos de San Ambrosio, San Paulino de Nola y San Cirilo de Jerusalén.

Sin embargo, la postración en tierra del celebrante es quizá el más elocuente de los ritos hoy día, ya que el silencio reinante nos recuerda precisamente el momento de la muerte de nuestro salvador, que no dudó en entregarse por nuestra salvación. El rito de la postración es del siglo IV, en donde el Obispo y Diáconos a una con el Pueblo adoraban ya la reliquia del Santo Leño y el Rótulo de la Cruz. Para el siglo VIII ya se realizaba con toda solemnidad aún en aquellas Iglesias que no poseían reliquia alguna, paulatinamente se fue estructurando la celebración tal y como la conocemos hoy día.

Omitida toda ceremonia, sigue la oración colecta y las lecturas. Antiguamente eran Oseas 6, 1-6 y Éxodo 12, 1-11 juntamente con la Pasión según San Juan; de estas, únicamente perdura la Pasión en el ritual actual. Destacaba por su valor profético el fragmento del Éxodo, ya que en el se hablaba claramente del sacrificio del cordero el día 14 de Nisán, prefigurando la muerte de Cristo. Recordemos que esa fecha es precisamente día de la muerte de Cristo (que aquel año fue viernes); el porqué la Iglesia celebra el viernes el fallecimiento y no el 14 es solo cuestión práctica, ya que la resurrección fue en domingo. Actualmente las lecturas están conformadas por Isaías 52, 13-53,12; Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9 y San Juan.

Hacia el siglo XII se contempla el rito de la "desvelación" o descubrimiento de la cruz con su correspondiente invitatorio "Ecce Lignum Crucis" (Mirad el Arbol de la Cruz). Una relación del siglo XIII nos describe cómo al levantar en alto la cruz, el pueblo y celebrantes caían "lacrymabili corde".

La Oración Universal tiene su origen tomando como referencia a la primera carta a Timoteo (2, 1 y ss), en donde Pablo recomienda hacer "plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias" por "todos los hombres, los reyes" y "los constituidos en autoridad". Las Constituciones Apostólicas del siglo IV establecen de manera primitiva el orden de estas oraciones.

Junto con esta celebración tiene actualmente la Colecta a favor de los Santos Lugares, en ella todos los cristianos colaboramos en su mantenimiento y cuidado. Recordemos en esta colecta a todos aquellos hombres y mujeres que a lo largo de dos mil años han ofrendado su vida por ellos, sin olvidar también hacer un acto de contrición a una con el Santo Padre, por todos los pecados que la Iglesia ha cometido tomando como excusa los Santos Lugares (v.g. las cruzadas)

VÍA CRUCIS: ESTACIONES DE LA CRUZ

"Vía Crucis" latín de "Camino de la Cruz" . También conocido como "Estaciones de la Cruz" y "Vía Dolorosa". Se trata de un camino de oración que busca adentrarnos en la meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en su camino al Calvario. El camino se representa con una serie de imágenes de la Pasión o "Estaciones" correspondientes a incidentes particulares que Jesús sufrió por nuestra salvación.

Las imágenes pueden ser pinturas o esculturas. Algunas representaciones son grandes obras de arte inspiradas por Dios para suscitar mayor comprensión del amor de Jesucristo y movernos a la conversión. Entre éstas se destacan las de la catedral de Antwerp en Bélgica y las del Santuario de Lourdes, Francia.

Las estaciones generalmente se colocan en intervalos en las paredes de la iglesia o en lugares reservados para la oración. Los santuarios, casas de retiros y otros lugares de oración suelen tener estaciones de la cruz en un terreno cercano. En los monasterios generalmente se encuentran en el claustro.

La finalidad de las Estaciones es ayudarnos a unirnos a Nuestro Señor haciendo una peregrinación espiritual a la Tierra Santa, a los momentos mas señalados de su Pasión y muerte redentora. Pasamos de Estación en Estación meditando ciertas oraciones. Varios santos, entre ellos San Alfonso Ligorio, Doctor de la Iglesia, han escrito meditaciones para cada estación. También podemos añadir las nuestras. Es tradición, cuando las Estaciones se hacen en público, cantar una estrofa del "Stabat Mater" mientras se pasa de una estación a la otra.

Historia
La costumbre de rezar las Estaciones de la Cruz posiblemente comenzó en Jerusalén. Ciertos lugares de La Vía Dolorosa (aunque no se llamó así antes del siglo XVI) fueron reverentemente marcados desde los primeros siglos. Hacer allí las Estaciones de la Cruz se convirtió en la meta de muchos peregrinos desde la época del emperador Constantino (Siglo cuarto).

Según la tradición, la Santísima Virgen visitaba diariamente las Estaciones originales y San Jerónimo, Padre de la Iglesia, escribió sobre la multitud de peregrinos de todos los países que visitaban los lugares santos en su tiempo. Sin embargo, no existe prueba de una forma fija para esta devoción en los primeros siglos.

Desde el siglo doce los peregrinos escriben sobre la "Vía Sacra", como una ruta por la que pasaban recordando la Pasión. No sabemos cuando surgieron las Estaciones según las conocemos hoy, ni cuando se les comenzó a conceder indulgencias pero probablemente fueron los Franciscanos los primeros en establecer el Vía Crucis ya que a ellos se les concedió en 1342 la custodia de los lugares mas preciados de Tierra Santa. Tampoco está claro en que dirección se recorrían ya que, según parece, hasta el siglo XV muchos lo hacían comenzando en el Monte Calvario y retrocediendo hasta la casa de Pilato.

Ferraris menciona las siguientes Estaciones con indulgencias:
-El lugar donde Jesús se encuentra con su Madre.
-Donde Jesús habló con las mujeres de Jerusalén.
-Donde se encontró con Simón Cirineo
-Donde los soldados se sortean Sus vestiduras.
-Donde fue crucificado
-La casa de Pilato
-El Santo Sepulcro

Muchos peregrinos no podían ir a Tierra Santa ya sea por la distancia y difíciles comunicaciones, ya sea por las invasiones de los musulmanes que por siglos dominaron esas tierras y perseguían a los cristianos. Así creció la necesidad de representar la Tierra Santa en otros lugares mas asequibles e ir a ellos en peregrinación. En varios lugares de Europa se construyeron representaciones de los mas importantes santuarios de Jerusalén.

En los siglos XV y XVI se erigieron Estaciones en diferentes partes de Europa. El Beato Alvarez (m.1420), que en su regreso de Tierra Santa, construyó una serie de pequeñas capillas en el convento dominico de Córdoba en las que se pintaron las principales escenas de la Pasión en forma de estaciones. Por la misma época, la Beata Eustochia, clarisa, construyó Estaciones similares en su convento en Messina. Hay otros ejemplos. Sin embargo, la primera vez que se conoce el uso de la palabra "Estaciones" siendo utilizada en el sentido actual del Vía Crucis se encuentra en la narración del peregrino inglés Guillermo Wey sobre sus visitas a la Tierra Santa en 1458 y en 1462. Wey ya menciona catorce estaciones, pero solo cinco de ellas corresponden a que se usan hoy día, mientras que siete solo remotamente se refieren a la Pasión.

Por la dificultad creciente de visitar la Tierra Santa bajo dominio musulmán, las Estaciones de la Cruz y diferentes manuales para rezar en ellas se difundieron por Europa. Las Estaciones tal como las conocemos hoy fueron aparentemente influenciadas por el libro "Jerusalén sicut Christi tempore floruit" escrito por un tal Adrichomius en 1584. En este libro el Vía Crucis tiene doce estaciones y estas corresponden exactamente a nuestras primeras doce. Parece entonces que Vía Crucis, como lo conocemos hoy surge de las representaciones procedentes de Europa.

Pocas de las Estaciones en los tiempos medievales mencionan la segunda (Jesús carga con la cruz) ni la décima (Jesús es despojado de sus vestiduras). Por otro lado algunas que hoy no aparecen eran antes mas comunes. Entre estas, el balcón desde donde Pilato pronunció Ecce Homo (he aquí al hombre).

En el año 1837, la Sagrada Congregación para las Indulgencias precisó que aunque no había obligación, es mas apropiado que las estaciones comiencen en el lado en que se proclama el Evangelio. Pero esto puede variar según la estructura de la iglesia y la posición de las imágenes en las Estaciones. La procesión debe seguir a Cristo mas bien que encontrarse de frente con El.

Comprendiendo la dificultad de peregrinar a la Tierra Santa, el papa Inocente XI en 1686 concedió a los franciscanos el derecho de erigir Estaciones en sus iglesias y declaró que todas las indulgencias anteriormente obtenidas por devotamente visitar los lugares de la Pasión del Señor en Tierra Santa las podían en adelante ganar los franciscanos y otros afiliados a la orden haciendo las Estaciones de la Cruz en sus propias iglesias según la forma acostumbrada. Inocente XII confirmó este privilegio en 1694 y Benedicto XIII en 1726 lo extendió a todos los fieles. En 1731 Clemente XII lo extendió aun mas permitiendo las indulgencias en todas las iglesias siempre que las Estaciones fueran erigidas por un padre franciscano con la sanción del ordinario (obispo local). Al mismo tiempo definitivamente fijó en catorce el número de Estaciones. Benedicto XIV en 1742 exhortó a todos los sacerdotes a enriquecer sus iglesias con el rico tesoro de las Estaciones de la Cruz. En 1773 Clemente XIV concedió la misma indulgencia, bajo ciertas circunstancias, a los crucifijos bendecidos para el rezo de las Estaciones, para el uso de los enfermos, los que están en el mar, en prisión u otros impedidos de hacer las Estaciones en la iglesia. La condición es que sostengan el crucifijo en sus manos mientras rezan Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria un número determinado de veces. Estos crucifijos especiales no pueden venderse, prestarse ni regalarse sin perder las indulgencias ya que son propias para personas en situaciones especiales. En 1857 los obispos de Inglaterra recibieron facultades de la Santa Cede para erigir ellos mismos las Estaciones con indulgencias cuando no hubiesen franciscanos. En 1862 se quitó esta última restricción y los obispos obtuvieron permiso para erigir las Estaciones ya sea personalmente o por delegación siempre que fuese dentro de su diócesis.
Las Estaciones de la Cruz se pueden hacer con gran beneficio todo el año y son especialmente significativas durante la Cuaresma. Cada viernes santo, el Santo Padre dirige las Estaciones de la Cruz desde el Coliseo en Roma para recordar a los mártires y nuestro llamado a seguir sus pasos.

PADRE JORDI RIVERO
-Fuente principal para los datos históricos: El artículo de G. CYPRIAN ALSTON en la Catholic Encyclopedia, copyright © 1913 por Encyclopedia Press, Inc.

FUENTE: WWW.CORAZONES.ORG

VIA CRUCIS: POR SAN ALFONSO MARIA LIGORIO


EL CAMINO DE LA CRUZ
Arrodíllate ante el altar, haz un Acto de Contrición, y forma la intención de ganar las indulgencias bien para ti, o para las almas en el Purgatorio.

Después di:

SEÑOR mío Jesucristo, Vos anduvisteis con tan grande amor este camino para morir por mí, y yo os he ofendido tantas veces apartándome de Vos por el pecado; mas ahora os amo con todo mi corazón, y porque os amo, me arrepiento sinceramente de todas las ofensas que os he hecho. Perdóname, Señor, y permíteme que os acompañe en este viaje. Vais a morir por mi amor, pues yo también quiero vivir y morir por el vuestro, amado Redentor mío. Si, Jesús mío, quiero vivir siempre y morir unido a Vos.

PRIMERA ESTACIÓN
Jesús sentenciado a muerte

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo Jesús, después de haber sido azotado y coronado de espinos, fue injustamente sentenciado por Pilato a morir crucificado.

(Aquí se hace una pequeña pausa para considerar brevemente el misterio, y lo mismo en las demás estaciones.)

ADORADO Jesús mío: mis pecados fueron más bien que Pilato, los que os sentenciaron a muerte. Por los méritos de este doloroso paso, os suplico me asistáis en el camino que va recorriendo mi alma para la eternidad. Os amo, ¡ oh Jesús mío más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mi como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.


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SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús es cargado con la cruz

V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo Jesús, andando este camino con la cruz a cuestas, iba pensando en ti y ofreciendo a su Padre por tu salvación la muerte que iba a padecer.

AMABILÍSIMO Jesús mío: abrazo todas las tribulaciones que me tenéis destinadas hasta la muerte, y os ruego, por los méritos de la pena que sufristeis llevando vuestra Cruz, me deis fuerza para llevar la mía con perfecta paciencia y resignación. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mi mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.


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TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae la primera vez debajo de la cruz
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera esta primera caída de Jesús debajo de la Cruz. Sus carnes estaban despedazadas por los azotes; su cabeza coronada de espinas, y había ya derramado mucha sangre, por lo cual estaba tan débil, que apenas podía caminar; llevaba al mismo tiempo aquel enorme peso sobre sus hombros y los soldados le empujaban; de modo que muchas veces desfalleció y cayó en este camino.

AMADO Jesús mío: más que el peso de la Cruz, son mis pecados los que os hacen sufrir tantas penas. Por los méritos de esta primera caída, libradme de incurrir en pecado mortal. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mio !, más que a mi mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.


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CUARTA ESTACIÓN
Jesús encuentra a su afligida madre
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera el encuentro del Hijo con su Madre en este camino. Se miraron mutuamente Jesús y Maria, y sus miradas fueran otras tantas flechas que traspasaron sus amantes corazones.

AMANTÍSIMO Jesús mío: por la pena que experimentasteis en este encuentro, concededme la gracia de ser verdadero devoto de vuestra Santísima Madre. Y Vos, mi afligida Reina, que fuisteis abrumada de dolor, alcanzadme con vuestra intercesión una continua y amorosa memoria de la Pasión de vuestro Hijo. Os amo, ¡Oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.


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QUINTA ESTACIÓN
Simón ayuda a Jesús a llevar la cruz
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo los judíos, al ver que Jesús iba desfalleciendo cada vez más, temieron que se les muriese en el camino y, como deseaban verle morir de la muerte infame de Cruz, obligaron a Simón el Cirineo a que le ayudase a llevar aquel pesado madero.

DULCÍSIMO Jesús mío: no quiero rehusar la Cruz, como lo hizo el Cirineo, antes bien la acepto y la abrazo; acepto en particular la muerte que tengáis destinada para mí, con todas las penas que la han de acompañar, la uno a la vuestra, y os la ofrezco. Vos habéis querido morir por. mi amor, yo quiero morir por el vuestro y por daros gusto; ayudadme con vuestra gracia. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío! más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.

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SEXTA ESTACIÓN
La Verónica limpia el rostro de Jesús
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo la devoto mujer Verónica, al ver a Jesús tan fatigado y con el rostro bañado en sudar y sangre, le ofreció un lienzo. y limpiándose con él nuestra Señor, quedó impreso en éste su santa imagen.

AMADO Jesús mío: en otro tiempo vuestro rostro era hermosisímo; mas en este doloroso viaje, las heridas y la sangre han cambiado en fealdad su hermosura. ¡ Ah Señor mío, también mi alma quedó hermosa a vuestros ojos cuando recibí la gracia del bautismo, mas yo la he desfigurado después con mis pecados. Vos sólo, ¡ oh Redentor mío!, podéis restituirle su belleza pasada: hacedlo por los méritos de vuestra Pasión. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mi mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.


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SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús cae la segunda vez con la cruz
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera la segunda caída de Jesús debajo de la Cruz, en la cual se le renueva el dolor de las heridas de su cabeza y de todo su cuerpo al afligido Señor.

OH pacientísimo. Jesús mio. Vos tantas veces me habéis perdonado, y yo he vuelto a caer y a ofenderos. Ayudadme, por los méritos de esta nueva caída, a perseverar en vuestra gracia hasta la muerte. Haced que en todas las tentaciones que me asalten, siempre y prontamente me encomiende a Vos. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío! más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.


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OCTAVA ESTACIÓN
Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo algunas piadosas mujeres, viendo a Jesús en tan lastimosa estado, que iba derramando sangre por el camino, lloraban de compasión; mas Jesús les dijo: no lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestras hijos.

AFLIGIDO Jesús mío: lloro las ofensas que os he hecho, por los castigos que me han merecido, pero mucho más por el disgusto que os he dado a Vos, que tan ardientemente me habéis amado. No es tanto el Infierno, como vuestro amor, el que me hace llorar mis pecados. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.


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NOVENA ESTACIÓN
Jesús cae por tercera vez con la cruz
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera la tercera caída de Jesucristo. Extremada era su debilidad y excesiva la crueldad de los verdugos, que querían hacerle apresurar el paso, cuando apenas le quedaba aliento para moverse.

ATORMENTADO Jesús mío: por los méritos de la debilidad que quisisteis padecer en vuestro camino al Calvario, dadme la fortaleza necesaria para vencer los respetos humanos y todos mis desordenados y perversos apetitos, que me han hecho despreciar vuestra amistad. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.


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DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es despojado de sus vestiduras
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo al ser despojado Jesús de sus vestiduras por los verdugos, estando la túnica interior pegada a las carnes desolladas por los azotes, le arrancaran también con ella la piel de su sagrado cuerpo. Compadece a tu Señor y dile:

INOCENTE Jesús mío: por los méritos del dolor que entonces sufristeis, ayudadme a desnudarme de todos los afectos a las cosas terrenas, para, que pueda yo poner todo mi amor en Vos, que tan digno sois de ser amado. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.

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UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es clavado en la cruz
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo Jesús, tendido sobre la Cruz, alarga sus pies y manos y ofrece al Eterno Padre el sacrificio de su vida por nuestra salvación; le enclavan aquellos bárbaros verdugos y después levantan la Cruz en alto, dejándole morir de dolor, sobre aquel patíbulo infame.

OH despreciado Jesús mío. Clavad mi corazón a vuestros pies para que quede siempre ahí amándoos y no os deje más. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido: no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez: haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.


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DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo Jesús, después de tres horas de agonía, consumido de dolores y exhausto de fuerzas su cuerpo, inclina la cabeza y expía en la Cruz.

OH difunto Jesús mío. Beso enternecido esa Cruz en que por mí habéis muerto. Yo, por mis pecados, tenía merecida una mala muerte, mas la vuestra es mi esperanza. Ea, pues. Señor, por los méritos de vuestra santísima muerte, concededme la gracia de morir abrazado a vuestros pies y consumido por vuestro amor. En vuestras manos encomiendo mi alma. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.


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DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz
V. Te adoramos. Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo, habiendo expirado ya el Señor, le bajaron de la Cruz dos de sus discípulos. José y Nicodemo, y le depositaran en los brazos de su afligida Madre, María, que le recibió con ternura y le estrechó contra su pecho traspasado de dolor.

OH Madre afligida. Por el amor de este Hijo, admitidme por vuestro siervo y rogadle por mí. Y Vos, Redentor mío, ya que habéis querido morir por mí, recibidme en el número de los que os aman más de veras, pues yo no quiero amar nada fuera de Vos. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.


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DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús colocado en el sepulcro
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo los discípulos llevaron a enterrar o Jesús, acompañándole también su Santísima Madre, que le depositó en el sepulcro con sus propias manos. Después cerraron la puerta del sepulcro y se retiraron.

OH Jesús mío sepultado. Beso esa losa que os encierra. Vos resucitasteis después de tres días; por vuestra resurrección os pido y os suplico me hagáis resucitar glorioso en el día del juicio final para estar eterna-mente con Vos en la Gloria, amándoos y bendiciéndoos. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mio!, más que a mí mismo, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.


Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Amado Jesús mío, etc.
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Después, volviendo al altar mayor, se rezan cinco Padrenuestros, cinco Avemarías y cinco Glorias por las cinco llagas de Jesucristo, y otro Padrenuestro, etc., por la intención del Santo Padre, para poder ganar todas las otras indulgencias concedidas a esta devoción.