lunes, 1 de junio de 2009

Consagración de cada persona al Espíritu Santo


¡Oh Espíritu Santo!,
recibe la consagración perfec¬ta y absoluta de todo mi ser.

Dígnate ser en adelante,
en cada uno de los instantes de mi vida y en cada una de mis acciones:
mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y todo el amor de mi corazón.

Yo me abandono sin reserva a tus operaciones divinas
y quiero ser siempre dócil a tus inspiraciones.

¡Oh Espíritu Santo!,
transfórmame, con María y en María, en Cristo Jesús,
para gloria del Padre y salvación del mundo. Amén.

Consagración de la familia al Espíritu Santo


Espíritu Santo, verdadero Dios como el Padre y el Hijo,
por el bautismo y la confirmación cada uno de nosotros te pertenece.
Pero hoy, además, nos consagramos a ti como familia.
¡Ven a vivir en nuestro hogar; ven a reinar en nuestros corazones!

Espíritu de santidad, ¡ven, conságranos, haznos tuyos!,
transfórmanos en Jesucristo, hijo del Padre e hijo de María,
a fin de que como personas y como familia,
presentemos, ante los ojos del Padre y la mirada de quienes nos rodean,
el verdadero rostro de Jesucristo.

Dulce huésped del alma, llénanos de tus dones y carismas,
para que formemos una comunidad de personas al servicio de la vida,
que participe activamente en la vida y misión de la Iglesia
y colabore al desarrollo de la sociedad.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo,
haz que nuestra familia sea, cada vez más,
una íntima comunidad de vida y de amor.
Impúlsanos a custodiar, revelar y comunicar el amor.

Espíritu Santo, Agua Viva,
haz de nuestra familia una verdadera Iglesia doméstica,
desde donde se irradie el Evangelio y sus valores a otras familias.

Fuego divino, ¡ven a nosotros!,
danos las armas para luchar contra el egoísmo,
el materialismo, el hedonismo y el relativismo moral.
Impúlsanos a promover la dignidad de cada persona,
defender los derechos humanos,
y proponer una cultura de la solidaridad, la verdad, la justicia y la paz.

Llénanos de fortaleza y audacia
para hacer crecer el Reino de Dios
en el complejo mundo del trabajo, la cultura, las ciencias y las artes,
la política, los medios de comunicación y la economía,
así como en la educación y la vida profesional.

Espíritu de amor, haz de nuestra familia
un reflejo de la Sagrada Familia de Jesús, María y José.
Que entre nosotros, como en el hogar de Nazaret,
tú te sientas en casa y puedas actuar con entera libertad.
Haz que esta consagración sea un nuevo Pentecostés,
principio de una nueva era para nuestra familia,
marcada por el amor, la alegría y la esperanza. Amén.

Consagración de la vida consagrada al Espíritu Santo


Espíritu Santo, fuente de toda vocación y de todo carisma,
te damos gracias porque nos hiciste encontrar a Jesucristo,
nos permitiste percibir su seducción,
y suscitaste en nuestro corazón un irresistible atractivo por él.
Gracias porque nos has sostenido en nuestra hermosa vocación.

Por el bautismo y la confirmación, tú, Espíritu divino,
tomaste posesión de nuestro corazón.
Por la profesión de los consejos evangélicos
hicimos la entrega total de nuestra vida a Dios-Trinidad
y recibimos una nueva y especial consagración.
Hoy, Espíritu Santo, nos consagramos nuevamente a ti;
recibe nuestras personas, nuestras comunidades, nuestro Instituto.
¡Úngenos y conságranos; transfórmanos en Jesucristo!,
para que nuestra vida sea un himno de alabanza a la Trinidad,
un signo eficaz de comunión eclesial
y un servicio humilde de amor para la humanidad.

¡Ven, Espíritu de amor!, enamóranos de Jesucristo,
haz que nos dediquemos a él con corazón indiviso;
impúlsanos a seguirlo radicalmente viviendo la caridad perfecta.
¡Ven, Fuego divino!, enciende en nuestros corazones
la pasión por Jesucristo y la pasión por la humanidad,
para que nuestra vida consagrada sea mística y profética.

¡Ven!, y acrecienta nuestro celo misionero,
para que, a ejemplo de Jesucristo, hermano y servidor,
y de acuerdo a nuestro carisma,
nos pongamos al servicio de todas las personas, en especial de las más pobres,
les transmitamos el Evangelio de Jesucristo,
les ayudemos a que tengan vida en abundancia,
y colaboremos en la transformación de las estructuras de la sociedad.

Espíritu creador, manantial de fidelidad creativa,
como respuesta a los actuales signos de los tiempos
concédenos reproducir con valor
la audacia, la creatividad y la santidad de nuestro/a/os fundador/a/es.

Espíritu Santo, Fuente de vida y libertad,
te pedimos para la vida consagrada mexicana un nuevo Pentecostés.
Confiamos a María, la primera discípula misionera,
el nuevo impulso que brota de nuestra consagración a ti.
Concédenos vivir con generosidad, audacia y alegría,
a fin de que seamos, para la Iglesia y para el mundo,
un signo elocuente del Reino de Dios. Amén.

Consagración de la parroquia al Espíritu Santo


Espíritu Santo, ¡ven a nuestra parroquia!,
y haz de ella una célula viva de la Iglesia diocesana,
un espacio en el que tengamos experiencia viva de Jesucristo,
donde se viva la caridad y la reconciliación
y se acreciente nuestro ardor misionero.

Don de Dios altísimo, hoy renovamos nuestra consagración a ti.
Nos sentimos felices de pertenecerte y de vivir bajo tu acción.
Te prometemos dejarnos conducir por ti, como Jesús,
para hacer siempre y en todo lo que agrada al Padre.
¡Ven, Espíritu Santo, conságranos, llénanos de ti!
Sé tú el alma de nuestra parroquia y el alma de nuestra alma.

Espíritu de amor, haz de nuestra parroquia casa y escuela de comunión,
una red de comunidades y grupos, capaces de articularse entre sí,
para que todos sus miembros se sientan y sean realmente
discípulos misioneros de Jesucristo en comunión.

Fuego divino, ¡ven a nosotros!, danos tus dones y carismas.
Haz de nuestra parroquia una comunidad misionera,
que anuncie a Jesucristo, con audacia y poder,
y colabore con él en la salvación del mundo.

Padre de los pobres, muchas personas viven hoy en pobreza,
sea económica, física, espiritual o moral.
Haz que, con la imaginación de la caridad,
concretemos signos solidarios de compromiso social,
que les ayuden a tener una vida digna
y a alcanzar la plenitud que Jesucristo ofrece.

Santo Paráclito, amor siempre joven de Dios,
abre el corazón y la mente de los jóvenes de esta parroquia
para que aprendan a dejarse amar por Dios Padre,
escuchen la llamada de Jesucristo a seguirlo y, fascinados por él,
sean capaces de entregar su vida sirviendo a los demás.
Suscita entre ellos vocaciones para el sacerdocio y la vida consagrada.

Señor y dador de vida, en la mañana de Pentecostés
María presidió con su oración el comienzo de la evangelización.
Que ella nos acompañe también en este nuevo Pentecostés,
para que nos veamos libres de la fatiga y la desilusión,
y salgamos al encuentro de las personas,
las familias, las comunidades y los pueblos,
para comunicarles que Jesucristo ha llenado nuestras vidas de sentido,
de verdad y amor, de alegría y de esperanza. Amén.