viernes, 16 de octubre de 2009

16 de Octubre de 2009. 31 Aniversario de la Elección de Juan Pablo II

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Video de la Elección de Juan Pablo II. 16 de Octubre de 1978

Hace 31 años fue elegido Papa Juan Pablo II, ve uno de los videos que se conservan de su elección.


PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Balcón central de la Basílica de San Pedro
Lunes 16 de octubre de 1978



¡Alabado sea Jesucristo!

Queridísimos hermanos y hermanas:

Todos estamos apenados todavía por la muerte de nuestro amadísimo Papa Juan Pablo I. Y he aquí que los Eminentísimos Cardenales han designado un nuevo Obispo de Roma. Lo han llamado de un país lejano..., lejano pero muy cercano siempre por la comunión en la fe y tradición cristiana.

He sentido miedo al recibir esta designación, pero lo he hecho con espíritu de obediencia a Nuestro Señor Jesucristo y con confianza plena en su Madre María Santísima.

No sé si podré explicarme bien en vuestra... nuestra lengua italiana; si me equivoco, me corregiréis.

Y así me presento a todos vosotros para confesar nuestra fe común, nuestra esperanza y nuestra confianza en la Madre de Cristo y de la Iglesia; y también para comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y con la ayuda de los hombres.

Oración por las Mamás y los Niños


Dios y Padre nuestro, tú sembraste en san Gerardo María Mayela
un amor increíble a tu Hijo Crucificado, con quien se identificaba,
ayúdanos a seguir siempre tus pasos
y ofrecerte nuestra vida sin guardarnos nada.

A ti te invocamos, Señor de toda vida,
que concediste a san Gerardo, a lo largo de su corta existencia,
un especial cuidado por la vida naciente y las mujeres embarazadas,
Este rasgo típico de su caridad constituye para toda la Iglesia
un estímulo a amar, defender y servir siempre a la vida humana.

Bendice, por intercesión de san Gerardo,
a todas las mujeres que esperar un nuevo nacimiento
y a los hijos que llevan sus entrañas,
para que ambos lleguen sanos a un feliz alumbramiento.

Y a toda tu Iglesia dale el don de amar,
anunciar, defender y ofrecer la vida,
que es el mismo Redentor Jesucristo,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración de una Madre Encinta


Oh gran San Gerardo, amado sirviente de Jesucristo, perfecto imitador de tu Manso y Humilde Salvador, y devoto Hijo de la Madre de Dios: enciende en mi corazón una chispa de ese fuego celestial de caridad que brilló en tu corazón y te hizo un ángel de amor.

Oh glorioso San Gerardo, porque cuando fuiste falsamente acusado de crimen, sobrellevaste, como tu Divino Maestro, sin murmullos ni quejas, las calumnias de hombres malvados, has sido elevado por Dios como Patrón y Protector de las madres encinta. Sálvame del peligro y de los excesivos dolores que acompañan el nacimiento del niño, y protege al niño que ahora llevo, para que pueda ver la luz del día y recibir las aguas del bautismo a través de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexiones del Arzobispo Secretario. Congregación para el Clero



¿Queréis uniros siempre más íntimamente a Cristo Sacerdote, que como víctima pura se ha ofrecido al Padre, consagrándoos vosotros mismos a Dios para la salvación de todos los hombres? (Pontificale Romanum. De Ordinatione Episcopi, presbyterorum et diaconorum,
editio typica altera , Typis Polyglottis Vaticanis 1990)



Vaticano a 15 de octubre de 2009


Queridos hermanos en el Sacerdocio:

La única razón de nuestra vida y de nuestro ministerio es Jesús de Nazaret, Señor y Cristo. La existencia de los Sacerdotes tiene en Él y sólo en Él el propio origen y el propio fin y, en el tiempo, el total y entero desarrollo. El contacto íntimo y personal con Jesús Resucitado, vivo y presente, es realmente la única experiencia, que pude empujar a un hombre a darse totalmente a Dios por medio de los hermanos.

Sabemos muy bien, queridísimos, en qué manera el Señor nos ha seducido, cómo su presencia haya sido en nosotros un hecho irresistible, como afirma el profeta: “Me has seducido, Señor, y me he dejado seducir, has hecho fuerza y has vencido! (Ger. 20,7). Esta seducción, como cualquier cosa preciosa, es necesaria que sea defendida, custodiada, protegida y alimentada con el fin de que no se pierda o, todavía peor, que no llegue a ser un frívolo recuerdo, insuficiente para resistir el golpe – tantas veces agresivo – de la realidad del mundo. La intimidad divina, origen de todo apostolado, es el secreto para guardar permanentemente la maravillosa presencia del Señor.

Ante cualquier motivación, aunque buena, somos Sacerdotes para “estar estrictamente unidos a Cristo, Sumo Sacerdote”, unidos a Aquel que es nuestra única salvación, el Amado de nuestro corazón, la Roca sobre la cual construimos cada momento de nuestro ministerio, Aquel que es más íntimo que nosotros mismos y al que más deseamos. Cristo, Sumo Sacerdote, nos atrae hacia sus adentros. Esta unión con Él, que es el Sacramento del Orden, lleva en sí la participación a su ofrecimiento: “Unirse a Cristo supone la renuncia. Hace que no queramos imponer nuestro camino y nuestra voluntad; que no queramos llegar a ser esto u lo otro, sino que nos abandonamos a El, dónde y en el modo en el que El quiera servirse de nosotros” (Benedicto XVI, Homilía en la Santa Misa Crismal, 9.IV.2009). La expresión “estar unidos” nos recuerda que todo esto no es obra nuestra, fruto de nuestro esfuerzo voluntario, sino obra de la Gracia en nosotros: Es el Espíritu Santo que nos configura ontológicamente a Cristo Sacerdote y nos da la fuerza a fin de perseverar hasta el fin en esa participación a la vida y por eso es obra divina. La “víctima pura”, que es Cristo Señor, llama a cada uno al insustituible valor del celibato, que implica la perfecta continencia por el Reino de los cielos y aquella pureza, que hace que sea “agradable a Dios” nuestra entrega a favor de los hombres.

La intimidad con Jesucristo y la protección de la Beata Virgen María – “toda bella” y “toda pura” – nos sostengan en nuestro diario camino de participación a aquella Obra de Otro, en que consiste el ministerio sacerdotal, sabiendo que tal participación es portadora de salvación sobre todo para nosotros que la vivimos: Cristo es, en tal sentido, nuestra vida.




Mauro Piacenza
Arzobispo titular de Vittoriana
Secretario