domingo, 13 de septiembre de 2009

No es la Iglesia. Periódico "Semanario de Guadalajara"



8 de Septiembre de 2009


A propósito de la afirmación que hizo el Padre Hugo Valdemar, Vocero en el Arzobispado de México, la prensa, en general, manifestó literalmente que “la Iglesia pide revisar los libros de texto…” El asunto sobre el tema que pidió el Padre Valdemar corregir, puede pasar a segundo término, en este momento, pero se refería a la excomunión de los Curas Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón que, en realidad, no murieron en tal situación, sino que fueron absueltos; algo que no reflejan con fidelidad los libros que reparte la Secretaría de Educación.
Pero decíamos que este asunto, por ahora, puede ocupar otro espacio y otro tiempo. Lo citamos como referencia a lo que queremos tratar: “La Iglesia pide (dice, expresa, etc…)”, colocando la voz de la Iglesia en una persona. La verdad es que ésa no es la voz de la Iglesia, ni universal, ni nacional. Sí podemos señalarla como la voz de la Iglesia en la Arquidiócesis de México, por el puesto que desempeña el clérigo mencionado, pero hasta ahí.

Y no es que queramos desprestigiar a nuestro apreciado hermano sacerdote, ni denostar su cargo, sino que muchos fieles se confunden con tal presentación de algunos Medios de Comunicación porque, en realidad, la palabra del P. Hugo (como lo conocemos), no es la voz de la Iglesia en México. Y él tampoco, estamos seguros, cuando habla a nombre de la Arquidiócesis a la que pertenece, se ostenta como la voz de la Iglesia. Jamás lo hemos escuchado que se presente de esa forma, y jamás lo haría. Son algunos Medios los que lo presumen de esa forma.
No es la primera vez que sucede, como también han aplicado este error a Voceros de otras Diócesis, aunque no pertenezcan a la Arquidiócesis de México. Quizás de ésta se ocupan más los comunicadores por estar en la Capital de la República, y probablemente de ahí se derive la confusión propia y la que provocan los reporteros que señalan que “la Iglesia dice…”. No, no es la Iglesia en México la que habla cuando algún Vocero diocesano hace una declaración, aunque lo diga “en la tele”.
La comunidad de creyentes lo debe saber, porque algún Vocero diocesano puede caer en un error, que luego puede interpretarse como si fuera la Iglesia toda, por lo menos la de nuestra Nación. Y porque también no se tiene la pretensión, en ninguno de ellos, de abarcar ese espacio de hablar a nombre de la Iglesia. Ninguno tiene ni pretende ese privilegio, y si acaso alguno lo quisiera, la verdadera palabra oficial de la Iglesia lo ignoraría.
En México, los Obispos que conforman la Conferencia Episcopal Mexicana han destinado, para que sea expresión de su pensamiento ante los Medios de Comunicación, al que funge como Secretario General de este organismo, cargo que actualmente desempeña Mons. José Leopoldo González González, Obispo Auxiliar de Guadalajara, quien también ha sido elegido, recientemente, como Secretario General de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM). Así que no nos hagamos bolas. La Iglesia no dice, cuando algunos reporteros dicen que dijo, porque así lo dijo un Vocero diocesano.
Por desgracia, no creemos que este asunto se resolverá. Seguiremos escuchando, sin duda, cada vez que tenga qué hacer una declaración o responda a una pregunta algún Vocero diocesano, que “la Iglesia dice…”. No es verdad; las cosas no son así, ni nadie de los Voceros diocesanos pretende que así sea.
Tampoco pensamos que hay mala fe de parte de todos los comunicadores. Es, simplemente, incompetencia; es decir, no existe, en algunos reporteros, la suficiente capacitación para cubrir la fuente religiosa. Ahora ya lo expresamos aquí, para que la comunidad creyente sepa, que la palabra de cualquier Vocero diocesano no representa a la Iglesia en México.

Decálogo para leer con provecho la Biblia. Mons. Mario De Gasperín Gasperín. Obispo de Querètaro

Septiembre: mes de la Biblia

1. Nunca creer que somos los primeros que han leído la Santa Escritura. Muchos, muchísimos a través de los siglos la han leído, meditado, vivido, transmitido. Los mejores intérpretes de la Biblia son los santos.

2. La Escritura es el libro de la comunidad eclesial. Nuestra lectura, aunque sea a solas, jamás podrá ser en solitario. Para leerla con provecho, hay que insertarse en la gran corriente eclesial que conduce y guía el Espíritu Santo.


3. La Biblia es “Alguien”. Por eso se lee y celebra a la vez. La lectura mejor de la Biblia es la que se hace en la Liturgia.

4. El centro de la Santa Escritura es Cristo; por eso, todo debe leerse bajo la mirada de Cristo y cumplido en Cristo. Cristo es la clave interpretativa de la Santa Escritura.

5. Nunca olvidar que en la Biblia encontramos hechos y dichos, obras y palabras íntimamente unidas unas con otras; las palabras anuncian e iluminan los hechos, y los hechos realizan y confirman las palabras.

6. Una manera práctica y provechosa de leer la Escritura es comenzar con los santos Evangelios, seguir con los Hechos y las Cartas e ir entreverando con algún libro del Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Jueces, Samuel, etcétera... No querer leer el libro del Levítico de corrido, por ejemplo. Los Salmos deben ser el libro de oración de los grupos bíblicos. Los profetas son el “alma del Antiguo Testamento: hay que dedicarles un estudio especial.

7. La Biblia se conquista como la ciudad de Jericó: dándole vueltas. Por eso, es bueno leer los lugares paralelos. Es un método entretenido, pero muy provechoso. Un texto esclarece al otro, según aquello de San Agustín: “El Antiguo Testamento queda patente en el Nuevo y el Nuevo está latente en el Antiguo”.

8. La Biblia debe leerse y meditarse con el mismo Espíritu con que fue escrita. El Espíritu Santo es su autor principal y es su principal intérprete. Hay que invocarlo siempre antes de comenzar a leerla y al final, dar gracias.

9. Nunca debe utilizarse la Santa Biblia para criticar y condenar a los demás.

10. Todo texto bíblico tiene un contexto histórico donde se originó y un contexto literario donde se escribió. Un texto bíblico, fuera de su contexto histórico y literario, es un pretexto para manipular la Palabra de Dios. Esto es tomar el nombre de Dios en vano.

+ Mario De Gasperín Gasperín
Obispo de Querétaro


Consolidar nuestra democracia. Mons. Carlos Quintero Arce. Arzobispo Emérito de Hermosillo


1.- Está cercana ya la celebración del bicentenario de nuestra Independencia y también el centenario de la Revolución Mexicana – ya están adornando las calles del centro de la ciudad, se preparan fiestas emotivas, hay alegría en los rostros - quizá también a pesar de la crisis habrá la ocasión de derrochar los recursos que tenemos.

Es bueno y alabo en que se organicen fiestas, pero yo espero que estas festividades sean la ocasión de avanzar en nuestra democracia y en el desarrollo de una conciencia cívica de nuestros políticos y de nuestro pueblo, y en lo particular yo espero que nosotros cristianos crezcamos en la conciencia de la dimensión política de nuestra fe.

De alguna manera yo quiero en esta ocasión exhortar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a contribuir a la consolidación de nuestra democracia porque es importante asumir un estilo de vida democrático y promoverlo en el ámbito de vida en el que nos desarrollamos.

2.- Yo espero que nuestros dirigentes inviten a todos a asumir la tarea de formar su conciencia, de respetar siempre los derechos políticos de la ciudadanía, y al trabajar a favor de los pobres no tomar posiciones partidistas y, a ayudar a que toda nuestra comunidad tenga civilizada convivencia fundadas en el respeto a la dignidad de las personas.

Quiero, en esta ocasión, dirigirme especialmente a los padres y a las madres de familia a quienes invito a revisar el estilo de vida familiar para superar las formas autoritarias, por formas participativas y, en la medida de lo posible, democráticas.

Espero también que, todas nuestras instituciones educativas integren autenticas comunidades educativas, que más allá de una educación individualista, se hagan responsables de la trasmisión y vivencia de las virtudes sociales y políticas.

Quiero especialmente dirigirme a los que escriben en los Periódicos y a todos los que trabajan en los medios de comunicación, que tanta influencia ejercen sobre los lectores y la sociedad, para animarlos a vivir su profesión como un apostolado al servicio de la verdad, del bien común y de la democracia.

Además quiero alentar a todos los que participan en organizaciones de la Sociedad Civil para que continúen con renovado entusiasmo fortaleciendo la subjetividad de la sociedad.

3.- A quienes están comprometidos en la actividad política tanto si son parte de algún partido político, como también si ocupan puestos de representación y de servicio público, los exhorto a asumir con valentía, audacia y creatividad la dimensión ética de la política, y a vivirla como caridad social, a impregnar su ambiente de trabajo con una opción decidida por la justicia y por el desarrollo integral de las personas.

Particularmente las más pobres – Yo espero que los políticos sean fieles a su conciencia cristiana que les pide la promoción de la dignidad humana y el respeto de la vida en todas sus etapas, desde su concepción hasta su final natural.

Los invito a todos mantenernos unidos en la esperanza, porque creo que todos trabajamos por lograr una Patria mejor. Busquemos siempre consolidar nuestra democracia.

Felices Fiestas Patrias.

Afectísimo en Jesucristo; Le Bendigo de todo corazón.



+ Mons. Carlos Quintero Arce
Arzobispo Emérito de Hermosillo


Mensaje del Señor Cardenal Norberto Rivera Carrera en el Centro Cultural México- Turquia


México, D.F. 10 de septiembre 2009


Señores Directores del Centro de Intercambio Cultural México-Turquía.

Señor Embajador de Turquía en México

Autoridades del Gobierno Mexicano

Señoras y señores:

Quiero manifestar mi alegría por estar entre ustedes en este Centro de intercambio cultural entre dos naciones de grandes tradiciones culturales y religiosas, México y Turquía, y de grandes experiencias de hospitalidad y apertura hacia las distintas naciones del mundo. México inició una nueva etapa de su historia en la llamada revolución de 1910, al tiempo que Turquía inicia con Mustafá Kemal Ataturk su etapa de modernidad. También debemos destacar el esfuerzo contemporáneo de un México más abierto a la democracia y al reconocimiento de los derechos humanos fundamentales, señaladamente el de la libertad religiosa, tal como comienza a suceder también en la historia de Turquía, deseosa de abrir sus espacios hacia la Europa occidental con quien tiene fuertes vínculos.

Al pensar en la gran nación turca, desde siempre puente entre oriente y occidente, puerta entre el continente asiático y el europeo, no puedo dejar de señalar la historia antigua de este gran territorio que guarda una estrecha relación con la cultura helenista y romana y, muy especialmente, con los orígenes de las primeras comunidades de la Iglesia, siendo la patria de uno de los principales forjadores de nuestra tradición cristiana: san Pablo de Tarso y siendo la segunda patria de uno de los más notables apóstoles, san Juan el evangelista, con quien se vincula en una antigua tradición la permanencia de la Virgen María en Éfeso. Tampoco puedo dejar de recordar los grandes momentos en el desarrollo de la Iglesia a través de los concilios de los siglos IV y V, de Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia, todos dentro de este territorio que se organizó en torno al patriarcado de Constantinopla, caminando por varios siglos junto al imperio bizantino, y que nos ha dejado, como testimonio imperecedero, la Basílica de Santa Sofía, en la actualidad una gran mezquita de Estambul.



Son muchas las historias que podríamos recordar, historias de culturas y pueblos que hoy forman una nueva realidad, tal como sucede también en México, donde sus culturas antiguas y sus habitantes originales se han transformado y se han enriquecido con el encuentro nuevas culturas y nuevos contingentes humanos. Nunca ha sido fácil para los pueblos el desarrollo de su historia, y no es la excepción ni para México, ni para Turquía. Hoy, sin embargo, tienen una fisonomía propia y buscan desplegar su identidad hacia el futuro en pacífica convivencia con las demás naciones. Por ello quiero manifestar mi aprecio por este singular centro de intercambio cultural en el que nos encontramos reunidos esta noche.



Hay un motivo que nos anima a compartir este momento no solo como ciudadanos de un país, unos de México, otros de Turquía, sino también como herederos de una gran tradición religiosa, el reconocimiento del único Dios, que desde el Patriarca Abraham nos lleva por caminos paralelos en la búsqueda y en la obediencia del Altísimo, del único Santo, Señor y dador de vida, Señor del universo todo. Quiero recordar las palabras con que el Concilio Vaticano II, nos anima a fortalecer nuestros lazos de amistad cuando dice que “La Iglesia mira con aprecio a los musulmanes, que adoran al único Dios vivo y subsistente, misericordioso y omnipotente, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse por entero, como se sometió a Dios Abrahán, a quien la fe islámica se refiere de buen grado. Veneran a Jesús como profeta… honran a María, su madre virginal, y a veces incluso la invocan devotamente. Además, esperan el día del juicio, cuando Dios recompensará a todos los hombres una vez que hayan resucitado. Aprecian, por tanto, la vida moral y veneran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno. Si bien en el transcurso de los siglos han surgido no pocas disensiones y enemistades entre cristianos y musulmanes, el santo Sínodo exhorta a todos a que, olvidando lo pasado, ejerzan sinceramente la comprensión mutua, defiendan y promuevan juntos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres” [1] .



Un gran amigo de México, en la fe y en el testimonio del único Dios, el Papa Juan Pablo II, visitó nuestros dos países hace treinta años. Fue él quien expresó “México siempre fiel” al contemplar nuestra religiosidad, y en su visita a Turquía a finales del mismo año en 1979, decía, “Me pregunto si no será urgente, precisamente hoy en que los cristianos y los musulmanes han entrado en un nuevo periodo de la historia, reconocer y desarrollar los vínculos espirituales que nos unen, a fin de “defender y promover juntos la justicia social, los valores morales, la paz y la libertad” [2] .



También es oportuno recordar las palabras que dirigió el Papa Benedicto XVI a las autoridades turcas durante su visita en 2006, donde dijo: “espero que lleguemos a conocernos mejor, fortaleciendo los vínculos de afecto entre nosotros, con el deseo común de convivir en armonía, en paz, y con confianza mutua. Como creyentes, encontramos en la oración la fuerza necesaria para superar todo rastro de prejuicio y dar un testimonio común de nuestra firme fe en Dios” [3] .



Quiero hacer mías todas estas expresiones que muestran la actitud de apertura y respeto de la Iglesia católica hacia el mundo musulmán en general y el pueblo turco, en especial. Una actitud que debe ir más allá de discursos y pronunciamientos, a los hechos concretos en la relación de las personas y en la apertura de caminos de confianza, de dialogo y mutuo aprecio, por nuestras inquietudes espirituales y nuestros valores comunes. Hoy debemos manifestar juntos nuestro amor y respeto a la vida como don de Dios, nuestro compromiso con el reconocimiento de la dignidad humana y vocación a la trascendencia. Juntos podemos buscar que haya un verdadero respeto a la libertad religiosa y al derecho de los creyentes para participar en la construcción de la sociedad a la que pertenecen.



No cabe duda que una de las grandes acciones que debemos manifestar mucho más a menudo al mundo y a la cultura de hoy, es nuestra convivencia en armonía y en paz, dentro de nuestra común búsqueda de Dios. Un mundo que se destruye entre el odio y la violencia debe contemplar que nuestros caminos hacia Dios nos unen en el respeto y el aprecio, y nos llevan a dar un testimonio común de amistad, sin dejar las propias convicciones y sin confundir nuestros propios caminos hacia Dios. El mundo de hoy espera de nosotros signos más coherentes de reconciliación y fraternidad. Son los odios los que impiden a muchos encontrar caminos hacia el Verdadero Dios, es la violencia la que aleja a muchos de la verdadera esperanza. Cuando avanza en muchos ambientes la incredulidad y el materialismo, cuando entre muchos jóvenes de nuestro tiempo hay un vacío espiritual, se hace más urgente mostrar con sencillez y coherencia la alegría de la fe y la capacidad de compartir la riqueza de nuestras tradiciones religiosas.



Quiero manifestar como Arzobispo y Pastor de esta iglesia Arquidiocesana de México mi gratitud por esta deferencia de hacernos participar en la ruptura del ayuno de este día, en el mes de Ramadán, dentro de los últimos diez días que, de acuerdo a la tradición, debe ser el periodo más intenso. Compartimos el sentido religioso del ayuno, como escuela de disciplina y de piedad, no solo por la abstinencia de los alimentos, sino también por el crecimiento moral que implica, al exigirnos de manera personal, dejar de lado malas acciones y desarrollar nuestra generosidad hacia los demás. Compartimos el sentido religioso del ayuno, que desde tiempos antiguos acompaña a los todos los fieles como una expresión de renuncia a las cosas importantes de la vida, como preparación para recibir una mayor experiencia de Dios.



Mi gratitud por esta iniciativa para reunirnos, mi aprecio por este testimonio de religiosidad que nos edifica mutuamente.



Que Dios nos bendiga a todos, ¡Sólo Dios es grande!

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[1] Documentos del Concilio Vaticano II (1962-1965), Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas (Declaración Nostra Aetate) #3.



[2]Viaje Apostólico de su Santidad Juan Pablo II a Turquía, Homilía en la liturgia celebrada para los católicos de Ankara, #3. 20 de noviembre 1979. L´Osservatore Romano, edición en español, 9 de diciembre 1979, p 8.



[3] Viaje Apostólico de su Santidad Benedicto XVI a Turquía, Discurso del Santo Padre durante el encuentro con el Presidente del Departamento de Asuntos Religiosos de Turquía, 28 de noviembre 2006.