viernes, 23 de marzo de 2012

Discurso del Presidente Felipe Calderon Hinojosa en el Aeropuerto de Silao Guanajuato

Silao, Guanajuato, 23 de marzo del 2012

Su Santidad Benedicto XVI.

Muy distinguidos integrantes de la Comitiva que le acompaña.

Señor Senador José González Morfín, Presidente del Senado de la República.

Señor Diputado Guadalupe Acosta Naranjo, Presidente de la Cámara de Diputados.

Señor Ministro Aguirre Anguiano, representante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Señor licenciado Juan Manuel Oliva Ramírez, Gobernador de Guanajuato.

Señores Gobernadores de las distintas entidades federativas de la República Mexicana.

Muy queridas niñas, muy queridos niños.

Distinguidos invitados especiales.

Señoras y señores de los medios de comunicación.

Señores Cardenales, Arzobispos y Obispos.

Mexicanas y mexicanos:

Bienvenido a México, Su Santidad Benedicto XVI. Es una gran alegría recibirlo en tierra mexicana.

Al pueblo mexicano le regocija que haya usted aceptado la invitación que en su nombre, tuve el honor de formularle como Presidente de la República, en mi Visita de Estado al Vaticano.

La presencia de Su Santidad entre nosotros adquiere un significado enorme en horas aciagas, en momentos en que nuestra Patria atraviesa por situaciones difíciles y decisivas.

Son muchos los desafíos que a los mexicanos nos ha tocado enfrentar en los últimos tiempos.

Lo recibe, Su Santidad, un pueblo que ha sufrido mucho por diversas razones, y que a pesar de ello hace enormes esfuerzos todos los días para llevar el alimento a la mesa de la casa, para educar a los hijos, para sacar adelante a la familia.

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN EL AEROPUERTO DE SILAO, GUANAJUATO



VIAJE APOSTÓLICO A MÉXICO Y A LA REPÚBLICA DE CUBA 
(23-29 DE MARZO DE 2012)

CEREMONIA DE BIENVENIDA

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Silao, Aeropuerto internacional de Guanajuato
Viernes 23 de marzo de 2012


Excelentísimo Señor Presidente de la República,
Señores Cardenales,
Venerados hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio,
Distinguidas autoridades,
Amado pueblo de Guanajuato y de México entero

Me siento muy feliz de estar aquí, y doy gracias a Dios por haberme permitido realizar el deseo, guardado en mi corazón desde hace mucho tiempo, de poder confirmar en la fe al Pueblo de Dios de esta gran nación en su propia tierra. Es proverbial el fervor del pueblo mexicano con el Sucesor de Pedro, que lo tiene siempre muy presente en su oración. Lo digo en este lugar, considerado el centro geográfico de su territorio, al cual ya quiso venir desde su primer viaje mi venerado predecesor, el beato Juan Pablo II. Al no poder hacerlo, dejó en aquella ocasión un mensaje de aliento y bendición cuando sobrevolaba su espacio aéreo. Hoy me siento dichoso de hacerme eco de sus palabras, en suelo firme y entre ustedes: Agradezco ― decía en su mensaje ― el afecto al Papa y la fidelidad al Señor de los fieles del Bajío y de Guanajuato. Que Dios les acompañe siempre (cf. Telegrama, 30 enero 1979).