miércoles, 29 de febrero de 2012

Benedicto XVI y el narcotráfico. Escrito por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel. Obispo de San Cristobal de las Casas

Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristobal de las Casas
HECHOS
El Papa viene a México en una etapa difícil. Estamos enfrentando el exorbitado poder económico y armamentístico de quienes han encontrado un caudal de dinero en el tráfico de drogas dentro del país y sobre todo hacia Estados Unidos, donde más se consumen. Los jefes de este negocio ilícito y destructor intentan corromper todo y a todos, para que les dejen el campo libre. Se empeñan en coludir a gobernantes y aspirantes a puestos públicos, para asegurar su predominio e impunidad. El pueblo, pobres y ricos, se siente indefenso, acorralado, impotente para defenderse de criminales sin conciencia ni humanidad.


El gobierno federal hace cuanto puede para combatir esta lacra, pagando un precio muy alto de desprestigio político por los innumerables muertos que esta lucha ha provocado. Pero, ¿sería justo dejar sin amparo a quien sufre extorsiones, secuestros, asesinatos? ¿La solución es que ya se retire el ejército de esta lucha? ¿Qué se deje a los narcos operar sin restricciones? Sería una irresponsabilidad doblar las manos y la conciencia ante su opresión.


Todos quisiéramos gozar de tranquilidad; que nadie falleciera por los efectos colaterales de esta cruzada; que los capos, sus subalternos y esbirros se convirtieran; que nadie violara derechos humanos; que las instancias judiciales fueran efectivas; que no huyera el turismo; que tuvieran confianza los inversionistas; que pudiéramos transitar sin temor en nuestros pueblos y ciudades. Lograr esta paz, ¿es sólo competencia del gobierno? Quienes han destruido las sólidas bases de la familia tradicional, con leyes y costumbres contra la vida y contra el matrimonio, son éticamente responsables de este cáncer social, aunque no lo quieran reconocer; es más fácil lavarse las manos y culpar de todo al gobierno.


CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI, desde el año 2005, cuando los obispos mexicanos estuvimos con él en Roma, nos dijo al respecto: “Sigue siendo motivo de gran preocupación que en algunos ambientes, por el afán de poder, se hayan deteriorado las sanas formas de convivencia y la gestión de la cosa pública, y se hayan incrementado además los fenómenos de la corrupción, impunidad, infiltración del narcotráfico y del crimen organizado. Todo esto lleva a diversas formas de violencia, indiferencia y desprecio del valor inviolable de la vida.


Una atención especial merece el problema del narcotráfico, que causa un grave daño a la sociedad. A ese respecto, hay que reconocer el esfuerzo continuo realizado hasta ahora por el Estado y algunas organizaciones sociales en la lucha contra esta terrible plaga que afecta a la seguridad y a la salud pública. No debe olvidarse que una de las raíces del problema es la gran desigualdad económica, que no permite el justo desarrollo de una buena parte de la población, llevando a muchos jóvenes a ser las primeras víctimas de las adicciones, o bien atrayéndolos con la seducción del dinero fácil procedente del narcotráfico y del crimen organizado. Por ello, es urgente que todos aúnen esfuerzos para erradicar este mal mediante la difusión de los auténticos valores humanos y la construcción de una verdadera cultura de la vida. La Iglesia ofrece toda su colaboración en este campo”.


PROPUESTAS
Padres de familia, educadores, gobernantes, creadores de opinión, legisladores, artistas, comunicadores: En vez de desgastarnos echándonos culpas unos a otros, unamos esfuerzos por salvar la familia contra todas las tentaciones e insidias que el mundo moderno propone, pues niños y jóvenes que gozan de un hogar estable y sereno, son los mejor protegidos de la corrosión y los que salvarán al país. El divorcio fácil, las infidelidades conyugales legitimadas, el libertinaje sexual exaltado por la publicidad, la ligereza de costumbres de las telenovelas, dejan a los hijos a la deriva, sin valores sólidos.


Agentes de pastoral: Demos la prioridad debida a la pastoral juvenil y familiar; dediquemos más tiempo a los jóvenes y a los matrimonios. Tenemos una luz y una esperanza que ofrecer al país. Y que la visita del Papa nos fortalezca y nos ilumine.


+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

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