jueves, 15 de marzo de 2012

Benedicto XVI: hombre fiel. Escrito por Mons. Mario Espinosa Contreras

Mons. Mario Espinoza Contreras
Obispo de Mazatlán
Una de las características fundamentales de Jesucristo es la fidelidad, fue a lo largo de su vida fidelísimo a la comunión íntima, afectuosa y comprometida con su Padre, cumpliendo su designio y voluntad, aun en medio de las dificultades, sufrimientos, rechazos y la misma muerte. Cristo siempre fiel espera que todos sus discípulos vivamos como él, en el amor a Dios y a los hermanos, en la responsabilidad a nuestra vocación y misión y disponibles a la voluntad divina.


Esta hermosa y gratificante experiencia de lealtad y perseverancia, ha sido una realidad en la existencia fecunda de Benedicto XVI. Desde muy joven empezó a sentir que Dios quería algo para él, y luego vislumbró que su llamado era hacia el sacerdocio, y así ingreso al seminario de Traunstein; a los 16 años junto con sus compañeros fue obligado a integrarse al servicio militar activo, y al año siguiente, cuando el comandante de la compañía les preguntó que querían ser en el futuro, Joseph Ratzinger con valentía y sinceridad respondió que quería ser sacerdote católico, no temió dar su respuesta, aun sabiendo que no le agradaría al subteniente que escuchó con desprecio, y afirmó con arrogancia que en la “nueva Alemania no había necesidad de curas”. El joven Joseph perseveró en su determinación vocacional, así vivió las inclemencias de la Segunda Guerra Mundial, donde incluso fue hecho prisionero, y al cabo de unos meses salió libre; y en las vicisitudes, carencias e infortunios de la post-guerra, realizó con suma dedicación su formación sacerdotal siendo consecuente con su llamado sacerdotal.




Ya Presbítero, como Vicario parroquial daba 16 horas semanales de religión, y pedaleando su bicicleta atravesaba de punta a punta todo Múnich, para atender pastoralmente a sus hermanos que requerían muchos bautismos y exequias, de hecho en Alemania había gran necesidad de sacerdotes; de esta forma J. Ratzinger cotidianamente asumía con agrado la voluntad de Dios como pastor y luego como maestro universitario.


Dios lo proveyó de admirables cualidades humanas e intelectuales, él se formó esmeradamente para ser presbítero, y se estaba desarrollando sacerdotalmente como investigador, teólogo y docente universitario, cuando el Señor se cruzó en su camino, y lo eligió para presidir como Arzobispo la pastoral de Múnich.


Luego Dios, intervino de nuevo en su vida, y lo llamó a la delicada labor de ser el Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, ministerio que desarrolló con esplendidez, siendo por una parte un prudente custodio de la integridad de la fe católica, y por otra parte un gran impulsor y promotor de ella, especialmente en la obra magna de coordinar la elaboración del magnifico nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, dándonos un hermoso testimonio de que en nuestros oficios y trabajos, debemos buscar el impulso creativo de lo que tenemos encomendado, no sólo es un cumplir mecánico sino un envolverse en la responsabilidad con imaginación y proyección.


Siendo Cardenal y avizorando personalmente su retiro y jubilación, para dedicarse por completo a la investigación y elaboración teológica que tanto le agrada, Dios nuestro Padre lo “ciño y lo llevo a donde no quería” (cfr. Jn 21, 18) a ser el sucesor de Pedro, asumir el Supremo Ministerio de Jurisdicción y Amor en la Iglesia, a continuar la labor acuciosa de “confirmar la fe de sus hermanos”, de ser el Pastor Universal y el Papa número 265.


Benedicto XVI toda su existencia ha sido fiel a su vocación sacerdotal y a su misión en el mundo, Dios ha sido permanentemente el tema central de todos sus esfuerzos evangelizadores, llegar al “núcleo de la fe”, ha sido su constante aspiración, y desde joven su método ha sido al estilo de san Agustín, conjuntar la enseñanza con el presente y con los desafíos de la persona humana, y ha sido sobre todo un discípulo fiel a Jesucristo, a quien ha tratado de amar y dar a conocer a los demás.


En la venturosa ocasión de su Visita Apostólica a México, recojamos su testimonio de fidelidad y procuremos en nuestras propias vidas, vocaciones y misiones, ser como Jesucristo, el Hijo fiel del Padre, el hermano misericordioso con los demás y el constructor de un mundo nuevo. Que Dios nos conceda a nosotros, el don de la perseverancia y de la fidelidad a estilo de Benedicto XVI.


+ Mario Espinosa Contreras
Obispo de Mazatlán

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