domingo, 5 de abril de 2009

Domingo de Ramos "de la Pasión del Señor"


La celebración de este domingo es una apertura de la Semana Santa, fiel a los diversos relatos de la Pasión, cuya memoria se celebra; Ya que la pasión del Señor precisamente empieza con el jubilo y gloria de cuando entró Jesús a Jerusalén entre las aclamaciones de los Hebreos.

La dramatización de esta entrada de Cristo, cuyo rito se haya al inicio de la celebración propia de este domingo tiene su inicio desde muy antigua en la propia Jerusalén, donde en el siglo IV aproximadamente el Obispo y los monjes de Laura de Pharan invitaban al pueblo congregarse a determinada hora - cerca de la hora séptima- en la Iglesia del Monte de los Olivos para partir en procesión hacia la ciudad de Jerusalén y de ahí proseguir hacia la Anástasis.

Con el tiempo esta tradición fue extendiéndose por todo Oriente hasta hallar sus primeras huellas en Occidente con San Isidoro de Sevilla (+ 636) alrededor del siglo VII donde en Roma ya se celebraba una procesión con un modelo semejante al utilizado en Jerusalén conservando la tradición de empezar y terminar la procesión en lugares diversos.

Con el transcurso del tiempo y ante la dificultad que presentaban varias Iglesias particulares de no disponer de dos templos para llevar a cabo la procesión en la forma acostumbrada, surge el rito de la procesión tal y como la conocemos ahora, con las modificaciones propias que propone la liturgia para determinados lugares, llevándose a cabo una "entrada solemne o sencilla" pero conservando donde sea posible el rito antiguo de una procesión desde "una Iglesia menor o en algún otro lugar adecuado".

Una mención especial requiere la participación en la procesión de algún grupo de infantes que, a ejemplo de los niños que seguramente acompañaron a sus padres en la aclamación a Cristo, surge alrededor del siglo X sobre todo cuando en el pontifical romano alemán aparece en el antiguo modo antifonal los salmos 23 y 46, intercalados con la antífona "Pueri Habraeórum" durante la distribución de los ramos y la correspondiente procesión, en ella, los infantes abrían esta juntamente con el Obispo, el cual, a la manera de Cristo iba montado en un borrico o jumento. Esta situación bien podría retomarse en nuestras comunidades al permitir a los infantes participar conjuntamente en la procesión y por consiguiente que ellos puedan expresar más a su modo su alabanza a Cristo, siempre y cuando no caigamos en el extremo de dar al rito un tono demasiado "infantil".

Punto aparte merece la antífona de la comunión "Pater si non…", la cual establece una relación entre el cáliz de la eucaristía y el cáliz de la pasión al recordarnos que si bebemos el cáliz de la sangre del Señor, entramos de hecho en comunión con su pasión.

Los ramos que durante este domingo bendecimos no deben de quedar en nuestras casas como un recuerdo "bonito" del Domingo de Ramos de este año jubilar, sino que por el contrario, al llevarlos a casa debe ser una llamada de atención continua sobre nuestro compromiso de seguir a Cristo tanto en el júbilo como en el dolor de su pasión.

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