jueves, 23 de julio de 2009

Comunicado de la Arquidiócesis de Acapulco, La caridad en la verdad: para un desarrollo humano integral


En días pasados fue publicada la Carta Encíclica Cáritas in Veritate ( La Caridad en la Verdad) del Papa Bendicto XVI, dirigida a los católicos y a todas las personas de buena voluntad, sobre el desarrollo humano integral en la Caridad y en la Verdad. Es la segunda encíclica social del actual Pontífice, en la cual aborda el tema del desarrollo centrado en la dignidad de la persona humana.

Este documento es de gran relevancia en este momento marcado por la crisis financiera y económica que ha impactado a la economía global, causando graves daños a los pueblos como el deterioro de la calidad de vida, el desempleo. La economía y las finanzas, al ser instrumentos para el desarrollo, suelen ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene sólo referencias egoístas, teniendo efectos perniciosos.


La encíclica papal es un llamado a un examen responsable del funcionamiento de la economía que produce efectos tan desastrosos como el hambre, las desigualdades, la violencia social, el desempleo y el deterioro del medio ambiente. Hay razones que explican el hecho de que la economía no esté favoreciendo el desarrollo de todos los pueblos y de todas las personas. Una economía excluyente es siempre inhumana e inmoral.


Esto quiere decir que, muchas veces, se ha optado por un modelo de desarrollo que se sustenta en las inversiones y en los avances tecnológicos. Un modelo de desarrollo que margina e, incluso, excluye otras dimensiones fundamentales de la persona humana y de la humanidad.


Cuando el desarrollo compromete los recursos naturales y deteriora el medio ambiente, se vuelve contra sí mismo. Al proteger a la tierra, el aire y las aguas, el hombre se protege a sí mismo y, por otra parte, el respeto a la vida humana genera una cultura que busca salvaguardar otras formas de vida como la animal y la vegetal. Por eso, el respeto a la vida, en todas sus formas, es una condición necesaria para un desarrollo sustentable y solidario que produzca justicia y abra las puertas hacia un futuro mejor.


Por otra parte, el desarrollo no sólo depende de las condiciones materiales como las que se refieren a la economía y a las nuevas tecnologías. El desarrollo tiene una necesaria dimensión ética. Mientras que la riqueza mundial crece en términos absolutos, paradójicamente crecen también las desigualdades económicas y sociales.


También es necesario ponderar la dimensión cultural del desarrollo. Que muchas veces se margina en las políticas públicas como si la cultura fuera algo superfluo y sin incidencia en el progreso de los pueblos. La cultura de un pueblo llega a ser decisiva para su desarrollo y para abandonar el subdesarrollo.


La encíclica señala, con mucha fuerza, la dimensión espiritual y religiosa del desarrollo. En este contexto, el Papa habla del amor cristiano como una fuente de energía que puede orientarse hacia la lucha por la justicia, a la defensa de los derechos humanos, al cuidado del medio ambiente. Sobre todo si se trata del amor vinculado a la verdad sobre Jesucristo y sobre el hombre. “La caridad en la verdad, -dice al comienzo de la encíclica- de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz”.

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