Con gran emoción los Padres Cardenales presentes en Roma se estrechan hoy en torno a Usted, para manifestarle una vez más su profundo afecto y para expresarle su viva gratitud por Su testimonio de abnegado servicio apostólico, por el bien de la Iglesia de Cristo y de la humanidad entera.
El pasado sábado, al final de los Ejercicios Espirituales en el Vaticano, Usted ha querido agradecer a Sus Colaboradores de la Curia Romana, con estas conmovedoras palabras: queridos amigos me gustaría daros las gracias a todos, y no sólo por esta semana, sino por estos ocho años, en que habéis llevado conmigo, con gran competencia, afecto, amor y fe, el peso del ministerio petrino. Amado y venerado Sucesor de Pedro, somos nosotros quienes debemos agradecerle por el ejemplo que nos ha dado en estos ocho años de Pontificado. El 19 de abril de 2005 Usted se insertaba en la larga cadena de Sucesores del Apóstol Pedro y hoy, 28 de febrero de 2013, Usted se dispone a dejarnos, en espera que el timón de la barca de Pedro pase a otras manos. Así se continuará aquella sucesión apostólica, que el Señor ha prometido a su Santa Iglesia, hasta cuando sobre la tierra se oirá la voz del Ángel del Apocalipsis que proclamará: "Tempus non erit amplius ... consummabitur mysterium Dei" (Ap 10, 6-7) "¡Se acabó el tiempo de la espera!.. Se cumplirá el misterio de Dios!". Terminará así la historia de la Iglesia, junto a la historia del mundo, con el adviento de cielos nuevos y tierra nueva.
Padre Santo, con profundo amor hemos tratado de acompañarle en Su camino, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, quienes, luego de haber caminado con Jesús por un buen trecho, se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino?” (Lc 24,32). Sí, Padre Santo, sepa que también nuestros corazones ardían cuando caminábamos con Usted en estos últimos ocho años. Hoy una vez más queremos expresarle toda nuestra gratitud.
En coro Le repetimos una expresión típica de Su querida tierra natal: "Vergelt's Gott", ¡que Dios se lo pague!
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