
Señor, enséñame a envejecer. Convénceme de que no son injustos conmigo los que me quitan responsabilidad, los que no me piden mi opinión, los que llaman a otro para que ocupe mi puesto.
Quítame el orgullo de mi experiencia pasada; quítame el sentimiento de creerme indispensable, que en este gradual despego de las cosas yo sólo vea la ley del tiempo, y considere este relevo en los trabajos como manifestación interesante de la vida, que se releva bajo el impulso de tu providencia.

Finalmente te pido que me perdones si sólo en esta hora caigo en la cuenta de cuánto me has amado, y concédeme que mire con mucha gratitud hacia el destino feliz que me tienes preparado y hacia el cual me orientaste en el primer momento de mi vida.
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