martes, 9 de marzo de 2010

Oración del enfermo al comenzar la jornada. Atribuida a San Hilario de Poitiers


Señor, voy a comenzar un nuevo día; resuenan en mis oídos las palabras que dijiste:
Aunque la madre olvide a sus hijos, yo jamás te olvidaré. Sé que me miras con cariño Y me amas con ternura porque estoy enfermo. Estoy debilitado físicamente, estoy preocupado por la enfermedad que se apoderó de mí.
A veces, el sufrimiento me hace perder el gusto a la vida. Pero la fe me da la seguridad de que estás a mi lado, para ampararme, para consolarme, y para comunicarme la fuerza necesaria a fin de que no vacile en la hora del dolor y no me desanime en la hora del sufrimiento.

Así como la madre demuestra todo su desvelo maternal y su amor cuando el hijo está
enfermo, así yo creo, Señor, que tu bondad me va a proteger y guiar durante este día, ya que soy tu hijo y estoy enfermo. Te agradezco la noche que pasé, el descanso que tuve y las horas de vigilia que aproveché para pensar en ti. Te agradezco por el desvelo de aquellos que me cuidaron y me atendieron cuando lo necesité.
Ante la inseguridad que siento al comenzar este nuevo día, confío en ti, ya que todo lo que tengo y lo que soy te pertenece. El deseo de recuperarme y volver junto a mis seres queridos me hará enfrentarme a todo lo que sea preciso. En el esfuerzo de los que me atienden veré tu mano, Señor, que quiere levantarme y verme restablecido. Los sacrificios que este día me reserva con tu ayuda quiero soportarlos pacientemente y las alegrías que por ventura sienta, quiero compartirlas con quien esté sufriendo conmigo. En mi ansia de ser feliz haré todo lo que se me ordene, con la frente erguida y el ánimo sereno.
Te pido, Señor, que alivies los dolores de los que sufren más que yo. Bendice mi día y acepta mis sufrimientos; te los ofrezco en unión con los sufrimientos de Jesús. Amén.

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