lunes, 11 de junio de 2012

Tema del 50 Congreso Eucarístico Internacional. La Eucaristía: Comunión con Cristo y entre nosotros


El Papa Benedicto XVI ha dado su aprobación formal al tema propuesto por el Arzobispo Martin para el 50º Congreso Eucarístico Internacional: La Eucaristía: Comunión con Cristo y entre nosotros.


A continuación se ofrece una breve presentación del Tema.

El tema del Congreso La Eucaristía: Comunión con Cristo y entre nosotros, Tiene sus raíces en La Constitución Dogmática sobre la Iglesia, (Lumen Gentium) del concilio Vaticano II, donde leemos:
Participando realmente del Cuerpo del Señor en la fracción del pan eucarístico, somos elevados a una comunión con Él y entre nosotros. «Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan» (1 Col 10,17). Así todos nosotros nos convertimos en miembros de ese Cuerpo (cf. 1 Col 12,27) «y cada uno es miembro del otro» (Rom. 12, 5). (Lumen Gentium,7).

La eclesiología del Vaticano II es una eclesiología de Comunión. Sobre esto, El Papa Juan Pablo Il, en su mensaje a la Curia Romana en 1990, explicaba:


Koinonia es la dimensión que reviste la constitución misma de la Iglesia y su expresión: Desde la profesión de fe hasta el testimonio de la praxis, desde la transmisión de la doctrina hasta la articulación de las estructuras de la misma. Con razón insiste la enseñanza del Concilio Vaticano , haciéndola inspiración y el eje central de sus documentos. Es una cuestión de comunión teológica y trinitaria de cada uno de los fieles con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la cual, se refleja efusivamente en la comunión de los fieles entre sí, reuniéndolos en un único pueblo... con una dimensión especial que es a la vez visible y social. De este modo la Iglesia aparece como la comunión universal de caridad, que se funda en la fe, en los sacramentos y el orden jerárquico, en el que, los pastores y los fieles, personal y comunitariamente se nutren de la fuente de la gracia, obedientes al Espíritu del Señor que es el Espíritu de Amor y de Verdad. (Discurso a la Curia Romana, 20/12/1990, AAS 83, 1991, 742)

¿Qué motiva la elección de este tema?

El Congreso Eucarístico hacer palpable «el lugar central de la Eucaristía en la vida de la Iglesia y en su misión pro mundi vita» (Estatutos, Art. 16) La eclesiología de comunión crea lazos importantes entre la Iglesia y la Eucaristía. La Iglesia es una comunión, que obtiene su vida de la Eucaristía (cf. Ecclesia de Eucharistia). Esta comunión está constituida por la presencia real de Cristo, pero también por la presencia de aquellos que, siendo muchos o pocos, se reúnen en Su nombre «en la única mesa de la Palabra y del Pan de vida.» (Dies Domini, 36), y entran en un encuentro real y personal con Cristo en la Eucaristía, el cual informa sus vidas.

En un mundo en el cual muchas formas de Comunidad han caído, la Iglesia no es sólo Comunión, sino que también tiene un elemento esencial en su misión: la tarea de proponer, construir y sostener las formas de comunidad.

La Eucaristía dominical, congregando semanalmente a los cristianos como familia de Dios entorno a la mesa de la Palabra y del Pan de vida, es también el antídoto más natural contra la dispersión. Es el lugar privilegiado donde la comunión es anunciada y cultivada constantemente. Precisamente a través de la participación eucarística, el día del Señor se convierte también en el día de la Iglesia, que puede desempeñar así de manera eficaz su papel de sacramento de unidad. (Novo Millennio Ineunte, 36; cf. también 43-45)

Esperamos que el tema La Eucaristía: Comunión con Cristo y entre nosotros contribuirá a un entendimiento más enriquecido de la Eucaristía como una comunión verdadera y personal con Jesucristo y a un entendimiento renovado de la Iglesia como Comunidad esencialmente eucarística.


Posibles desarrollos del Tema:

Es posible identificar varias direcciones en las que el tema se puede desarrollar, y a través de los cuales podría contribuir a un renovado entendimiento de la centralidad de la Eucaristía en la vida y misión de la Iglesia. Estas posibilidades incluirían:

Comunión con Cristo: Dios es una comunión de vida y amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Constantemente estamos siendo atraídos hacia esta comunión de amor por la acción de Dios, en la invitación que se nos ofrece por el Hijo y que se mantiene ante nosotros por la acción del Espíritu Santo. El sacramento del Bautismo, por el cual nos convertimos en miembros del Cuerpo de Cristo, «introduce a la Eucaristía» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1244) que completa nuestra iniciación y nos atrae a una comunión con Cristo. (cf. Lumen Gentium 7; Ad Gentes 39). Es Cristo quien nos invita a participar en la Eucaristía, como muestra de su amor. Es su Palabra la que escuchamos en el Evangelio. Es su Cuerpo y su Sangre lo que recibimos. Es en su nombre que somos enviados.

Comunión entre nosotros: Somos atraídos a una comunión de vida en el sacramento del bautismo. Esta Comunión se nutre y fortalece en la eucaristía (cf. Lumen Gentium 7; Ecclesia de Eucharistia 24; Sacramentum Caritatis, 15 y 76; Plegaria Eucarística I para la Reconciliación). No estamos invitados a la mesa del Señor como simples individuos. Nos sentamos juntos a escuchar su palabra. Compartimos “un único pan.” Como los primeros discípulos, somos enviados, no solos sino juntos.

La Eucaristía y el Sacerdote: La Eucaristía es el centro del misterio del sacerdote y es a través de la Eucaristía que ellos se están «comunicando con Cristo cabeza y conduciendo a otros a la misma comunicación» (Ad Gentes, 39). La actividad misionera de la Iglesia consiste en extensión de comunión por medio de la construcción, día a día, del Cuerpo de Cristo.

La Eucaristía y el Matrimonio Cristiano: El sacramento del matrimonio es el signo visible y eficaz del amor sacrificial de Cristo por la Iglesia. La participación en la Eucaristía enriquece al matrimonio cristiano y viceversa, la vivencia fiel del matrimonio cristiano enriquece la participación en la Eucaristía. El matrimonio es una comunión de vida que, como la Eucaristía, usa el lenguaje del cuerpo para manifestar el don total de sí, (cf. Familiaris Consortio, 11, 13). El matrimonio, al igual que otros sacramentos, se nos da para la construcción del Cuerpo de Cristo y se nutre de la Eucaristía.

La Vida Religiosa: Los religiosos están llamados a vivir en una «comunión de un mismo espíritu», «A ejemplo de la primitiva Iglesia, en la cual la multitud de los creyentes eran un corazón y un alma, ha de mantenerse la vida común en la oración y en la comunión del mismo espíritu, nutrida por la doctrina evangélica, por la sagrada Liturgia y principalmente por la Eucaristía». (Perfectae Caritatis, 15)

La Eucaristía y la Reconciliación: El pecado personal «comporta también una herida para la comunión eclesial, en la que estamos insertados por el Bautismo». (Sacramentum Caritatis, 20). «Quienes se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la Misericordia de Dios el perdón de la ofensa hecha a Él, y al mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su conversión con la caridad, con el ejemplo y las oraciones». (Lumen Gentium,11). En las palabras de la absolución, se recuerda al penitente que Dios Padre de Misericordia ha reconciliado consigo al mundo «por la muerte y resurrección de su Hijo».

Solidaridad Cristiana: La Eucaristía, entendida en términos de comunión, es signo efectivo de la solidaridad cristiana, la cual promueve la adecuada participación. La solidaridad ve al otro como prójimo «para hacerlo partícipe, como nosotros, del banquete de la vida al que todos los hombres son igualmente invitados por Dios». (Sollicitudo Rei Socialis, 39). Bajo esta dirección uno puede ver cómo la Eucaristía sostiene algunos principios claves de la doctrina social de la Iglesia, como la «destinación universal de los bienes», «el derecho a la participación», «la prioridad del trabajo sobre el capital» y el «amor preferencial por los pobres».

El Mundo del Sufrimiento: Misterio curativo de Cristo, es un misterio que permite a los hombres que han sido marginados por enfermedades, participar una vez más en la vida de la comunidad. Esto permanece como un reto para la Iglesia tanto en un nivel social como pastoral. «Aunque el mundo del sufrimiento exista en la dispersión, al mismo tiempo contiene en sí un singular desafío a la comunión y la solidaridad». (Salvifici Doloris, 8). Muchos católicos son incapaces de estar físicamente en la celebración eucarística, sea por enfermedad o vejez. Es importante, para ellos y para la comunidad como un todo, que no sean excluidos de la comunión.

Comunión y Ecumenismo: No sería posible celebrar verdaderamente nuestra comunión con Cristo en la mesa del cuerpo del Señor, sin ser conscientes de nuestra responsabilidad de buscar la comunión completa con los que «recibieron el bautismo debidamente, quedan constituidos en alguna comunión, aunque no sea perfecta, con la Iglesia católica». (Unitatis Redintegratio, 3).

Los fieles Difuntos: La Eucaristía es el signo efectivo de nuestra comunión con los fieles difuntos. (cf. Sacramentum Caritatis 32). Los fieles difuntos no son solo gente que ya murió y por quienes debemos hacer luto “como hacen los paganos” (1 Tes. 4,13). Son personas que, porque fueron nutridas con la Eucaristía, vivirán para siempre. (Jn. 6)

La Comunión de los Santos: La Eucaristía es «una prenda de la gloria venidera» (Sacrosanctum Concilium, 47) a través de la cual tenemos vida eterna y somos atraídos a la comunión con los santos, que comparten el banquete celestial. (cf. Sacramentum Caritatis, 31). La Eucaristía es el memorial de la muerte y resurrección de Cristo. Como tal no mira simplemente atrás a un hecho histórico, sino también adelante, hacia el fin último de nuestra humanidad. Si el culto de los santos ha decaído en tiempos modernos, se debe, en parte, a la pérdida de vista de ese fin último, al cual está dirigida toda vida humana.

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