jueves, 28 de febrero de 2013

Explicación del Escudo del Vaticano en Sede Vacante

Cuando el Estado de la Ciudad del Vaticano se queda sin sumo pontífice, ya sea por el fallecimiento o por la renuncia del papa, comienza el período de sede vacante. Durante este período, que queda comprendido desde el final del pontificado hasta la decisión del cónclave, la Santa Sede sustituye su escudo con las llaves de San Pedro por el del umbraculum o conopeo.

Bandera del Vaticano con el escudo de Sede Vacante

El Canopeo, Conopeo (del latín: conopeum) o Umbraculum (también del latín: umbra 'sombra' sombrilla) es una pieza histórica de la indumentaria e insignias papales, usada en principio para proveer de sombra al Romano Pontífice (Galbreath, 27). También es conocido como el pavillón, actualmente es un símbolo de la Iglesia Católica y la autoridad papal sobre la misma. Se puede encontrar en todas las iglesias que ostentan la dignidad basilical, colocada de forma visible al lado del altar mayor. Cuando el papa visita la basílica, el conopeo es abierto.

Por conopeo existe otra versión en lengua castellana, la de un velo que cubre el Sagrario de las Iglesias, pero ahora nos referimos en este artículo sólo a su primer significado.

Escudo de Sede Vacante con el Umbraculum o Conopeo

El controvertido papa Borgia Alejandro VI fue el primero en utilizar el conopeo como símbolo del poder temporal del papado (Galbreath, 31), ya que la realeza de aquel tiempo andaba bajopalio, así un hombre de cámara del papa tras el mismo portaría el conopeo.Es una especie de sombrilla a modo de baldaquino semiabierto, con anchas rayas alternadas de color dorado y rojo, los colores tradicionales del Pontífice, de hecho el blanco no comenzó a ser utilizado por la Santa Sede hasta el final de las Guerras Napoleónicas. Normalmente aparece al lado de una campanilla, el tintinábulo, cuyo sonido anunciaría la llegada del papa, viajando a caballo o carruaje.
Anuncio de Sede Vacante en la página web oficial del Vaticano
El conopeo es parte del escudo de armas de la Santa Sede en el período de sede vacante, es decir entre dos pontificados. El conopeo fue utilizado por primera vez como emblema del interregnum en las monedas acuñadas en 1521, entre los pontificados de León X y Adriano VI (Galbreath, 34).

Así mismo el escudo de armas del Cardenal Camarlengo está orlado con las llaves de San Pedro en saltire surmontadas por un conopeo papal.

Apostolica Sedes Vacans

Imagen de la Página Oficial del Vaticano.

Sede Vacante


Últimas palabras del Papa Benedicto XVI: Sigamos adelante por el bien de la Iglesia del Señor

CASTEL GANDOLFO, 28 Feb. 13 / 11:51 am (ACI/EWTN Noticias).- En sus últimas palabras dirigidas a los más de 10 mil fieles reunidos en Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVI alentó a ellos, y así a todos los católicos, a seguir adelante por el bien de la Iglesia del Señor.

En medio de una gran ovación en lo que constituye su última aparición pública, el Santo Padre agradeció por sus muestras de afecto a los presentes y dijo: "estoy feliz de estar con ustedes. Les agradezco su simpatía, su amistad y su afecto".

Benedicto XVI señaló que "este día es distinto a los otros ya que al final de hoy ya no seré Pontífice de la Iglesia Católica. A partir de las 8:00 p.m. seré simplemente un peregrino que inicia su última etapa de su peregrinaje en esta tierra".

"Pero quisiera con el corazón, con mi amor, con mi reflexión, con todas mis fuerzas interiores, continuar trabajando por el bien común de la Iglesia. Sigamos adelante por el bien de la Iglesia del Señor. Muchas gracias".

Para concluir el Santo Padre bendijo a los presentes y afirmó: "muchas gracias, buenas noches".

El aún Papa Benedicto XVI fue despedido en medio de una gran ovación.

Gracias Benedicto XVI


Bandera y Escudo del Vaticano en Sede Vacante

Asi será la Bandera del Vaticano y su escudo en Sede Vacante


Bandera del Vaticano en SEDE VACANTE



Escudo del Vaticano en SEDE VACANTE

Normas Litúrgicas que, en la Celebración de la Santa Misa, rigen a partir del inicio de la Sede Vacante y hasta la elección del nuevo Sumo Pontífice

Para su información y recordatorio publicamos las Normas Litúrgicas que, en la Celebración de la Santa Misa, rigen a partir del inicio de la Sede Vacante y hasta la elección del nuevo Sumo Pontífice:

Su Excelencia
Sres. Presbíteros
Encargados de Liturgia

Como ustedes saben, el día de hoy a las 20:00 h. (hora de Roma) quedará vacante la Sede de San Pedro, al hacerse efectiva la renuncia del Santo Padre Benedicto XVI al Ministerio Petrino tal y como lo comunicó en el Consistorio del pasado 11 de febrero.

A partir de entonces y hasta la elección del nuevo pontífice, en la plegaria eucarística no se nombrará al Papa, solamente al Obispo de lugar.

Así, por ejemplo, en la Plegaria Eucarística II:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra, con nuestro obispo Norberto… (Arquidiócesis de México)

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra, con nuestro obispo Marcelino… (Diócesis de Orizaba)

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra, con nuestro obispo N. ... (En otras Diócesis se menciona al Obispo del Lugar)

Durante este tiempo es conveniente que recemos particularmente por Benedicto XVI, esto añadiendo una petición en la oración de los fieles de la misa.

Por otra parte, desde el 1 de marzo y hasta la elección de el nuevo Papa se podrá celebrar, en los días feriales que se crea conveniente, la misa votiva núm. 4: Para elegir un Papa o un Obispo.

Además se puede añadir una petición particular por esta circunstancia en la oración de los fieles de la misa.


Saludos

Pbro. Dr. Ricardo Valenzuela Pérez
Catedral Metropolitana de México

Salida del Papa Benedicto XVI del Vaticano hacia Castel Gandolfo


Sigue en Vivo los últimos momentos del Papa Benedicto XVI en el Vaticano antes de salir hacia Castel Gandolfo.

Video del Centro Televisivo Vaticano

Palabras del Sr. Cardenal Angelo Sodano, Decano del Colegio Cardenalicio al Santo Padre Benedicto XVI en la Sala Clementina

Con gran emoción los Padres Cardenales presentes en Roma se estrechan hoy en torno a Usted, para manifestarle una vez más su profundo afecto y para expresarle su viva gratitud por Su testimonio de abnegado servicio apostólico, por el bien de la Iglesia de Cristo y de la humanidad entera.

El pasado sábado, al final de los Ejercicios Espirituales en el Vaticano, Usted ha querido agradecer a Sus Colaboradores de la Curia Romana, con estas conmovedoras palabras: queridos amigos me gustaría daros las gracias a todos, y no sólo por esta semana, sino por estos ocho años, en que habéis llevado conmigo, con gran competencia, afecto, amor y fe, el peso del ministerio petrino. Amado y venerado Sucesor de Pedro, somos nosotros quienes debemos agradecerle por el ejemplo que nos ha dado en estos ocho años de Pontificado. El 19 de abril de 2005 Usted se insertaba en la larga cadena de Sucesores del Apóstol Pedro y hoy, 28 de febrero de 2013, Usted se dispone a dejarnos, en espera que el timón de la barca de Pedro pase a otras manos. Así se continuará aquella sucesión apostólica, que el Señor ha prometido a su Santa Iglesia, hasta cuando sobre la tierra se oirá la voz del Ángel del Apocalipsis que proclamará: "Tempus non erit amplius ... consummabitur mysterium Dei" (Ap 10, 6-7) "¡Se acabó el tiempo de la espera!.. Se cumplirá el misterio de Dios!". Terminará así la historia de la Iglesia, junto a la historia del mundo, con el adviento de cielos nuevos y tierra nueva. 

Padre Santo, con profundo amor hemos tratado de acompañarle en Su camino, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, quienes, luego de haber caminado con Jesús por un buen trecho, se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino?” (Lc 24,32). Sí, Padre Santo, sepa que también nuestros corazones ardían cuando caminábamos con Usted en estos últimos ocho años. Hoy una vez más queremos expresarle toda nuestra gratitud. 

En coro Le repetimos una expresión típica de Su querida tierra natal: "Vergelt's Gott", ¡que Dios se lo pague!

Encuentro de el Papa Benedicto XVI con el Colegio Cardenalicio


Sigue en Vivo el encuentro de el Papa Benedicto XVI con el Colegio Cardenalicio desde la Sala Clementina en el Vaticano.

Video del Centro Televisivo Vaticano

miércoles, 27 de febrero de 2013

ULTIMA AUDIENCIA GENERAL DE BENEDICTO XVI: “HE PEDIDO A DIOS QUE ME ILUMINASE PARA TOMAR LA DECISIÓN MÁS JUSTA, NO POR MI BIEN, SINO POR EL BIEN DE LA IGLESIA”.

Ciudad del Vaticano, 27 febrero 2013 (VIS).-Benedicto XVI ha celebrado hoy la última audiencia general de su pontificado. En la Plaza de San Pedro, abarrotada por decenas de miles de personas que querían saludarlo, el Pontífice,emocionado, ha dicho: “Gracias por haber venido en gran número a la última audiencia general de mi pontificado. Gracias, estoy verdaderamente conmovido. Y veo a la Iglesia viva. Pienso que tenemos que dar también las gracias al Creador por el buen tiempo que nos da, ahora, cuando todavía es invierno”.

Ofrecemos a continuación el texto integral pronunciado por el Santo Padre:

“Como el apóstol Pablo en el texto bíblico que hemos escuchado, yo también siento en mi corazón que ante todo tengo que dar gracias a Dios que guía a la Iglesia y la hace crecer, que siembra su Palabra y alimenta así la fe en su Pueblo. En este momento mi corazón se expande y abraza a la Iglesia extendida por todo el mundo, y doy gracias a Dios por las "noticias" que en estos años de ministerio petrino he recibido sobre la fe en el Señor Jesucristo, y sobre la caridad que circula realmente en el cuerpo de la Iglesia y hace que viva en el amor, y sobre la esperanza que nos abre y nos orienta hacia la plenitud de la vida, hacia la patria celestial”.

Siento que os llevo a todos conmigo en la oración, en un presente que es de Dios, en el que recojo cada uno de los encuentros, cada uno de los viajes, cada visita pastoral. Todo y todos reunidos en oración para confiarlos al Señor, porque tenemos pleno conocimiento de su voluntad, en toda sabiduría e inteligencia espiritual, y por qué nos comportamos de una manera digna de Él y de su amor, llevando fruto en toda buena obra.

En este momento, dentro de mí hay mucha confianza, porque sé, porque todos sabemos que la palabra de verdad del Evangelio es la fuerza de la Iglesia, es su vida. El Evangelio purifica y renueva, da fruto, en todo lugar donde la comunidad de los creyentes lo escucha y recibe la gracia de Dios en la verdad y en la caridad. Esta es mi confianza, esta es mi alegría.

Cuando, el 19 de abril de hace casi ocho años, acepté asumir el ministerio petrino, tenía esta firme certeza que siempre me ha acompañado ,esta certeza de la vida de la Iglesia, de la Palabra de Dios. En aquel momento, como ya he dicho varias veces, las palabras que resonaban en mi corazón eran: Señor, ¿ por qué me pides esto ? Y ¿que me pides? Es un gran peso el que colocas sobre mis hombros, pero si Tu me lo pides, con tu palabra, echaré las redes, seguro de que me guiarás, también con todas mis debilidades. Y ocho años después puedo decir que el Señor realmente me ha guiado, ha estado cerca de mí, he podido percibir su presencia todos los días. Ha sido un trozo de camino de la Iglesia, que ha tenido momentos de alegría y de luz, pero también momentos difíciles; me he sentido como San Pedro con los Apóstoles en la barca del lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa ligera, días en que la pesca ha sido abundante; también ha habido momentos en que las aguas estaban agitadas y el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre supe que en aquella barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda: es El quien conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, porque así lo quiso. Esta ha sido una certeza que nada puede empañar. Y por eso hoy mi corazón está lleno de gratitud a Dios porque no ha dejado nunca que a su Iglesia entera y a mí, nos faltasen su consuelo, su luz, su amor.

Estamos en el Año de la fe, que he proclamado para fortalecer nuestra fe en Dios en un contexto que parece dejarlo cada vez más en segundo plano. Me gustaría invitar a todos a renovar la firme confianza en el Señor, a confiarnos como niños en los brazos de Dios, seguros de que esos brazos nos sostienen siempre y son lo que nos permiten caminar todos los días, también entre las fatigas. Me gustaría que cada uno se sintiera amado por ese Dios que ha dado a su Hijo por nosotros y nos ha mostrado su amor sin límites. Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano. Hay una hermosa oración que se reza todas las mañanas y dice: "Te adoro, Dios mío, y te amo con todo mi corazón. Te doy gracias por haberme creado, hecho cristiano... " Sí, alegrémonos por el don de la fe; es el don más precioso, que ninguno puede quitarnos! Demos gracias al Señor por ello todos los días, con la oración y con una vida cristiana coherente. !Dios nos ama, pero espera que también nosotros lo amemos¡

Pero no es sólo a Dios, a quien quiero dar las gracias en este momento. Un Papa no está sólo en la guía de la barca de Pedro, aunque sea su principal responsabilidad, y yo no me he sentido nunca solo al llevar la alegría y el peso del ministerio petrino, el Señor me ha puesto al lado a tantas personas que, con generosidad y amor a Dios y a la Iglesia, me han ayudado y han estado cerca de mi. Ante todo. Vosotros, queridos hermanos cardenales: vuestra sabiduría y vuestros consejos, vuestra amistad han sido preciosos para mí. Mis colaboradores, empezando por mi Secretario de Estado, quien me ha acompañado fielmente en estos años; la Secretaría de Estado y toda la Curia Romana, así como a todos aquellos que, en diversos ámbitos, prestan su servicio a la Santa Sede: tantos rostros que no se muestran, que permanecen en la sombra, pero que en silencio, en su trabajo diario, con espíritu de fe y de humildad han sido para mí un apoyo seguro y confiable. Un recuerdo especial para la Iglesia de Roma, !mi diócesis! No puedo olvidar a los hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, a las personas consagradas y a todo el Pueblo de Dios en las visitas pastorales, en los encuentros, en las audiencias, en los viajes, siempre he recibido mucha atención y un afecto profundo. Pero yo también os he querido, a todos y a cada uno de vosotros sin excepción, con la caridad pastoral, que es el corazón de cada pastor, especialmente del Obispo de Roma, del Sucesor del Apóstol Pedro. Todos los días he tenido a cada uno de vosotros en mis oraciones, con el corazón de un padre.

Querría que mi saludo y mi agradecimiento llegase a todos: el corazón de un Papa se extiende al mundo entero. Y me gustaría expresar mi gratitud al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, que hace presente la gran familia de las Naciones. Aquí también pienso en todos los que trabajan para una buena comunicación y les doy las gracias por su importante servicio.

Ahora me gustaría dar las gracias de todo corazón a tanta gente de todo el mundo que en las últimas semanas me ha enviado pruebas conmovedoras de atención, amistad y oración. Sí, el Papa nunca está solo, ahora lo experimento de nuevo en un modo tan grande que toca el corazón. El Papa pertenece a todos y tantísimas personas se sienten muy cerca de él. Es cierto que recibo cartas de los grandes del mundo – de los Jefes de Estado, líderes religiosos, representantes del mundo de la cultura, etc.-. Pero también recibo muchas cartas de gente ordinaria que me escribe con sencillez, desde lo más profundo de su corazón y me hacen sentir su cariño, que nace de estar juntos con Cristo Jesús, en la Iglesia. Estas personas no me escriben como se escribe a un príncipe o a un gran personaje que uno no conoce. Me escriben como hermanos y hermanas, hijos e hijas, con un sentido del vínculo familiar muy cariñoso. Así, se puede sentir que es la Iglesia - no es una organización, no es una asociación con fines religiosos o humanitarios, sino un cuerpo vivo, una comunidad de hermanos y hermanas en el Cuerpo de Jesucristo, que nos une a todos. Experimentar la Iglesia de esta manera y casi poder tocar con las manos la fuerza de su verdad y de su amor es una fuente de alegría, en un tiempo en que muchos hablan de su decadencia. Y, sin embargo, vemos como la Iglesia hoy está viva.

En estos últimos meses, he sentido que mis fuerzas han disminuido, y he pedido a Dios con insistencia en la oración que me iluminase con su luz para que me hiciera tomar la decisión más justa no para mi bien, sino para el bien de la Iglesia. He dado este paso con plena conciencia de su gravedad y también de su novedad, pero con una profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre delante el bien de la Iglesia y no el de uno mismo.

Permitid que vuelva una vez más al 19 de abril de 2005. La gravedad de la decisión reside precisamente en el hecho de que a partir de aquel momento yo estaba ocupado siempre y para siempre por el Señor. Siempre - quien asume el ministerio petrino ya no tiene ninguna privacidad-. Pertenece siempre y totalmente a todos, a toda la Iglesia. Su vida es, por así decirlo, totalmente carente de la dimensión privada. He podido experimentar, y lo experimento precisamente ahora, que uno recibe la propia vida cuando la da. Dije antes que mucha gente que ama al Señor ama también al Sucesor de San Pedro y le quieren; que el Papa tiene verdaderamente hermanos y hermanas, hijos e hijas en todo el mundo, y que él se siente seguro en el abrazo de su comunión, porque ya no se pertenece a sí mismo, pertenece a todos y todos le pertenecen.

El "siempre" es también un "para siempre" - no existe un volver al privado. Mi decisión de renunciar al ejercicio del ministerio activo, no lo revoca. No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, reuniones, recepciones, conferencias, etc. No abandono la cruz, sigo de un nuevo modo junto al Señor Crucificado. No ostento la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, sino que resto al servicio de la oración, por así decirlo, en el recinto de San Pedro. San Benito, cuyo nombre llevo como Papa, me servirá de gran ejemplo en esto. Él nos mostró el camino a una vida que, activa o pasiva, pertenece totalmente a la obra de Dios.

Doy las gracias a todos y cada uno, también por el respeto y la comprensión con la que habéis acogido esta decisión tan importante. Seguiré acompañando el camino de la Iglesia con la oración y la reflexión, con la dedicación al Señor y a su Esposa, que he tratado de vivir hasta ahora cada día y quisiera vivir siempre. Os pido que os acordéis de mí delante de Dios, y sobre todo que recéis por los Cardenales, llamados a un cometido tan importante, y por el nuevo Sucesor del Apóstol Pedro: el Señor le acompañe con la luz y el poder de su Espíritu.

Invoquemos la intercesión maternal de la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia para que acompañe a cada uno de nosotros y toda la comunidad eclesial; a Ella nos encomendamos con profunda confianza.

¡Queridos amigos y amigas! Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, y especialmente en tiempos difíciles. No perdamos nunca esta visión de fe, que es la única verdadera visión del camino de la Iglesia y del mundo. En nuestro corazón, en el corazón de cada uno de vosotros, haya siempre la gozosa certeza de que el Señor está a nuestro lado, no nos abandona, está cerca de nosotros y nos envuelve con su amor. ¡Gracias!”

Carta dirigida a todos los Monasterios de Vida Contemplativa

Vaticano, 21 de febrero de 2013

Reverenda Madre, 
Reverendo Padre:

Os dirijo este mensaje mientras toda la Iglesia sigue con emoción los últimos días del luminoso pontificado de Su Santidad Benedicto XVI, y espera al Sucesor que los Eminentísimos Cardenales reunidos en el Cónclave elegirán, guiados por la acción del Espíritu Santo, después de haber escrutado juntos los signos de los tiempos en la Iglesia y el mundo.

La llamada que Su Santidad Benedicto XVI ha dirigido a todos los fieles, de acompañarlo con la oración en el momento de entregar el ministerio petrino en manos del Señor, y esperar confiados al nuevo Pontífice, se hace particularmente apremiante para esos miembros elegidos de la Iglesia que son los contemplativos. Su Santidad Benedicto XVI está seguro de poder obtener de vosotros, de vuestros monasterios femeninos y masculinos diseminados por todo el mundo, la valiosa aportación de esa fe orante que desde siempre ~compaña y sostiene el camino de la Iglesia. El próximo Cónclave se apoyará de modo especial en la límpida pureza de vuestra oración y alabanza.

Su Santidad Benedicto XVI que, después de haber gobernado la Barca de Pedro en medio de los avatares de la historia, ha optado por dedicarse sobre todo a la oración, a la contemplación del Altísimo y a la reflexión, nos ofrece el ejemplo más significativo de esta elevación espiritual, que manifiesta la dimensión más auténtica y profunda de todo acto eclesial, la del Espíritu Santo que guía a la Iglesia.

El Santo Padre, a quien he comunicado los sentimientos expresados en esta carta, ha manifestado su agrado, pidiéndome que os dé las gracias de su parte y os haga llegar el amor y la estima que os tiene.

Me uno a vuestra oración y os saludo con cristiano afecto.

Cardenal Tarcisio Bertone, sdb
Secretario de Estado de Su Santidad

Gratitud a S.S. Benedicto XVI

México, D.F., 26 de febrero de 2013

“La fe consiste en creer en lo que no vemos y la recompensa es ver lo que creemos" (San Agustín)
Circular No. 12/13

El Consejo de Presidencia y el Consejo Permanente del Episcopado Mexicano, atendiendo a la iniciativa de varios señores Obispos, me ha encomendado dirigirme a usted para invitarle a que, como Iglesia que peregrina en México, nos unamos el día 28 de febrero a las 20:00 hrs. tiempo de Roma (13:00 hrs. tiempo del centro de México) en acción de gracias a Dios por el fructífero pontificado de S.S. Benedicto XVI, con el repique de las campanas de las catedrales y los templos de las diócesis y prelaturas de la República Mexicana.

Pongamos en manos de Dios, por intercesión de Santa María de Guadalupe, al Papa Benedicto XV, de cuya visita a nuestra patria conservamos un grato recuerdo, así como a la Iglesia Universal, que entra en sede vacante, implorando nos conceda un nuevo Papa según su voluntad.

+ Eugenio Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla
Secretario General de la CEM

Palabras que el Papa Benedicto XVI dirigió en lengua española durante su última audiencia general

"Queridos hermanos y hermanas:

Muchas gracias por haber venido a esta última audiencia general de mi pontificado. Asimismo, doy gracias a Dios por sus dones, y también a tantas personas que, con generosidad y amor a la Iglesia, me han ayudado en estos años con espíritu de fe y humildad". 

"Agradezco a todos el respeto y la comprensión con la que han acogido esta decisión importante, que he tomado con plena libertad. Desde que asumí el ministerio petrino en el nombre del Señor he servido a su Iglesia con la certeza de que es Él quien me ha guiado. Sé también que la barca de la Iglesia es suya, y que Él la conduce por medio de hombres". 

"Mi corazón está colmado de gratitud porque nunca ha faltado a la Iglesia su luz. En este Año de la fe invito a todos a renovar la firme confianza en Dios, con la seguridad de que Él nos sostiene y nos ama, y así todos sientan la alegría de ser cristianos".

"Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y de los países latinoamericanos, que hoy han querido acompañarme".

"Os suplico que os acordéis de mí en vuestra oración y que sigáis pidiendo por los Señores Cardenales, llamados a la delicada tarea de elegir a un nuevo Sucesor en la Cátedra del apóstol Pedro. Imploremos todos la amorosa protección de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia". 

"Muchas gracias. Que Dios os bendiga".

Audiencia General con el Papa Benedicto XVI

Sigue en Vivo la Audiencia General con el Papa Benedicto XVI desde la Plaza de San Pedro en Roma.

Video del Centro Televisivo Vaticano


martes, 26 de febrero de 2013

HOMBRE NUEVO PRESENTA EL GRAN CONGRESO MOTIVACIONAL: 5 CLAVES PARA RESURGIR A LA VIDA.

¿TE HAS PUESTO A PENSAR EN CÓMO QUIERES VIVIR TU VIDA REALMENTE? 

SI TE SIENTES ESTANCADO, ENFERMO, FRUSTRADO, ENOJADO O ESTÁS DONDE REALMENTE NO QUIERES ESTAR, ES TIEMPO DE REPLANTEAR TU VIDA Y TOMAR DECISIONES QUE TE CAMBIARÁN POR COMPLETO. 

HOMBRE NUEVO PRESENTA EL GRAN CONGRESO MOTIVACIONAL: 5 CLAVES PARA RESURGIR A LA VIDA.

PRESENCIARÁS A LOS ESPECIALISTAS:

- GEORGINA MONTEMAYOR CON "APRENDIENDO A CONTROLAR MIS EMOCIONES".

- JULIETA PONCE CON "DESINTOXICA TU CUERPO ¡YA!"

- ROSA BAROCIO CON "CÓMO FORMAR UNA FAMILIA SIN ODIO NI RESENTIMIENTO".

- MARIO GUERRA CON "PROPÓSITOS QUE PUEDEN CAMBIAR TU VIDA EN PAREJA".

- BERNARDO OSORIO CON "REVOLUCIÓN ESPIRITUAL, CÓMO FORMAR UNA VIDA EN PAZ Y EN EQUILIBRIO".

LA CITA ES EL DOMINGO 10 DE MARZO EN EL AUDITORIO 3 DE LA UNIDAD DE CONGRESOS DEL CENTRO MÉDICO NACIONAL SIGLO XXI A PARTIR DE LAS 9:00 DE LA MAÑANA. 

ADEMÁS: RIFAS, MATERIAL DE APOYO, MÚSICA Y MUCHAS COSAS MÁS. 

REDEFINE TU PROYECTO DE VIDA Y SUPERA TUS CRISIS EMOCIONALES, FAMILIARES Y DE PAREJA.

ESTO TE CONVIENE…. TE ESPERAMOS… 

PARA MAYORES INFORMES COMUNÍCATE AL 5120-5427

BENEDICTO XVI SERÁ PAPA EMÉRITO

Ciudad del Vaticano, 26 febrero 2013 (VIS).-Benedicto XVI será “Pontífice emérito” o “Papa emérito”, ha informado hoy el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, S.I, en un briefing sobre los últimos días del pontificado actual. Asimismo seguirá conservando el nombre de “Su Santidad, Benedicto XVI” y se vestirá con el hábito talar blanco sencillo, es decir sin la pequeña capa que le cubría los hombros.

Para la última audiencia general del Papa, mañana 27 de febrero, ya hay más de 50.000 entradas reservadas, pero la afluencia será mayor. Excepto por la vuelta del Santo Padre en papamóvil a la Plaza de San Pedro, la audiencia se desarrollará de forma habitual, si se exceptúan los llamados “besamanos”, o breves saludos al Papa al final de la misma. Una vez concluida, Benedicto XVI encontrará en la Sala Clementina a algunas autoridades presentes en Roma o que han llegado a ella para saludarlo, entre ellas el presidente de Eslovaquia y el de la región alemana de Baviera.

El 28 de febrero, último día del pontificado, el Papa saludará por la mañana, siempre en la Sala Clementina a los cardenales presentes en Roma. A las 16,55 en el Patio de San Dámaso, ante un piquete de la Guardia Suiza, será despedido por el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, y por otros miembros de ese dicasterio. En el helipuerto vaticano recibirá el saludo del cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio. El helicóptero del Papa aterrizará en Castel Gandolfo a las 17, 15 donde será recibido por el cardenal Giuseppe Bertello y por el obispo Giuseppe Sciacca, respectivamente Presidente y Secretario de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, por el obispo de la diócesis de Albano, mons. Marcello Semeraro y por las autoridades civiles de esa localidad.

Benedicto XVI se asomará al balcón del palacio apostólico de Castel Gandolfo para saludar a cuantos hayan acudido a saludarlo. A las 20,00, comienzo de la Sede Vacante, la Guardia Suiza que presta servicio en Castel Gandolfo dejará de hacerlo porque es un cuerpo dedicado a la custodia del Romano Pontífice. De la seguridad del Papa emérito seguirá ocupándose la Gendarmería Vaticana, tanto en Castel Gandolfo como en su residencia posterior.

El Padre Lombardi ha explicado también que Benedicto XVI no utilizará más el “Anillo del Pescador” que será anulado al igual que el sello de plomo del pontificado. Esa labor correrá a cargo del cardenal Camarlengo y de sus ayudantes. Igualmente ha informado de que no utilizará más los zapatos rojos de pontífice.

Por cuanto se refiere al comienzo de las congregaciones de los cardenales, el Cardenal decano enviará el 1 de marzo una carta a todos los cardenales convocándolos a Roma. “Es verosímil, por lo tanto- ha añadido Lombardi - que las congregaciones comiencen a partir de la semana próxima”.

Las congregaciones se desarrollarán en el Aula Nueva del Sínodo y los purpurados no se alojarán en la Casa de Santa Marta hasta la víspera del inicio del cónclave, entre otras cosas porque durante las congregaciones se sortean las habitaciones que les corresponden.

MOTU PROPRIO: EL PAPA DEJA A LOS CARDENALES LA FACULTAD DE ANTICIPAR EL CONCLAVE

Ciudad del Vaticano, 25 febrero 2013 (VIS).-Publicamos a continuación una traducción no oficial, de la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio del Santo Padre Benedicto XVI sobre algunas modíficaciones relativas a la elección del Romano Pontífice fechada el 22 de febrero

“Con la Carta apostólica “De aliquibus mutationibus in normis de electione Romani Pontefici”, dada como Motu Proprio en Roma el 11 de junio de 2007 en el tercer año de mi pontificado, he establecido algunas normas que, abrogando las prescritas en el número 75 de la Constitución apostólica “Universi Dominici gregis” promulgadas el 22 de febrero de 1996 por mi predecesor el beato Juan Pablo II, restablecían la norma sancionada por la tradición, según la cual para la elección válida del Romano Pontífice se requiere siempre la mayoría de dos tercios de los votos de los cardenales presentes.

Considerada la importancia de asegurar el mejor funcionamiento de cuanto atañe, si bien con relieve diverso, a la elección del Romano Pontífice, en particular una interpretación y actuación mas cierta de algunas disposiciones, establezco y prescribo que algunas normas de la Constitución apostólica “Universi Dominici gregis” y cuanto yo mismo dispuse en la Carta apostólica más arriba mencionada se sustituyan con las normas que siguen:

35. Ningún Cardenal elector podrá ser excluido de la elección, activa o pasiva, por ningún motivo o pretexto, quedando en pie lo establecido en los números 40 y 75 de esta Constitución.

37.Establezco, además, que desde el momento en que la Sede Apostólica esté legítimamente vacante los Cardenales electores presentes esperen durante quince días completos a los ausentes; dejo además al Colegio de los Cardenales la facultad de anticipar el comienzo del Cónclave si consta la presencia de todos los cardenales electores, como la facultad de retrasar, si hubiera motivos graves, el comienzo de la elección algunos días.. Pero pasados al máximo veinte días desde el inicio de la Sede vacante, todos los Cardenales electores presentes están obligados a proceder a la elección.

43. Desde el momento en que se ha dispuesto el comienzo del proceso de la elección hasta el anuncio público de que se ha realizado la elección del Sumo Pontífice o, de todos modos, hasta cuando así lo ordene el nuevo Pontífice, los locales de la Domus Sanctae Marthae, como también y de modo especial la Capilla Sixtina y las zonas destinadas a las celebraciones litúrgicas, deben estar cerrados a las personas no autorizadas, bajo la autoridad del Cardenal Camarlengo y con la colaboración externa del Vice Camarlengo y del Sustituto de la Secretaría de Estado, según lo establecido en los números siguientes.

Todo el territorio de la Ciudad del Vaticano y también la actividad ordinaria de las Oficinas que tienen su sede dentro de su ámbito deben regularse, en dicho período, de modo que se asegure la reserva y el libre desarrollo de todas las actividades en relación con la elección del Sumo Pontífice. De modo particular se deberá cuidar, también con la ayuda de los Prelados Clérigos de Cámara, que nadie se acerque a los Cardenales electores durante el traslado desde la Domus Sanctae Marthae al Palacio Apostólico Vaticano.

46.,Párrafo 1.-Para satisfacer las necesidades personales y de la oficina relacionadas con el desarrollo de la elección, deberán estar disponibles y, por tanto, alojados convenientemente dentro de los límites a los que se refiere el n. 43 de la presente Constitución, el Secretario del Colegio Cardenalicio, que actúa de Secretario de la asamblea electiva; el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias con ocho Ceremonieros y dos religiosos adscritos a la Sacristía Pontificia; un eclesiástico elegido por el Cardenal Decano, o por el Cardenal que haga sus veces, para que lo asista en su cargo.

47. Todas las personas señaladas en el num. 46 y en el num. .55, párrafo 2 de la presente Constitución que por cualquier motivo o en cualquier momento fueran informadas por quien sea sobre algo directa o indirectamente relativo a los actos propios de la elección y, de modo particular, de lo referente a los escrutinios realizados en la elección misma, están obligadas a estricto secreto con cualquier persona ajena al Colegio de los Cardenales electores; por ello, antes del comienzo del proceso de la elección, deberán prestar juramento según las modalidades y la fórmula indicada en el número siguiente.

48. Las personas señaladas en el num.46 y en el num. 55, párrafo 2 de la presente Constitución, debidamente advertidas sobre el significado y sobre el alcance del juramento que han de prestar antes del comienzo del proceso de la elección, deberán pronunciar y subscribir a su debido tiempo, ante el Cardenal Camarlengo u otro Cardenal delegado por éste, en presencia de dos Protonotarios apostólicos de Número Participantes, el juramento según la fórmula siguiente:

Yo N. N. prometo y juro observar el secreto absoluto con quien no forme parte del Colegio de los Cardenales electores, y esto perpetuamente, a menos que no reciba especiales facultades dadas expresamente por el nuevo Pontífice elegido o por sus Sucesores, acerca de todo lo que atañe directa o indirectamente a las votaciones y a los escrutinios para la elección del Sumo Pontífice.

Prometo igualmente y juro que me abstendré de hacer uso de cualquier instrumento de grabación, audición o visión de cuanto, durante el período de la elección, se desarrolla dentro del ámbito de la Ciudad del Vaticano, y particularmente de lo que directa o indirectamente de algún modo tiene que ver con las operaciones relacionadas con la elección misma.

Declaro emitir este juramento consciente de que una infracción del mismo comportaría para mí la pena de la excomunión “latae sententiae” reservada a la Sede Apostólica.

Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano.

49. Celebradas las exequias del difunto Pontífice, según los ritos prescritos, y preparado lo necesario para el desarrollo regular de la elección, el día establecido, según lo previsto en el n. 37 de la presente Constitución, no más allá del vigésimo- los Cardenales electores se reunirán en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, o donde la oportunidad y las necesidades de tiempo y de lugar aconsejen, para participar en una solemne celebración eucarística con la Misa votiva “Pro eligendo Papa” (19) Esto deberá realizarse a ser posible en una hora adecuada de la mañana, de modo que en la tarde pueda tener lugar lo prescrito en los números siguientes de la presente Constitución.

50. Desde la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, donde se habrán reunido en una hora conveniente de la tarde, los Cardenales electores en hábito coral irán en solemne procesión, invocando con el canto del Veni Creator la asistencia del Espíritu Santo, a la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico, lugar y sede del desarrollo de la elección. Participan en la procesión el Vice Camarlengo, el Auditor General de la Cámara Apostólica y dos miembros de cada uno de los Colegios de Protonotarios Apostólicos de Número Participantes, de los Prelados Auditores de la Rota Romana y de los Prelados Clérigos de Cámara.

51. Párrafo 2.- Por tanto, el Colegio Cardenalicio, que actúa bajo la autoridad y la responsabilidad del Camarlengo, ayudado por la Congregación particular de la que se habla en el num.. 7 de la presente Constitución cuidará de que, dentro de dicha Capilla y de los locales adyacentes, todo esté previamente dispuesto, incluso con la ayuda desde el exterior del Vice Camarlengo y del Sustituto de la Secretaría de Estado, de modo que se preserve la normal elección y el carácter reservado de la misma.

55.-Párrafo 3.- Si se cometiese y descubriese una infracción a esta norma, sepan los autores que estarán sujetos a la pena de excomunión “latae sententiae” reservada a la Sede Apostólica.

62. Abolidos los modos de elección llamados per acclamationem seu inspirationem y per compromissum, la forma de elección del Romano Pontífice será de ahora en adelante únicamente per scrutinium.

Establezco, por lo tanto, que para la elección válida del Romano Pontífice se requieren los dos tercios de los votos, calculados sobre la totalidad de los electores presentes y votantes

64. El procedimiento del escrutinio se desarrolla en tres fases, la primera de las cuales, que se puede llamar pre-escrutinio, comprende: 1) la preparación y distribución de las papeletas por parte de los Ceremonieros, llamados al Aula junto con el Secretario del Colegio de Cardenales y con el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias- quienes entregan por lo menos dos o tres a cada Cardenal elector; 2) la extracción por sorteo, entre todos los Cardenales electores, de tres Escrutadores, de tres encargados de recoger los votos de los enfermos, llamados Infirmarii, y de tres Revisores; este sorteo es realizado públicamente por el último Cardenal Diácono, el cual extrae seguidamente los nueve nombres de quienes deberán desarrollar tales funciones; 3) si en la extracción de los Escrutadores, de los Infirmarii y de los Revisores, salieran los nombres de Cardenales electores que, por enfermedad u otro motivo, están impedidos de llevar a cabo estas funciones, en su lugar se extraerán los nombres de otros no impedidos. Los tres primeros extraídos actuarán de Escrutadores, los tres segundos de Infirmarii y los otros tres de Revisores.

70. Párrafo 2.- Los Escrutadores hacen la suma de todos los votos que cada uno ha obtenido, y si ninguno ha alcanzado al menos los dos tercios de los votos en aquella votación, el Papa no ha sido elegido; en cambio, si resulta que alguno ha obtenido al menos los dos tercios, se tiene por canónicamente válida la elección del Romano Pontífice.

75. Si se realizaran en vano los escrutinios que se indican en los números 72, 73 y 74 de la indicada Constitución, téngase un día dedicado a la oración, la reflexión y el diálogo; en las siguientes votaciones, observado el orden establecido en el número 74 de dicha Constitución, solamente tendrán voz pasiva los dos nombres que en el escrutinio precedente hayan obtenido la mayoría de los sufragios, sin apartarse de la norma de que también en estas votaciones para la validez de la elección se requiere la mayoría cualificada de al menos dos tercios de los sufragios de los Cardenales presentes y votantes. En estas votaciones los dos nombres que tienen voz pasiva carecen de voz activa.

87. Realizada la elección canónicamente, el último de los Cardenales Diáconos llama al aula de la elección al Secretario del Colegio de los Cardenales, al Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y a dos Ceremonieros; después, el Cardenal Decano, o el primero de los Cardenales por orden y antigüedad, en nombre de todo el Colegio de los electores, pide el consentimiento del elegido con las siguientes palabras: ¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice? Y, una vez recibido el consentimiento, le pregunta: ¿Cómo quieres ser llamado? Entonces el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, actuando como notario y teniendo como testigos a dos Ceremonieros, levanta acta de la aceptación del nuevo Pontífice y del nombre que ha tomado”.

Este documento entrará en vigor inmediatamente después de su publicación en “L'Osservatore Romano”.

Esto decido y establezco, no obstante cualquier disposición contraria.

Dado en Roma, al lado de San Pedro, el día 22 de febrero, en el año 2013, octavo de mi pontificado.

lunes, 18 de febrero de 2013

CARTA ABIERTA AL PAPA BENEDICTO XVI. P. Pedro Jaramillo Rivas.- Párroco de San Juan de la Cruz.- Guatemala

Guatemala, 17 de febrero de 2013

Santidad!

Soy un sacerdote de a pie; español y manchego, para más señas; y, durante todo su pontificado, caminando con la Iglesia de Guatemala, en un enorme barrio periférico de la ciudad. Una zona, declarada “roja”, a causa de la violencia. Y, enrojecida ella misma, por culpa de la pobreza, del desempleo, de la desesperanza. Como resultado, un deterioro personal y familiar alarmante. Su población es muy joven: de cada 100 feligreses de esta enorme parroquia (unos 100.000 habitantes), 70 son menores de 30 años. Alguien podría pensar: ¡qué esperanza! Pero, visto desde aquí, uno tiene que confesar: ¡qué problema! Un grupo de afortunados han logrado su trabajo y sobreviven; pero, la inmensa mayoría malviven. Y la mal-vivencia, en la carencia de todo, es la madre de todos los vicios. Muchas veces, Santidad, he pensado: es que, si no tienen vicios, estos jóvenes no tienen nada!!!. Así de dura es su vida… ¡No vaya a pensar que nos les ayudo con todas mis fuerzas a superarlos positivamente! Ésa es una de las razones de mi camino guatemalteco.

Me salió un párrafo de ambientación. En el momento de su renuncia, lo que quiero decirle, ante todo, es que la he percibido como un acto de amor a la Iglesia, de humildad personal y de coherencia profética. Y por esa “lección magistral”, le digo de corazón: “Muchas gracias, Santidad”. Le confieso que, cuando escuchaba la noticia, en la madrugada del lunes aquí, no daba crédito a mis oídos… Me convencí de que era cierto, cuando, desde la misma radio, conectaban con la sala de prensa del Vaticano, en la que el P. Lombardi estaba explicando la noticia, dando lectura al texto latino que usted mismo, Santo Padre, había comunicado en la ceremonia de canonización ¡Era verdad!

Repuesto del impacto de la primera reacción, no tuve más remedio que dar gracias a Dios por la humilde valentía que supone su renuncia. Al día siguiente, leí que el cardenal Maradiaga, aquí cerquita, en Honduras, había declarado que si el aceptar es un gran acto de valentía, mucho más lo es el renunciar. Me identificaba totalmente con su autorizada opinión. Romper tantos siglos de historia de la Iglesia con una renuncia papal significa para usted, Santo Padre, entrar a nuestra historia eclesial por la puerta grande.

He visto luego la enorme variedad de interpretaciones. Sesgadas algunas, malintencionadas otras… Unas llenas de respeto, otras de admiración, otras de menosprecio hacia usted, Santo Padre, y hacia quienes con usted, y bajo su ministerio de sucesor de Pedro, formamos la Iglesia católica. Vivo mi ministerio en una tierra bendita y hermosa, pero plagada de sectas. Aquí “desembarcaron”, como fruto de una estrategia política del Norte: era preciso dividir una Iglesia que había tomado una decidida opción por los pobres y que se convertía en conciencia crítica, en pleno conflicto armado. Y lo consiguieron. En la mayoría de estas sectas se cultiva el “odio” hacia la Iglesia católica. Un contexto en el que la renuncia de Su Santidad está sirviendo para ataques furibundos contra la Iglesia católica. Objetivamente, su gesto, de una humildad de quilates, debería servir para acallar los gritos. Pero, créame, Santidad, a veces uno se siente, con el salmista, “en una soledad, poblada de aullidos”. Y no puedes reaccionar con la “racionalidad” que encierra su admirable gesto. El fundamentalismo no entiende de racionalidades. Más bien, las ve como el mayor enemigo. ¡Qué bien lo expresa Su Santidad en una frase rotunda de su Mensaje de Cuaresma: “para una vida espiritual sana, es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista”! Glosándolo, me atrevería a extenderlo y decir: “rehuir tanto el fideísmo como el racionalismo”.

Todos hemos percibido, en su fecundo pontificado, una gran preocupación por el racionalismo y el relativismo imperantes, sobre todo, en las sociedades europeas. Nos hemos identificado con su clamor de dejar espacio a un Dios que no es enemigo del hombre, sino la posibilidad de su existencia y plenitud. Usted, Santo Padre, ha puesto en la palestra la cuestión de Dios, con la honestidad del intelectual, con la convicción del teólogo y con la pasión del creyente ¡Gracias por esta mediación profética! Nos da a los creyentes la convicción de que, en nuestro amor por el hombre, no nos subimos a las nubes cuando nos presentamos y actuamos como testigos del Dios de la vida y de la pasión por lo humano. Nos ha hecho descubrir, Santidad, que no sólo moralmente, sino teológicamente, “nada humano nos es ajeno”. Por eso, en el mismo Mensaje de cuaresma, nos repite: “nunca podemos separar o, incluso, oponer fe y caridad”.

Nuestro contexto, sin embargo, en su generalidad, no es racionalista, sino fideísta. Sobre todo, en los estratos más populares, que son los más. Por eso, ni imaginarse puede, Santidad, las “barbaridades bíblicas” que están manejando quienes miran su renuncia desde fuera de la Iglesia, pero desde dentro de “la sola Escritura”. Los argumentos típicos de un fundamentalismo radical campan por sus respetos. Y nuestros sencillos creyentes no saben qué responder. Meterse en la lógica fundamentalista es el camino más fácil…, y algunos lo toman. Pero, es un camino que no lleva a ninguna parte. Los desatinos de las reacciones fundamentalistas de estos días, me han llevado a pensar en el juicio tan severo que la Pontificia Comisión Bíblica, en su documento sobre “La Interpretación de la Biblia en la Iglesia”, daba sobre el mismo, cuando decía de él que es “un suicidio del pensamiento”.

Por estas tierras, Santidad, el problema de “la cuestión de Dios” no tiene la relevancia que ha adquirido en Europa. Nuestro problema no es tanto la “cuestión de Dios”, sino la “cuestión del Dios, revelado en Jesús de Nazaret”. Tenemos una fe en Dios, que, en mucha de la gente, también de nuestra Iglesia, no ha pasado por la Encarnación. Y, al no hacerlo, le falta la “densidad humana” que dio Jesús al acto de fe e, incluso, a los contenidos de la fe. Muchos tenemos claro que “creer no es comprometerse”, pero también nos parece que el compromiso es como el sacramento de la fe. Usted, Santidad, nos lo dice muy claro cuando, en su Mensaje de cuaresma, endosa un “no” rotundo a la que llama “dialéctica” entre fe y caridad. Llama “limitada” a “la actitud de quien hace fuerte hincapié en la prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando, y casi despreciando, las obras concretas de caridad, y reduciéndolas a un humanitarismo genérico”. El otro extremo- nos recuerda también - sería pensar “que las obras pueden sustituir a la fe”.

Santidad, como malos hermeneutas, nos quedamos siempre con lo que nos conviene, que no es precisamente lo que demandan los signos de los tiempos concretos en los que trabajamos pastoralmente. Por lógica, en nuestro caso, deberíamos acentuar su advertencia de que no vale una fe que subestima y desprecia las obras de caridad, pero nos gusta más acentuar su otra advertencia: “que las obras no sustituyan la fe”… Y, aquí nos tiene, teóricamente cada vez más lejanos de los hermanos separados, pero prácticamente más cercanos a su “eje fundamental”: que la sola fe es la que nos salva.

No se puede imaginar hasta qué grado de “esperanza pasiva” lleva esta convicción religiosa. En la última campaña electoral, entre las numerosas pancartas que vieron la luz, había una que prácticamente, pedía el voto para Dios. Decía así: “Sólo Dios puede salvar a Guatemala”. Recuerdo que, comentándolo con las gentes de mi parroquia, yo les decía: “he visto un cartel, que me parece que está equivocado. Creo que le falta algo”. Hubiera sido, en efecto, un mensaje cabal, si hubiera dicho: “No sólo Dios puede salvar a Guatemala”. Me ha dado mucha alegría pensar que ante esa pancarta, usted, Santidad, hubiera reaccionado del mismo modo. Porque, así nos comunica en su Mensaje de Cuaresma: la iniciativa de Dios, que acogemos en la fe, “lejos de limitar nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las obras de caridad”. Nos invitan sus palabras a una “esperanza activa” de la que ya habló el Concilio y de la que tanto carecemos por estas tierras.

Sobre el eco pastoral de sus encíclicas – esas que, ahora, algunos, con desdeño, dicen que nadie las ha leído -, le quiero compartir tres cosas que, personal y pastoralmente, me han servido mucho (son muchas las que se quedan en el tintero, o en la computadora, para ser más exactos). Una se refiere al impacto pastoral, entre gente muy sencilla, que ha tenido el fuerte y decidido arraigo de la promoción de la justicia y del ejercicio de la caridad que usted, Santidad, les ha dado tanto en “Deus Caritas est” como en “Caritas in Veritate”. Han descubierto que no es simplemente por ser humanamente generosos y abiertos, sino principalmente por ser creyentes, por lo que se han de preocupar por los demás. Que su fe no es “cabal” (como se dice por aquí), si no entraña, en el mismo acto de creer, y no como un mandamiento posterior para quien ya es creyente, la entrega efectiva y concreta a los demás.

La segunda, es la recepción de un punto muy candente por estas tierras. El contacto con el complejísimo mundo de las sectas, a mucha de nuestra gente les hace pensar si será verdad que “ya están salvos” ellos y nosotros lo tenemos difícil o imposible. En “Spe salvi”, da usted, Santidad, un criterio que, explicado, lo entienden y, créame, se les nota una cara de felicidad esperanzada: habla usted de que, con relación a la salvación, tenemos una “esperanza confiable”. El secreto está en el “confiable”. Yo les digo: “les hago una promesa: después de esta reunión, vamos a ir en una nave espacial, a danos un paseo por la luna. ¿Creen que lo vamos a hacer? La respuesta es, evidentemente negativa. “¿Lo ven?, les digo, ésa es una esperanza “no confiable”. “Bien –continúo-, ahora piensen en ustedes. Ustedes son papás. Tienen una casita, un terrenito, un televisor, una cocina -y no muchas cosas más -, pero esas las tienen. Ustedes les dicen a sus hijos: - cuando muramos, todo esto va a ser para ustedes. ¿Cómo es la esperanza de sus hijos?” Viera también la respuesta unánime: CONFIABLE. Y desde ahí, resulta fácíl hacer entender el YA, pero TODAVIA NO. Y comprenden mucho mejor lo de “herederos de Dios, coherederos con Cristo”.

La tercera cosa se refiere a la “imagen de Dios”. Mire, Santidad, también por el ambiente religioso, tan extendido por estas tierras, nuestra gente tiene una imagen de Dios que, con frecuencia, no ha pasado por Jesús de Nazaret. La insistencia de muchos grupos religiosos en la imagen del Dios del Antiguo Testamento entra con fuerza en el “imaginario religioso” de todos. Después de la tormenta Stan, recién llegado a Guatemala, recuerdo a un furibundo pastor que, por televisión, con el dedo acusador, amedrentaba a la gente: “por sus pecados, por sus pecados, Dios los ha castigado…”. Usted, Santidad, con su palabra y ejemplo, nos ha transmitido la imagen del Dios de Jesús (incluso nos ha regalado con tres tomos sobre su “historia”): el Dios del amor y de la respuesta en la sencilla obediencia de la fe. La imagen del perdón, que no es “licencia para pecar”, sino descubrimiento de la obediencia del amor.

No me importa que esta carta vaya ya siendo larga. El acontecimiento de una renuncia papal, bien merece el desahogo de un hijo con su padre, que se retira al silencio de la oración. Será, sin duda, un silencio elocuente. Sin embargo, usted, Santidad, ha hablado con frecuencia de otro tipo de silencio: “el silencio de Dios”. Esos momentos duros en los que parece que Dios no responde. La gente suele creer que un Papa tiene “hilo directo con Dios”, que se lo da todo solucionado, cuando se levanta cada mañana. Quizás usted, Santidad, mucho mejor que nadie, nos podría contar cómo y cuánto pesa ese silencio de Dios. Pero, lo mismo que hay tantas cosas “sub secreto pontificio”, ésta quedará para siempre “sub Pontificis secreto”, en la recíproca intimidad con el Dios de Jesús en quien usted, Santidad, ha confiado y se ha confiado.

Pensando y rezando por su Santidad, me ha venido a la mente la figura de un profeta: Jeremías. A un hombre de exquisita sensibilidad humana y religiosa, como era el profeta, le tocó denunciar con valentía los pecados de su propio pueblo. Su sensibilidad humana y religiosa, Santidad, la “delata” su propio porte externo y la ternura y delicadeza de su trato, de su mirada, de su tímida sonrisa. Lo mismo que Jeremías se sintió profundamente herido por dentro hasta honduras insospechadas (los de su propio pueblo lo llamaron traidor), imagino que también sus heridas han sido muy dolorosas. Se las hemos causado entre todos, cada quien según sus responsabilidades. Usted, Santidad, nos pedía perdón por sus defectos. Nosotros, al menos yo, le queremos pedir perdón por el sufrimiento que, entre todos, le hemos podido causar. Como buen padre, nos había soñado usted de otra manera…, pero ha tenido que sufrir actitudes muy distantes al mensaje de Jesús. Y usted mismo, Santidad, ha tenido que advertir con severidad sobre el afán de poder, de prestigio, de fama…, muy lejos de la actitud de Jesús “que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”.

En la antigua ceremonia de lo que entonces se llamaba “entronización del Sumo Pontífice” había un momento simbólico, que no dejaba de impactar. Era como una advertencia al nuevo Papa: “Pater sancte, sic transit gloria mundi” (“Santo Padre, así pasa la gloria del mundo”). Se cantaba, mientras eran quemadas estopas que pronto se consumían. Aquellas glorias de antaño no son las que ahora le esperan a un Papa. Pero sí que es verdad que lo que en el papado pueda quedar de “gloria mundi”, usted, Santidad, lo va a experimentar ahora en situación de renuncia. No puedo leer su corazón, pero estoy seguro de que por él ha pasado el “exinanivit semetipsum”, “se rebajó a sí mismo”. Todo acto de humildad, y el suyo lo es de manera extraordinaria, existencialmente acerca al misterio de la Encarnación. En el silencio monacal, va a esperar ahora el cumplimiento de la sola “gloria Dei”, que ha sido un eje fundamental de su pontificado.

Al contemplarlo, retirándose a un lugar solitario para orar, solamente un ruego: que no se “cansen” sus brazos, alzados para la súplica. En ellos, queremos vernos todos levantados hacia el Señor, en los duros trabajos del Evangelio. En el silencio de la oración, los seguirá compartiendo con todos nosotros.

Con todo el afecto y admiración por el gesto profético de su renuncia, ¡gracias, Santidad!

P. Pedro Jaramillo Rivas.- Párroco de San Juan de la Cruz.- Guatemala

La Conferencia Boliviana de Religiosas y Religiosos de Bolivia envía carta de agradecimiento al Papa Benedicto XVI

La Paz, 16 de febrero de 2013 
13 / 02
A Su Santidad
BENEDICTO XVI
Ciudad del Vaticano.-


Santo Padre,

A nombre de la Conferencia Boliviana de Religiosas y Religiosos, queremos expresarle nuestro más profundo sentimiento de admiración y respeto, delante de la decisión que usted ha tomado, y que es de gran importancia para la vida de la Iglesia.

Queremos transmitirle también nuestra profunda gratitud por todo el cariño, apoyo e inspiración, que ha constituido su Pontificado para toda la vida religiosa.

Pedimos la luz del Espíritu Santo y la intercesión de María, para que el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice, responda a “un mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe”, como usted lo ha señalado.

Cuente siempre con la oración de la vida religiosa en Bolivia.

Unidos en el servicio a la misión de Dios y de los más pobres y diferentes,

René Cardozo, SI.
Presidente de la Junta Directiva Nacional

CARTA DE LA CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO AL PAPA

México, D.F., 12 de febrero del 2013
SEGE 6/13

Su Santidad Benedicto XVI

Beatísimo Padre:

Con estupor, pero también con espíritu de fe, los Obispos de México y los fieles que peregrinan en esta noble nación, hemos recibido la noticia de que Su Santidad, después de haber examinado reiteradamente ante Dios su conciencia, ha decidido renunciar, con plena libertad, al ministerio de Obispo de Roma, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

La Conferencia del Episcopado Mexicano agradece a Dios, rico en misericordia, el luminoso pontificado de Su Santidad, y expresa a usted, Santo Padre, su gratitud por haberse propuesto, como programa de gobierno, escuchar la palabra y la voluntad del Señor, y recordarnos que la Iglesia ha de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios (cfr. Homilía en la Inauguración solemne del Pontificado, 24 de abril de 2005).

Gracias, Santidad, por testimoniar que Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1 Jn 4, 16); que es en la cruz donde se debe definir qué es el amor, y que la unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega (cfr. Deus Caritas est, nn. 1, 12,14). Gracias por recordarnos que la esperanza es distintivo de los cristianos; que llegar a conocer a Dios es lo que significa recibir esperanza (cfr. Spe salvi, nn. 1,3). Gracias por ayudarnos a tomar conciencia que, siendo destinatarios del amor divino debemos convertirnos en instrumentos de su caridad, asumiendo solidariamente nuestras responsabilidades para favorecer un desarrollo integral, del que nadie quede excluido (cfr. Caritas in veritate, nn. 5 y 10).

Gracias Santo Padre por enseñarnos que quien conoce la Palabra divina conoce plenamente el sentido de cada criatura y es capaz de edificar la propia vida, entablando relaciones animadas por la rectitud y la justicia, empeñándose en la nueva evangelización (cfr. Verbum Domini, n. 6, 100 y 122). Gracias por hacernos ver que en la Santísima Eucaristía, Jesucristo viene a nuestro encuentro; nos acompaña y nos enseña la verdad del amor, que es la esencia misma de Dios, que nos impulsa a transformar las estructuras injustas para restablecer el respeto de la dignidad humana (cfr. Sacramentum Caritatis, nn. 1,2, 72 y 89).

Gracias Santidad por servir fiel y generosamente a la Iglesia y al mundo con obras, palabras, oración y sufrimiento. México siempre guardará el recuerdo de su amorosa solicitud, manifestada en su inolvidable Visita Pastoral, en la que nos animó a no dejarnos amedrentar por las fuerzas del mal, a ser valientes y trabajar para que la savia de nuestras raíces cristianas haga florecer nuestro presente y nuestro futuro, y así, mediante un esfuerzo solidario, renovar a la sociedad desde sus fundamentos para alcanzar una vida digna, justa y en paz para todos (cfr. Discurso de despedida, aeropuerto de León, 26 de marzo de 2012).

Sepa usted, Santo Padre, que nuestra gratitud se expresará de forma concreta, orando por usted para que Dios recompense su incondicional entrega, y procurando hacer vida las enseñanzas que por su medio nos ha dado, las cuales nos impulsan, particularmente en este Año de la Fe, a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo, y a la fidelidad a su Iglesia (cfr. Porta Fide, n. 6.).

Que Santa María de Guadalupe le acompañe en esta nueva etapa de su vida, e interceda por toda la Iglesia para que el Señor le conceda un Sucesor de Pedro según su santa voluntad.

Por los Obispos de México.

+ José Francisco, Card. Robles Ortega
Arzobispo de Guadalajara
Presidente de la CEM

+ Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla
Secretario General de la CEM

A Su Santidad Benedicto XVI

Morelia, a 12 de febrero de 2013

A SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
Ciudad del Vaticano.


Santo Padre,

Nos ha estremecido el anuncio que Su Santidad ha dado personalmente de su renuncia voluntaria al ministerio de Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal a partir del día 28 de este mes de febrero.

Ante todo quiero manifestarle a nombre de toda la Arquidiócesis, Obispos Auxiliares, Presbiterio, Comunidades Religiosas y Fieles Laicos, nuestra profunda y sincera gratitud por su entrega sin reservas al Señor en el servicio de su Pueblo y en intrépido testimonio de la Verdad ante el mundo.

Admiramos su sabiduría y prudencia en su Magisterio y especialmente en decisiones de gran trascendencia. Ahora vemos la humildad al reconocer las propias limitaciones y la valentía al tomar esta decisión.

En el Año de la Fe nos da una gran lección, al recordarnos que Jesús Resucitado es el Supremo Pastor que seguirá guiando amorosamente a la Iglesia y que todos debemos ser instrumentos dóciles al Espíritu buscando y cumpliendo cada día la voluntad del Padre.

Deseamos de corazón que el Señor le conceda muchos años de una vida serena, gozando de salud y contemplando desde ahora la verdad y la belleza que un día se nos mostrarán con todo esplendor. Confiamos que con su oración y su amor de padre Su Santidad seguirá ayudándonos desde su retiro.

Lo amamos con afecto filial y pedimos su bendición apostólica,

+ Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia

Benedicto XVI: un testimonio ejemplar

+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
Presidente del CELAM


La importante y sorprendente decisión de S.S. Benedicto XVI, de renunciar a su Ministerio como Sucesor de Pedro, y por tanto, como Cabeza visible de la Iglesia Católica, refleja la personalidad el Papa Benedicto XVI como un hombre de fe, que tiene una gran confianza en la presencia del Espíritu Santo que conduce la Iglesia, conforme la promesa de Jesucristo a sus Apóstoles, y permite también que descubramos su profundo amor a la Iglesia.

El Papa ha explicado claramente que su decisión la ha discernido en oración y teniendo en cuenta las exigencias del Ministerio Petrino, y al mismo tiempo con gran realismo, consciente de la constante disminución de sus fuerzas físicas debida a su avanzada edad, y al natural y comprensible desgaste que implica su cotidiana tarea como Papa.

Veo al Papa Benedicto XVI en esta decisión: a un hombre de fe, de amor a la Iglesia, valiente, firme, decidido, que corre los riesgos de interpretaciones erróneas y quizá incomprendidas, incluso por los mismos fieles. Sin embargo hacer uso de un derecho que ningún Papa en casi seis siglos había ejercitado es una gran lección espiritual y eclesial para todos los creyentes y especialmente para tantos que nos sentimos indispensables en las funciones y tareas que recibimos en el nombre de Dios, Nuestro Padre.

Es muy loable reconocer y agradecer que a lo largo de su fructífero Pontificado, el Papa mostró: cómo se deben afrontar los problemas de la Iglesia a través del diálogo constructivo y permanente con todas las corrientes del pensamiento, con todas las naciones, con todas las Iglesias y confesiones religiosas.

A casi un año de su visita a México, queda el recuerdo que dirigió a los infantes: “Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos; cuentan con la ayuda de Cristo y de su Iglesia”, y el ánimo que generó en todos los mexicanos, insistiendo que el mal no puede tanto, y que siempre la victoria del bien está garantizada en el proyecto salvífico de Jesucristo, consumado en la cruz y en la resurrección.

Su exquisita y delicada bondad la llevaremos en nuestros corazones, confiando que Dios Nuestro Señor lo acompañara en esta etapa final de su vida, dedicada al silencio, la meditación y la oración.

Hoy, el Papa Benedicto XVI lanza a la feligresía católica y a los hombres de buena voluntad un claro ejemplo de fortaleza y dignidad, de honestidad y clarividencia, al asumir la decisión de su retiro. Por ello, ha señalado al final de su anuncio que orará y pedirá a Jesucristo, Nuestro Señor y a la Virgen María, Madre de la Iglesia su intervención para que los Cardenales electores elijan a quien pueda afrontar, de la mejor manera, los grandes desafíos del tiempo actual y conducir a la Iglesia Católica con la sabiduría del Espíritu conforme a la Voluntad de Dios, Nuestro Padre.

La Iglesia Católica, con esta decisión del Papa Benedicto XVI se fortalecerá en la Fe, en la Esperanza y la infinita confianza del Amor de Dios.

Tlalnepantla – México, febrero 12 de 2013.

Comunicado de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco, con motivo del anuncio de la renuncia de Su Santidad Benedicto XVI

11 de febrero de 2013

El día de hoy 11 de febrero cuando la Iglesia recuerda a la Santísima Virgen de Lourdes patrona de los enfermos, el Santo Padre Benedicto XVI decidió informarnos acerca de su renuncia al gobierno de la Iglesia Universal, que será efectiva el próximo 28 de febrero de 2013 a las 8 de la noche, hora de Roma.

La Iglesia Universal aunque ha recibido con inmensa sorpresa dicho anuncio, se ha unido con un sólo corazón y una sola alma en la oración y agradecimiento a Dios por habernos concedido durante estos años, un Padre y un Pastor lleno de sabiduría y humildad en la persona del Papa Benedicto XVI.

Nos conmueve descubrir que el Santo Padre realizó este anuncio en el día en que la Iglesia pone sus ojos en los enfermos y en los que sufren, pues él reconoce que está ya casi formando parte de ese gran universo del dolor y de la enfermedad, de esa manera, su vida, testimonio y ministerio cobran un valor excepcional y nos deja una gran enseñanza sobre el valor de la humildad, del desprendimiento interior y de la confianza en que la vida de la Iglesia descansa sobre los hombros del único gran Pastor de las ovejas, Jesucristo, nuestro Señor.

Como Iglesia diocesana felicitamos al Santo Padre, y hoy, como siempre, nos sentimos orgullosos de ser Iglesia Católica y descubrimos que el Espíritu Santo nunca abandona a su Iglesia.

Pidiéndoles oraciones más que fervorosas por su digna persona, que tomó tal decisión en los momentos de mayor serenidad personal y de la Iglesia; por el próximo sucesor suyo y por todos los fieles de la Iglesia Católica y del mundo, yo también les bendigo con mi oración.
Soy su Servidor y Obispo,

+ Juan Manuel Mancilla Sánchez
Obispo de Texcoco

Ejemplar renuncia del Papa

SITUACIONES
A todos nos causó sorpresa el anuncio de Benedicto XVI de renunciar a su ministerio como Sucesor de Pedro. Las reacciones han sido variadas. En vez de admirar y valorar su profunda madurez humana y cristiana, su clarividencia evangélica para decidir el momento oportuno, su generosidad espiritual al no estar aferrado a un puesto, su gran libertad para tomar decisiones tan trascendentes, y sobre todo su arraigado y sacrificado amor a la Iglesia, de inmediato se suscitan elucubraciones sobre quién podría ser elegido nuevo Papa, o sobre si hay otras razones para su renuncia. Unos que se consideran especialistas en asuntos religiosos, de inmediato expresan opiniones que nos confirman lo que ya había dicho Jesús, que quien tiene los ojos manchados, todo lo ve sucio… Unos fieles se sienten un poco desconcertados.


ILUMINACION
Lo más indicado es analizar el texto de su renuncia:
“Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice. 

Os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria”.

Esta decisión no es una total sorpresa, pues hace poco más de dos años, cuando el periodista alemán Peter Seewald le preguntó al respecto, dijo: “Si el papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su servicio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar” (Libro Luz del Mundo, pág. 43).

Y el Código de Derecho Canónico, que norma la vida de la Iglesia, con toda claridad indica: “Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie” (canon 332,2). 

COMPROMISOS
Sirva este signo profético del Papa como una invitación a no aferrarnos al ejercicio de una autoridad. Un padre de familia, a tiempo distribuya las herencias y no retenga su poder sobre los bienes que pueda dejar a los hijos. Un catequista, un servidor de la Iglesia, presente su renuncia periódicamente, para que la comunidad crezca. Un líder sindical, un gobernante, no se empecine en su cargo como si nadie más fuera capaz de ejercerlo. Los obispos presentamos al Papa nuestra renuncia, al cumplir 75 años, o cuando la salud u otras causas nos impiden presidir la diócesis. Esto es lo más sano para la Iglesia, a la que el Espíritu Santo no deja de asistir. La fe asegura que Jesús es el Supremo Pastor. Oremos por que se elija un buen sucesor y no nos impresionemos por opiniones sin fundamento real.

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

miércoles, 13 de febrero de 2013

Carta del Cardenal Norberto Rivera Carrera al Santo Padre Benedicto XVI

México, D.F., Febrero 12 del 2013. 

Querido Santo Padre Benedicto XVI. 

El anuncio que hizo de la dimisión a su ministerio petrino durante la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, dentro del consistorio donde a los mexicanos nos dio la alegre noticia de la fecha de elevación a los altares de la madre Guadalupe García, nos llenó de estupor, de tristeza, y nos dejó un sentimiento de orfandad, de desamparo. 

Usted nos ha dicho un adiós sereno, pero marcado por el sufrimiento de quien durante casi ocho años ha llevado sobre sus hombros la enorme responsabilidad de apacentar el rebaño del Señor, de conducir en medio de las borrascas y los presagios más negros, la barca de la Iglesia universal, a la que supo guiar, con firmeza y mansedumbre a buen puerto. Así es Santidad, deja a la Iglesia de Jesucristo en paz, después de sortear tempestades, incomprensiones y hasta traiciones, pero usted, pese a la furia del mal, siempre permaneció incólume en la fe, siempre actuó guiado por la caridad, y cumplió el mandato que el Señor le dio, de confirmar a sus hermanos en la fe. 

También nos ha dicho que ya no tiene las fuerzas físicas para continuar ejerciendo el ministerio petrino, pero sí la voluntad para que, una vez dejado el gobierno de la Iglesia, abrace la cruz del Señor desde una vida retirada en la oración ferviente y el sufrimiento silencioso pero fecundo. Al fin, Santo Padre, tendrá ese espacio añorado para rezar, para meditar y escribir, para entrar en el sosiego que da sabernos amados por el Señor, y en el que experimentará la alegría de saberse suyo, pues toda su vida, su inteligencia y voluntad, la ha puesto al servicio de Cristo y de su Santa Iglesia. 

Gracias, Santo Padre, por estos ocho años de fecundo servicio pastoral; por su valentía al proclamar la Verdad de Jesucristo; por su magnífico y brillante magisterio; por su testimonio de amor a la humanidad; por la sencillez y la humildad que lo han llevado a tomar la valiente decisión de dejar la guía de la Iglesia, confiando en que el Señor sabrá proveer un Pastor bueno como usted, sencillo y humilde como usted, que sabrá llevarnos a nuevas praderas. 

Como Arzobispo de México, en unión con mis obispos auxiliares, presbíteros, religiosos y religiosas, y el pueblo de Dios, queremos manifestarle en este día santo, en el que da inicio la Cuaresma, nuestra más profunda admiración y gratitud. Puede tener la certeza de que no lo olvidaremos, de que lo sostendremos en sus débiles fuerzas por la oración, unida a su soledad y sufrimiento; y usted sabe, Santo Padre, que nuestra palabra es sincera, como sincero fue el amor del pueblo mexicano que se volcó lleno de alegría a recibirlo en la visita que hizo a nuestro país; este México atribulado por la violencia, la discordia y el dolor de tantas víctimas inocentes, recibió de usted la esperanza y el consuelo que hoy nos animan a seguir adelante. 

Quisiéramos decirle, Santo Padre, que no se vaya, pero vienen a nuestra mente las palabras que el Señor le dijo a Pedro: “Te aseguro que cuando eras más joven tú mismo te ceñías e ibas a donde querías, pero cuando seas anciano extenderás los brazos y será otro quien te ceñirá y te llevará a donde no quieras ir (cfr Jn 21,18)”… y entonces le dejamos partir, pues en su decisión, largamente meditada, sabe que se encuentra la voluntad de Dios, y toda su vida ha estado atento a Su voz; y ha encontrado la felicidad en la obediencia a Su voluntad. 

Imploramos a María Santísima de Guadalupe para que lo llene de su dulzura y consuelo, para que sepa que está en su regazo, que nada más ha de desear y que no tiene por qué temer. ¡Gracias! ¡Una y mil veces más, gracias! Que el Señor mismo sea su recompensa y, llegado el feliz momento del retorno a la Casa del Padre, reciba el premio a todas sus fatigas y desvelos, y sean así colmados todos sus anhelos. 

+ Norberto Card. Rivera Carrera
Arzobispo Primado de México

Texto completo del saludo del Cardenal Tarcisio Bertone al Papa durante la celebración del Miércoles de Ceniza

Beatísimo Padre:

Con sentimientos de gran conmoción y de profundo respeto no sólo la Iglesia, sino todo el mundo, han recibido la noticia de su decisión de renunciar al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor del Apóstol Pedro.

No seríamos sinceros, Santidad, si no le dijéramos que esta tarde hay un velo de tristeza en nuestro corazón. En estos años, su Magisterio ha sido una ventana abierta sobre la Iglesia y sobre el mundo, que ha hecho filtrar los rayos de la verdad y del amor de Dios, para dar luz y calor a nuestro camino, también y, sobre todo, en los momentos en que las nubes se adensan en el cielo.

Todos nosotros hemos comprendido que precisamente el amor profundo que Su Santidad tiene por Dios y por la Iglesia lo ha impulsado a este acto, revelando esa pureza de ánimo, esa fe robusta y exigente, esa fuerza de la humildad y de la mansedumbre, junto a un gran valor, que han caracterizado cada paso de su vida y de su ministerio, y que pueden venir solamente del estar con Dios, del estar ante la luz de la Palabra de Dios, del subir continuamente la montaña del encuentro con Él para volver a descender después a la Ciudad de los hombres.

Santo Padre, hace pocos días con los Seminaristas de su diócesis de Roma, Usted ha dicho que siendo cristianos sabemos que el futuro es nuestro, el futuro es de Dios, que el árbol de la Iglesia crece siempre de nuevo. 

La Iglesia se renueva siempre, renace siempre. Servir a la Iglesia con la firme convicción de que no es nuestra, sino de Dios, que no somos nosotros quienes la construimos, sino que es Él; poder decir con verdad: “Somos siervos inútiles. Hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lc 17, 10), confiando totalmente en el Señor, es una gran enseñanza que Usted, también con esta decisión sufrida, nos dona, no sólo a nosotros, Pastores de la Iglesia, sino al entero Pueblo de Dios.

La Eucaristía es un dar gracias a Dios. Esta tarde nosotros queremos dar gracias al Señor por el camino que toda la Iglesia ha hecho bajo la guía de Su Santidad y queremos decirle desde lo más íntimo de nuestro corazón, con gran afecto, conmoción y admiración: gracias por habernos dado el luminoso ejemplo de sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor, pero de un trabajador que ha sabido realizar en todo momento lo que es más importante: llevar a Dios a los hombres y llevar los hombres a Dios.

Texto completo de la homilía del Santo Padre sobre la Cuaresma y el Miércoles de Ceniza

¡Venerables Hermanos, queridos hermanos y hermanas!

Hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos un nuevo camino cuaresmal, un camino que se desarrolla por cuarenta días y que nos conduce al gozo de la Pascua del Señor, a la victoria de la Vida sobre la muerte. Nos hemos reunido para la Celebración de la Eucaristía siguiendo la antiquísima tradición romana de las estaciones cuaresmales. 

Tal tradición prevé que la primera statio tenga lugar en la Basílica de Santa Sabina sobre la colina romana del Aventino. Las circunstancias han sugerido reunirnos en la basílica Vaticana. Esta tarde somos muchos los que nos encontramos alrededor de la Tumba del Apóstol Pedro para pedir también su intercesión para el camino de la Iglesia en este momento particular, renovando nuestra fe en el Pastor Supremo, Cristo Señor. 

Es para mí una ocasión propicia para agradecer a todos, especialmente a los fieles de la Diócesis de Roma, mientras me preparo a concluir el ministerio petrino, y para pedir un particular recuerdo en la oración.

Las Lecturas que han sido proclamadas nos ofrecen ocasiones que, con la gracia de Dios, estamos llamados a convertir en actitudes y comportamientos concretos en esta Cuaresma. Ante todo la Iglesia nos vuelve a proponer, el enérgico llamado que el profeta Joel dirige al pueblo de Israel: «Dice el Señor todopoderoso: convertíos a mí de todo corazón, con ayuno, con llanto, con luto» (2,12). Es subrayada la expresión «de todo corazón», que significa desde el centro de nuestros pensamientos y sentimientos, de la raíz de nuestras decisiones, elecciones y acciones, con un gesto de total y radical libertad. Pero ¿es posible este retorno a Dios? Sí, porque hay una fuerza que no reside en nuestro corazón, sino que se libera del corazón mismo de Dios.

Es la fuerza de su misericordia. El profeta dice todavía: «Convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad, y se arrepiente de las amenazas» (v.13). El retorno al Señor es posible como ‘gracia’, porque es obra de Dios es fruto de la fe que reponemos en su misericordia. Pero este retornar a Dios se vuelve realidad concreta en nuestra vida solo cuando la gracia del Señor penetra en lo profundo y lo sacude donándonos la fuerza de «lacerar el corazón». Es el profeta una vez más que hace resonar da parte de Dios estas palabras: «Rasgad los corazones, no las vestiduras» (v.13). En efecto, también en nuestros días, muchos están listos a “rasgarse las vestiduras” ante escándalos e injusticias – cometidas naturalmente por otros –, pero pocos parecen dispuestos a actuar sobre el propio “corazón”, sobre la propia consciencia y sobre las propias intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta.

Aquel «convertíos a mí de todo corazón», es un llamado que no solo involucra al individuo, sino a la comunidad. Hemos escuchado siempre en la primera Lectura: «Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión; congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos, congregad a muchachos y niños de pecho; salga el esposo de la alcoba» (vv.15-16). 

La dimensión comunitaria es un elemento esencial en la fe y en la vida cristiana. Cristo ha venido «para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Cfr. Jn 11, 52). El “Nosotros” de la Iglesia es la comunidad en la que Jesús nos reúne (Cfr. Jn 12, 32): la fe es necesariamente eclesial. Y esto es importante recordarlo y vivirlo en este Tiempo de la Cuaresma: que cada uno sea consiente que el camino penitencial no lo enfrenta solo, sino junto a tantos hermanos y hermanas, en la Iglesia.

El profeta, en fin, se detiene sobre la oración de los sacerdotes, los cuales, con los ojos llenos de lágrimas, se dirigen a Dios diciendo: «¡No entregues tu herencia al oprobio, y que las naciones no se burlen de ella! ¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?» (v.17). Esta oración nos hace reflexionar sobre la importancia del testimonio de fe y de vida cristiana de cada uno de nosotros y de nuestras comunidades para manifestar el rostro de la Iglesia y cómo, algunas veces este rostro es desfigurado. 

Pienso, en particular, en las culpas contra la unidad de la iglesia, en las divisiones en el cuerpo eclesial. Vivir la Cuaresma en una comunión eclesial más intensa y evidente, superando individualismos y rivalidades, es un signo humilde y precioso para los que están alejados de la fe o los indiferentes.

«¡Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación!» (2 Co 6, 2). Las palabras del apóstol Pablo a los cristianos de Corinto resuenan también para nosotros con una urgencia que no admite ausencias o inercias. El término “éste” repetido tantas veces dice que este momento non se debe dejar escapar, se nos ofrece como ocasión única e irrepetible. Y la mirada del Apóstol se concentra en el compartir, con el que Cristo ha querido caracterizar su existencia, asumiendo todo lo humano hasta hacerse cargo del mismo pecado de los hombres. 

La frase de san Pablo es muy fuerte: «Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro ». Jesús, el inocente, el Santo, «Aquél que no conoció el pecado» (2 Co 5, 21), asume el peso del pecado compartiendo con la humanidad el resultado de la muerte, y de la muerte en la cruz. La reconciliación que se nos ofrece ha tenido un precio altísimo, el de la cruz levantada en el Gólgota, donde fue colgado el Hijo de Dios hecho hombre. En esta inmersión de Dios en el sufrimiento humano en el abismo del mal está la raíz de nuestra justificación.

El «volver a Dios con todo nuestro corazón» en nuestro camino cuaresmal pasa a través de la Cruz, el seguir a Cristo por el camino que conduce al Calvario, al don total de sí. Es un camino en el cual debemos aprender cada día a salir cada vez más de nuestro egoísmo y de nuestro ensimismamiento, para dejar espacio a Dios que abre y transforma el corazón. Y san Pablo recuerda cómo el anuncio de la Cruz resuena también para nosotros gracias a la predicación de la Palabra, de la que el mismo Apóstol es embajador; un llamado para nosotros, para que este camino cuaresmal se caracterice por una escucha más atenta y asidua de la Palabra de Dios, luz que ilumina nuestros pasos.

En la página del Evangelio de Mateo, que pertenece al denominado Sermón de la montaña, Jesús se refiere a tres prácticas fundamentales previstas por la Ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno; son también indicaciones tradicionales en el camino cuaresmal para responder a la invitación de «volver a Dios de todo corazón». Pero Jesús subraya que la calidad y la verdad de la relación con Dios son las que califican la autenticidad de todo gesto religioso. Por ello Él denuncia la hipocresía religiosa, el comportamiento que quiere aparentar, las conductas que buscan aplausos y aprobación. 

El verdadero discípulo no se sirve a sí mismo o al “público”, sino a su Señor, en la sencillez y en la generosidad: «Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,4.6.18). Nuestro testimonio, entonces, será más incisivo cuando menos busquemos nuestra gloria y seremos conscientes de que la recompensa del justo es Dios mismo, el estar unidos a Él, aquí abajo, en el camino de la fe, y al final de la vida, en la paz y en la luz del encuentro cara a cara con Él para siempre (Cfr. 1 Co 13, 12).

Queridos hermanos y hermanas, comencemos confiados y alegres este itinerario cuaresmal. Que resuene fuerte en nosotros la invitación a la conversión, a «volver a Dios de todo corazón», acogiendo su gracia que nos hace hombres nuevos, con aquella sorprendente novedad que es participación en la vida misma de Jesús. 

Nadie de nosotros, por lo tanto, haga oídos sordos a este llamado, que se nos dirige también en el austero rito, tan sencillo y al mismo tiempo tan sugestivo, de la imposición de las cenizas, que cumpliremos dentro de poco ¡Que nos acompañe en este tempo la Virgen María, Madre de la Iglesia y modelo de todo auténtico discípulo del Señor! ¡Amén!