martes, 23 de diciembre de 2008

Mensaje de Navidad. Mons. Carlos Garfias Merlos. Obispo de Nezahualcóyotl

Ciudad de México, 22 de diciembre de 2008

MENSAJE DE NAVIDAD 2008

El ángel les dijo: “No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2, 10-11).


A TODA LA COMUNIDAD DIOCESANA Y A LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD:

A todos les saludo y felicito, deseándoles una santas y felices fiestas de navidad, llenas de paz y alegría en el Señor. Que mis anhelos lleguen a todos los cristianos de nuestra diócesis de Nezahualcóyotl, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que esta fiesta sea fuente de fresca alegría y manantial de paz para nuestras familias. Confío en que disfrutemos juntos la fiesta de la navidad, en su más profundo y vivificante misterio, el Hijo de Dios se ha hecho hombre, “ha nacido en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo el Señor”..

Acojamos el mensaje de paz, de justicia, de alegría y esperanza que nos trae la Navidad, y anunciemos la ternura del amor divino a los demás, especialmente a todos los hombres y mujeres que sufren y a los más necesitados. Adoremos el misterio de Dios que se nos ha manifestado, y presentémosle a Dios un corazón agradecido por este inefable Don y Misterio, porque ahora más que nunca, tenemos tanta necesidad del amor de Dios en nuestas vidas, de su gracia, de su paz, y de su fuerza espiritual que nos sostiene y acompaña en nuestro caminar y nos eleva a Dios.


Queridos hijos, renovemos nuestra fe en aquel en quien hemos creído, el Verbo de Dios hecho hombre, el Emmanuel con nosotros, el Príncipe de la Paz y Salvador del mundo. Él se ha hecho hombre para llevarnos a Dios, para darnos a entender que no estamos solos, que siempre está con-nosotros, y para hacernos experimentar en nuestros corazones la fuerza transformadora de su amor.

“Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo el Señor”

El anuncio del ángel nos recuerda el horizonte de gozo y alegría que significa el nacimiento del Hijo de Dios. “No es posible dar lugar a la tristeza, cuando celebramos el nacimiento de la vid” señalaba el Papa León Magno en una homilía sobre la Navidad en el siglo V. Es una noticia que invita a toda la creación a cantar al Señor un cántico nuevo: “Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque” (Salmo 95, 11-12).

El Niñito Jesús, nació en la humildad de un pesebre, de una familia pobre (Lc 2, 6-7); unos sencillos pastores son los primeros testigos de ese maravilloso acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo (Lc 2, 8-20). La Iglesia no se cansa de cantar la gloria de Dios en esta noche santa.

El niñito Jesús, el, Emmanuel, la Palabra eterna del Padre, es el Salvador del mundo, es el centro de todo el universo, y trae luz a nuestras vidas. Y nos invita en cierto sentido a hacernos como niños (Mc 10, 13-16) y nos enseña a mirar la vida, la realidad con sus ojos, con la ternura y transparencia de su mirada, mirada que nos ayuda a renacer (Jn 3, 1-6) con Él que nace para nosotros. Esto parece reflejar el humilde y pobre pesebre de Belén, donde encontramos al Niñito Jesús, con María y José, y frente al cual nos arrodillamos con reverente afecto y asombro, en cada navidad.

“Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor”

En el espacio de la historia humana, apareció un niñito, que creció en edad, sabiduría y gracia y se hizo hombre, un hombre igual que todos nosotros, y que sin embargo desbordó las dimensiones de lo humano y precisamente por ello remite a la trascendencia de la existencia humana.

Un hombre que realiza signos absolutamente fuera de lo ordinario y pronuncia palabras dulces, firmes, elocuentes e imperecederas, que sabe amar como ningún otro y revela cuál es el amor que salva a los hombres, un hombre que se convierte en imagen y señal de Dios en este mundo, un hombre en quien la eternidad irrumpe en el tiempo. Y todo esto se manifiesta ya, en y desde su nacimiento. Él Aparecido en la carne, es el Logos eterno y divino de cuya plenitud todos hemos recibido, gracia, sobre gracia.

Por medio del niño del pesebre, Dios le ha dado una respuesta a la humanidad, que ilumina la oscuridad de la existencia, disipa las tinieblas del mundo, abre el camino hacia el futuro. En Él se hace visible y palpable el amor de Dios a la humanidad.

En este tiempo de nuestra historia, nace el Niño Jesús, en todos los niños de la tierra, en los niños rechazados y abortados, abandonados y vendidos, abusados y violentados, nace en los niños que mueren por el hambre de pan y por el hambre de amor, en los niños que llevan las heridas de los conflictos familiares, y en aquellos que ya desde pequeñitos llevan en el sufrimiento y en la enfermedad, la cruz de Jesús abandonado.

El Niñito Jesús, nace en los niños, en tantos niños que en esta querida diócesis de Nezahualcóyotl he encontrado, que he besado y acariciado con ternura paternal, que tanta alegría expresan y me muestran con su cariño cuando me encuentro con ellos en los diferentes lugares de la diócesis donde me saludan y reconfortan como Obispo y Pastor.

Para los más pequeños mis pensamientos y mi corazón, mi afecto y cariño. Especialmente para los que más sufren, para los pobres, enfermos, desamparados, aquellos que se encuentran solos, tristes, angustiados y deprimidos por diferentes situaciones.

Hijos míos, dejemos que en esta Navidad Dios ilumine nuestra mente y corazón con la luz de la Encarnación del Hijo de Dios, por aquella luz que resplandece desde el humilde pesebre de Belén, que irradia nuevos horizontes de vida y de esperanza, y da calor y alegría a los corazones.

Les invito para que encarnando en nosotros las palabras transformadoras de Jesús nos volvamos niños para vivir verdaderamente el Misterio de la Navidad del Señor: para acogerlo y llevar la luz en medio de las tinieblas de nuestros odios, de nuestros resentimientos y venganzas, de los conflictos familiares y sociales, de nuestra búsqueda de fama y los honores, de nuestra superficialidad e inconsciencia y del testimonio antievangélico que nosotros los cristianos muchas veces ofrecemos a nuestro mundo. Que la gracia de esta navidad como encuentro vivo con el Señor, ilumine y disipe las tinieblas del pecado, para que sea transformado el odio en amor, las faltas de respeto en tolerancia, la ofensa en perdón, el egoísmo en generosidad, las dudas en fe, el error en verdad, la desesperación en esperanza. La muerte en vida.

Solo contemplando y mirando el mundo con los ojos inocentes de los niños podemos renacer desde el encuentro con Jesús a la esperanza, a los sueños e ilusiones primeros. En esto consiste el amor de Dios en nosotros, que veamos con los ojos del corazón el rostro de Jesús en toda persona humana, así como sea, sea quien sea, que aprendamos a descubrir y amar a Jesús en el hermano.
“Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor”

En el proyecto diocesano de renovación pastoral enmarcado en la Gran Misión Continental, e iniciando el año de la Iglesia, pueblo de reyes, pueblo de servidores, Jesús nace por ti y para ti que inclinas la cabeza al Rey de reyes, y te alegras por su venida. Nuestra Iglesia diocesana tiene necesidad de personas que busquen sinceramente a Dios, que no se busquen a a sí mismos, sino que deseosos de encontrar su rostro, lo contemplen en el hermano, y asuman el compromiso sincero de ser servidores de sus hermanos como nos lo ha enseñado Jesús.

Celebremos la Navidad y alegrémonos, para que se renueven nuestras energías, para intensificar nuestras oraciones al Dios del cielo, para purificar nuestros corazones, y para que esta fiesta nos llene de santidad, de vida, de amor y de la fuerza del Espíritu Santo.

Repitamos en coro con los ángeles del cielo:
«Les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo el Señor».

“Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, a Él honor y gloria por los siglos de los siglos, Amén” (1 Tim 1, 17).

Los abrazo a todos con mucho cariño y les deseo ¡Feliz Navidad!

En Cristo, nuestra Paz


+ Mons. Carlos Garfias Merlos
Obispo de Nezahualcóyotl

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